Naomi respiró hondo, manteniendo su postura desafiante mientras miraba al chofer y al guardaespaldas como si se hubiesen vuelto locos ¡¿Quién carajo se creían para venir a exigirle a ella como si fuera un títere?! Antes de que pudiera decirles algo, el chofer volvió a intervenir.—Señora Castillo, tenemos órdenes estrictas de que regrese con nosotros. Si no accede a acompañarnos, tenemos la autoridad para llevarla por las malas —dijo en un tono firme, pero controlado—, además, el señor Sergio estaba seguro de que usted no dejaría ir solo a Alexandre.El impacto de esas palabras cayó pesado sobre Naomi. Su primer instinto fue resistirse, pero la ligera advertencia, le dejaba claro que se llevarían a su hijo con o sin ella.A pesar de la ira y la frustración, comprendió que luchar solo la separaría de Alexandre, y Sergio la conocía muy bien no se quedaría con su hijo, así que supo que oponerse sería inútil, por eso se vio obligada a ceder.Amelia, que había estado observando la escena c
La tensión en el aire podía cortarse con un cuchillo, mientras los invitados se miraban entre sí, incrédulos ante la revelación de Naomi. El primo que había hablado antes, aún sosteniendo su copa con mano temblorosa, dio un paso adelante.—¿Qué estás diciendo? ¿Esposa de Sergio? Eso es imposible. Él nunca... —comenzó a decir, pero Naomi lo interrumpió con un gesto firme.—No tengo por qué darles explicaciones. Tienen cinco minutos para salir de esta casa junto con tus invitados antes de que llame a seguridad —declaró Naomi, su voz cargada de autoridad.Los invitados comenzaron a moverse lentamente, recogiendo sus pertenencias entre murmullos de confusión y descontento. Naomi permaneció de pie, inmóvil, como una estatua, observando cómo la sala se vaciaba poco a poco.—¡Estás loca! Sergio no pudo haberse casado con una mujer como tú —espetó el hombre con desprecio.Alexandre, que había permanecido en silencio detrás de su madre, esta vez se puso delante de ella y miró al hombre.—Por s
Un par de días después, Anaís estaba a punto de recibir su primera sesión de terapia después de la cirugía de implante coclear. La niña, sentada en una pequeña silla junto a sus padres, miraba a su alrededor con una mezcla de curiosidad e inquietud. Aunque aún no podía entender completamente lo que le esperaba, su sonrisa tímida y la forma en que se aferraba a la mano de su madre, Amelia, revelaban un sentimiento mezcla de confianza y esperanza.Amelia y Alejandro, sentados a ambos lados de Anaís, intercambiaron una mirada de apoyo. Ese había sido un proceso largo y emocional desde la decisión de proceder con el implante coclear hasta este día.Ambos sabían que los que le esperaba no sería tan sencillo, era un proceso largo, en el cual tendrían que invertir tiempo, energía y sobre todo, debían tener confianza y darle todo el apoyo emocional que necesita su hija.La terapeuta, era una mujer joven de voz suave llamada Elena, entró en la habitación con una cálida sonrisa. Se acercó a An
Tras el incidente del mareo de Amelia, Alejandro no perdió tiempo. Sin esperar más, dirigió a la familia al consultorio del médico. No le importaba la incomodidad en el rostro de su esposa; temía que algo no estuviera bien y por eso quería asegurarse de que estuviera completamente saludable.Anaís, mientras tanto, sostenía la mano de su padre, observando todo con sus ojos curiosos y atentos. Aunque aún no comprendía todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, su pequeña mente se aferró a los fragmentos de información que lograba captar. Y con su reciente implante coclear, todo parecía más confuso, aunque fascinante para ella.Al llegar al consultorio, fueron recibidos por la asistente que los guió a una pequeña sala de espera. Amelia, aunque un poco mareada, intentó mantenerse tranquila.—No es nada, Alejandro, ya te lo dije —murmuró Amelia mientras intentaba calmar a su esposo. —No importa lo que tú creas, amor —respondió Alejandro, acariciándole la mano—. Quiero estar seguro de
La voz que acababa de irrumpir en la cocina resonaba con autoridad, como si se tratara de una reina reclamando su trono. Cuando Naomi giró lentamente, sintió su corazón latir con fuerza en el pecho, al ver a la mujer con su semblante altivo y mirada severa.Y al ver que ella no reaccionó, se lo volvió a repetir de manera altanera.—¿Acaso me escuchaste? Te hice una pregunta ¿Quién te crees que eres para despedir a mis empleados sin mi consentimiento? —repitió, dando un paso hacia adelante. Vestía impecablemente, su porte era el de alguien acostumbrada a tener el control en cualquier situación.Naomi, aunque al principio se sorprendió y sintió un poco de temor, no dejó que este la controlara. Por supuesto que reconoció a la mujer, era nada más y nada menos que, Marina, la madre de Sergio, era la segunda vez que la veía, pero eso era suficiente para saber que era una mujer de cuidado y de carácter dominante, a pesar de ello no estaba dispuesta a que tomara el control en su casa.—Me
Los empleados intercambiaron miradas nerviosas, sin saber cómo reaccionar ante la orden de Naomi. El silencio en la cocina era tenso, solo interrumpido por el suave tictac del reloj en la pared.De repente, una voz se alzó entre el grupo.—Disculpe, señora Naomi —dijo una mujer mayor, dando un paso al frente—. Algunos de nosotros llevamos años trabajando aquí. Esta casa es... es nuestro sustento.Naomi la miró fijamente, su rostro una máscara de determinación. Podía sentir el peso de las miradas de todos sobre ella, esperando su respuesta. Por un momento, dudó. ¿Estaba siendo demasiado dura? Pero entonces recordó las palabras de Marina, la amenaza velada en su voz, y su resolución se fortaleció.—Entiendo su situación —respondió Naomi, su voz más suave, pero igualmente firme—. Pero deben entender la mía. No puedo confiar en quienes no me han respetado, y le han mostrado lealtad a alguien que busca destruirme. Si desean quedarse, tendrán que demostrar que están de mi lado.Un murmullo
El cielo nocturno era una especie de manta oscura que parecía aplastar la ciudad bajo su peso, mientras Naomi permanecía sentada en el borde de su cama, su mente dando vueltas con pensamientos confusos y pesimistas, casa uno peor que el anterior. Tras escuchar la conversación entre Marina y Waleska, se dio cuenta de que no tenía tiempo. Sabía que si se quedaba, perdería a Alexandre para siempre. Con el corazón pesado, tomó una decisión que no creía posible, debía huir. Con movimientos silenciosos, se levantó y caminó hacia la cama de su hijo. El pequeño Alexandre dormía profundamente, su respiración tranquila era lo único que mantenía a Naomi cuerda. Se inclinó hacia él y lo acarició suavemente, despertándolo.Alexandre se sobresaltó al abrir los ojos, todavía atrapado entre el sueño y la realidad.—¿Qué pasa, mamita? —preguntó en voz baja, frotándose los ojos al ver la expresión angustiada de su madre.Naomi tragó saliva, luchando por contener las lágrimas. Tenía que ser fuerte, aun
Sergio negó con un movimiento rápido de la cabeza.—No puedo permitir que Naomi esté sola con el niño. Algo debió haberle pasado para que tomara esa decisión ¿Sabes que fue lo que pasó? —preguntó con evidente preocupación.—No lo sé señor, no pregunté.Sergio se sintió culpable, desconcertado por lo que estaba pasando, y la ansiedad se arremolinó en su pecho.El terapeuta a su lado lo miró con seriedad e insistió.—Señor Castillo, entienda, si deja el tratamiento ahora, podría poner en riesgo todo el proceso que hemos hecho hasta este punto. Ya hemos avanzado mucho, pero dejar la rehabilitación en este momento podría suponer un retroceso irreversible. No es una buena idea abandonar el tratamiento tan de repente —le advirtió el terapeuta.Sergio no podía pensar con claridad. La noticia de que Naomi había huido con Alexandre lo devastaba.—No me importa —murmuró, incorporándose del equipo donde estaba trabajando—. Prepara todo —le ordenó al chofer—. Regreso a Nueva York hoy mismo.Esme