Los empleados intercambiaron miradas nerviosas, sin saber cómo reaccionar ante la orden de Naomi. El silencio en la cocina era tenso, solo interrumpido por el suave tictac del reloj en la pared.De repente, una voz se alzó entre el grupo.—Disculpe, señora Naomi —dijo una mujer mayor, dando un paso al frente—. Algunos de nosotros llevamos años trabajando aquí. Esta casa es... es nuestro sustento.Naomi la miró fijamente, su rostro una máscara de determinación. Podía sentir el peso de las miradas de todos sobre ella, esperando su respuesta. Por un momento, dudó. ¿Estaba siendo demasiado dura? Pero entonces recordó las palabras de Marina, la amenaza velada en su voz, y su resolución se fortaleció.—Entiendo su situación —respondió Naomi, su voz más suave, pero igualmente firme—. Pero deben entender la mía. No puedo confiar en quienes no me han respetado, y le han mostrado lealtad a alguien que busca destruirme. Si desean quedarse, tendrán que demostrar que están de mi lado.Un murmullo
El cielo nocturno era una especie de manta oscura que parecía aplastar la ciudad bajo su peso, mientras Naomi permanecía sentada en el borde de su cama, su mente dando vueltas con pensamientos confusos y pesimistas, casa uno peor que el anterior. Tras escuchar la conversación entre Marina y Waleska, se dio cuenta de que no tenía tiempo. Sabía que si se quedaba, perdería a Alexandre para siempre. Con el corazón pesado, tomó una decisión que no creía posible, debía huir. Con movimientos silenciosos, se levantó y caminó hacia la cama de su hijo. El pequeño Alexandre dormía profundamente, su respiración tranquila era lo único que mantenía a Naomi cuerda. Se inclinó hacia él y lo acarició suavemente, despertándolo.Alexandre se sobresaltó al abrir los ojos, todavía atrapado entre el sueño y la realidad.—¿Qué pasa, mamita? —preguntó en voz baja, frotándose los ojos al ver la expresión angustiada de su madre.Naomi tragó saliva, luchando por contener las lágrimas. Tenía que ser fuerte, aun
Sergio negó con un movimiento rápido de la cabeza.—No puedo permitir que Naomi esté sola con el niño. Algo debió haberle pasado para que tomara esa decisión ¿Sabes que fue lo que pasó? —preguntó con evidente preocupación.—No lo sé señor, no pregunté.Sergio se sintió culpable, desconcertado por lo que estaba pasando, y la ansiedad se arremolinó en su pecho.El terapeuta a su lado lo miró con seriedad e insistió.—Señor Castillo, entienda, si deja el tratamiento ahora, podría poner en riesgo todo el proceso que hemos hecho hasta este punto. Ya hemos avanzado mucho, pero dejar la rehabilitación en este momento podría suponer un retroceso irreversible. No es una buena idea abandonar el tratamiento tan de repente —le advirtió el terapeuta.Sergio no podía pensar con claridad. La noticia de que Naomi había huido con Alexandre lo devastaba.—No me importa —murmuró, incorporándose del equipo donde estaba trabajando—. Prepara todo —le ordenó al chofer—. Regreso a Nueva York hoy mismo.Esme
Sergio observó a su madre con una mezcla de furia contenida y frustración cuando Marina, irritada, dejó caer la taza sobre la mesa. La porcelana resonó en la habitación como una advertencia silenciosa de lo que estaba por venir. Marina apretó los labios, su mirada fría y calculadora se clavó en su hijo. —De verdad que te desconozco —espetó, claramente molesta—. ¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué te casaste con Naomi? ¿Te embrujó para que te cargue de esa manera? Y déjame recordarte que ¡Alexandre no es su hijo! Su verdadera madre es Waleska, y todos lo sabemos. Sergio respiró hondo, intentando mantener la compostura. —Te equivocas, Marina —Su tono era firme, y en su voz había un rastro de molestia—. ¡La única madre que Alexandre conoce es Naomi! Porque madre es la que cría, no solo la que concibe. Naomi ha estado ahí para él desde el principio, y eso es lo único que importa. Marina rodó los ojos, visiblemente exasperada. —No puedo creer que esté pasando esto… te juro que tengo la imp
—Hablo muy en serio, madre —respondió Sergio, su voz firme y decidida—. Ya no soy el niño que podías manipular a tu antojo. Soy un hombre adulto, con una familia propia que proteger. Y que está por encima de todo —repitió con una determinación inquebrantable—. No serás bienvenida hasta que cambies de actitud. Porque no permitiré que vuelvas a interferir en mi vida y mucho menos en la de Naomi. No somos tus marionetas. Cuando entiendas eso, entonces, podremos hablar.—¿En verdad te enamoraste de esa mujer? —se atrevió a preguntar con incredulidad.—Totalmente, como nunca lo había hecho de ninguna otra mujer —respondió con sinceridad— y no puedo permitir que pongas mi matrimonio en peligro.Marina retrocedió un paso, como si las palabras de su hijo la hubieran golpeado físicamente. Su rostro, normalmente impasible, mostró por un instante una grieta en su máscara de control, dándose cuenta de que estaba hablando en serio, y que no cambiaría de opinión.—Después de todo lo que he hecho po
Naomi se despertó antes del amanecer. La ansiedad se colaba entre sus pensamientos, pero también una férrea determinación de empezar de nuevo y hacer las cosas mejor por y para su hijo. Tenía un objetivo claro para ese día: encontrar una guardería para Alexandre y un empleo para poder mantenerse. Lo más que temía era que sus ahorros escasearan y no tuviera para cubrir las necesidades de su hijo.El sol aún no había salido completamente cuando se duchó y empezó a vestirse, moviéndose por el pequeño apartamento sin hacer ruido. No quería despertar a su hijo, que dormía plácidamente inocente de todo el tumulto de emociones que revoloteaban en su mente.Sin embargo, por más silencio que había en la habitación, a los pocos minutos, Alexandre abrió los ojos, todavía adormilado.—¿Mami, ya es de día? —preguntó con voz ronca, frotándose los ojos con sus pequeñas manos.Naomi sonrió y se acercó para acariciar su cabello.—Sí, mi amor. Hoy vamos a buscar una guardería para ti, ¿te parece bien?
Entre tanto, Naomi, por su parte, había encontrado un momento de calma. Sentada en la pequeña cafetería frente a la tienda donde había comenzado a trabajar, tenía las piernas cansadas, y últimamente, le daba demasiado sueño. Llegaba a la casa con dolores de caderas.En ese momento, su mente se llenaba de pensamientos sobre el futuro. El ambiente en la tienda era tranquilo, y aunque no era lo que había imaginado para su vida, estaba agradecida por haber conseguido un trabajo tan rápidamente.Su jefe, una mujer mayor con el pelo recogido en un moño y ojos amables, había sido sorprendentemente comprensiva con su situación. No le había hecho demasiadas preguntas, lo cual Naomi agradeció, pero sí le había ofrecido el puesto sin dudar. Eso había sido un pequeño rayo de esperanza en medio de la tormenta.—Será solo por un tiempo —se dijo a sí misma en un susurro—, pronto podré dedicarme a mi carrera. Tenía la esperanza de que la vida le daría una nueva oportunidad para poder hacerlo.Con un
Justo cuando estaba a punto de colgar, escuchó la voz de Sergio.—¿Naomi? —Su tono era una mezcla de sorpresa y alivio. —, mi amor, ¿Eres tú? Por favor, no cortes… me equivoqué, pero te necesito. Nadie va a quitarte a Alexandre… nuestro pequeño es de los dos.El tomo de Sergio se volvió suplicante, ella se quedó sin aliento por un momento, las palabras atascadas en su garganta. Pero para su mala suerte, justo respondió.—Si soy yo —el móvil se descargó y la llamada se cortó.Naomi maldijo en voz baja, mirando con frustración la pantalla negra de su teléfono. El destino parecía estar jugando con ella, cortando la conexión justo cuando había reunido el valor para hablar. Con manos temblorosas, buscó desesperadamente el cargador en su bolso. Cada segundo que pasaba sin poder volver a llamar a Sergio se sentía como una eternidad. Las palabras de él resonaban en su mente."Nadie va a quitarte a Alexandre". ¿Podía confiar en esa promesa?Mientras conectaba el teléfono, su mirada se posó