—Hablo muy en serio, madre —respondió Sergio, su voz firme y decidida—. Ya no soy el niño que podías manipular a tu antojo. Soy un hombre adulto, con una familia propia que proteger. Y que está por encima de todo —repitió con una determinación inquebrantable—. No serás bienvenida hasta que cambies de actitud. Porque no permitiré que vuelvas a interferir en mi vida y mucho menos en la de Naomi. No somos tus marionetas. Cuando entiendas eso, entonces, podremos hablar.—¿En verdad te enamoraste de esa mujer? —se atrevió a preguntar con incredulidad.—Totalmente, como nunca lo había hecho de ninguna otra mujer —respondió con sinceridad— y no puedo permitir que pongas mi matrimonio en peligro.Marina retrocedió un paso, como si las palabras de su hijo la hubieran golpeado físicamente. Su rostro, normalmente impasible, mostró por un instante una grieta en su máscara de control, dándose cuenta de que estaba hablando en serio, y que no cambiaría de opinión.—Después de todo lo que he hecho po
Naomi se despertó antes del amanecer. La ansiedad se colaba entre sus pensamientos, pero también una férrea determinación de empezar de nuevo y hacer las cosas mejor por y para su hijo. Tenía un objetivo claro para ese día: encontrar una guardería para Alexandre y un empleo para poder mantenerse. Lo más que temía era que sus ahorros escasearan y no tuviera para cubrir las necesidades de su hijo.El sol aún no había salido completamente cuando se duchó y empezó a vestirse, moviéndose por el pequeño apartamento sin hacer ruido. No quería despertar a su hijo, que dormía plácidamente inocente de todo el tumulto de emociones que revoloteaban en su mente.Sin embargo, por más silencio que había en la habitación, a los pocos minutos, Alexandre abrió los ojos, todavía adormilado.—¿Mami, ya es de día? —preguntó con voz ronca, frotándose los ojos con sus pequeñas manos.Naomi sonrió y se acercó para acariciar su cabello.—Sí, mi amor. Hoy vamos a buscar una guardería para ti, ¿te parece bien?
Entre tanto, Naomi, por su parte, había encontrado un momento de calma. Sentada en la pequeña cafetería frente a la tienda donde había comenzado a trabajar, tenía las piernas cansadas, y últimamente, le daba demasiado sueño. Llegaba a la casa con dolores de caderas.En ese momento, su mente se llenaba de pensamientos sobre el futuro. El ambiente en la tienda era tranquilo, y aunque no era lo que había imaginado para su vida, estaba agradecida por haber conseguido un trabajo tan rápidamente.Su jefe, una mujer mayor con el pelo recogido en un moño y ojos amables, había sido sorprendentemente comprensiva con su situación. No le había hecho demasiadas preguntas, lo cual Naomi agradeció, pero sí le había ofrecido el puesto sin dudar. Eso había sido un pequeño rayo de esperanza en medio de la tormenta.—Será solo por un tiempo —se dijo a sí misma en un susurro—, pronto podré dedicarme a mi carrera. Tenía la esperanza de que la vida le daría una nueva oportunidad para poder hacerlo.Con un
Justo cuando estaba a punto de colgar, escuchó la voz de Sergio.—¿Naomi? —Su tono era una mezcla de sorpresa y alivio. —, mi amor, ¿Eres tú? Por favor, no cortes… me equivoqué, pero te necesito. Nadie va a quitarte a Alexandre… nuestro pequeño es de los dos.El tomo de Sergio se volvió suplicante, ella se quedó sin aliento por un momento, las palabras atascadas en su garganta. Pero para su mala suerte, justo respondió.—Si soy yo —el móvil se descargó y la llamada se cortó.Naomi maldijo en voz baja, mirando con frustración la pantalla negra de su teléfono. El destino parecía estar jugando con ella, cortando la conexión justo cuando había reunido el valor para hablar. Con manos temblorosas, buscó desesperadamente el cargador en su bolso. Cada segundo que pasaba sin poder volver a llamar a Sergio se sentía como una eternidad. Las palabras de él resonaban en su mente."Nadie va a quitarte a Alexandre". ¿Podía confiar en esa promesa?Mientras conectaba el teléfono, su mirada se posó
Mientras la ambulancia seguía su trayecto hacia el hospital, Naomi trataba de concentrarse en la calma que sentía al tener a Alexandre cerca. Sabía que, de una forma u otra, Sergio llegaría pronto, y aunque eso le daba algo de consuelo, las preguntas seguían retumbando en su mente.El dolor en su pie era insoportable, y mientras Alexandre seguía aferrado a su mano, ella no podía dejar de pensar en todo los problemas que había generado ese accidente. Su hijo no iría a la escuela ese día, ella tampoco podría asistir a su trabajo, y mientras esas preocupaciones se anidaban a su mente, decenas de preguntas llegaban a su mente ¿Y si Sergio no la quería más en su vida? ¿Si se llevaba a Alexandre?“¡Ya basta! No puedo seguir así, haciendo suposiciones, debo esperar que llegue y ya veré qué decisión tomar”, se dijo obligándose a tranquilizarse.Al llegar al hospital, los paramédicos la bajaron con cuidado de la ambulancia. Naomi sentía una mezcla de dolor físico y emocional que parecía imposib
Sergio apenas había cortado la llamada y, sin perder un segundo, salió rápidamente hacia el aeropuerto acompañado de su chofer y dos nuevos guardaespaldas que iban en un auto detrás.Su mente giraba en torno a Naomi y Alexandre. La idea de que su familia lo necesitaba en ese momento lo llenaba de una mezcla de urgencia y culpa. No podía permitirse esperar más.Mientras el auto se desplazaba rápidamente por las calles, el teléfono de Sergio vibró con una llamada entrante. Era su asistente, y con un suspiro pesado, contestó.—¿Qué ocurre Diego? —preguntó con un leve tono de irritación.“Señor, su madre ha convocado una asamblea de accionistas para mañana a las nueve de la mañana” informó su asistente con una voz tensa.Sergio respiró hondo, sintiendo la frustración subir por su pecho. Sabía que su madre no perdería tiempo en usar cualquier oportunidad para intentar manipularlo, y eso es lo que pretendía, retomar el control de la empresa y obligarlo a hacer lo que ella quiera.—Diego, pr
Sergio se quedó inmóvil, su rostro una máscara de emociones contradictorias. El silencio que siguió fue ensordecedor, solo interrumpido por la respiración agitada de Naomi y el suave tarareo de Alexandre, ajeno a la tensión que se había apoderado de la habitación.Finalmente, Sergio habló, su voz ronca y cargada de emoción. Cerró los ojos, como si necesitara recuperar el control. Las emociones lo abrumaban: miedo, felicidad, sorpresa, incertidumbre. Todo se mezcló, y por unos segundos no supo cómo reaccionar.—¿No pensabas decírmelo? —preguntó finalmente, tratando de ordenar sus pensamientos.Naomi lo miró directamente a los ojos, su expresión cargada de una profunda emoción.—Claro que sí, apenas me acabo de enterar. Estaba esperando el momento adecuado para confesártelo, porque con todo lo que ha pasado entre nosotros… tenía miedo de cómo ibas a reaccionar —admitió, las lágrimas empezando a brotar nuevamente.En ese momento apareció la enfermera y Naomi le pidió un favor.—Disculpe,
Ese mismo día se fueron a Houston, para su alivio el vuelo fue de solo una hora y media. Mientras Sergio la llevaba a la clínica donde su madre estaba recibiendo tratamiento, Naomi estaba ansiosa porque no sabía qué esperar. A medida que el auto se acercaba al edificio, su corazón latió con fuerza, inundado de una mezcla de esperanza y temor. No había estado preparada para la noticia, y todavía le costaba aceptar que le hubieran ocultado algo tan importante. Pero ahora, con la oportunidad de ver a su madre, solo deseaba que todo saliera bien.—Aquí estamos —murmuró Sergio cuando el auto se detuvo frente a la clínica.Naomi respiró hondo antes de bajar. Los guardaespaldas la ayudaron, y le dieron un par de muletas para movilizarse. Sergio por su parte, se subió a su silla sosteniéndose con los brazo, mientras el pequeño Alexandre lo esperaba a un lado. Cuando avanzaban por los pasillos, el nerviosismo la invadía. Al llegar a la habitación donde estaba su madre, Naomi detuvo sus pasos