Jasper.Los más lujosos edificios se encuentran en Hong Kong. Me recuerdan demasiado a Nueva York. Dos ciudades cortadas por la misma tijera.- ¿Cuál es el plan? – preguntaba esa chica mientras nos perdíamos entre las hileras de percheros en aquella cara tienda – Nos iremos juntos en un avión. ¿A dónde esta vez?- El destino no es importante, la compañía lo es.- ¿Una de tus frases típicas para ligar? – sonreí, ella se las sabía todas.- Puede que quiera casarme en el aire – me sacó el dedo haciéndome un corte de manga. Tan osada – Pruébate este – agarré uno de los caros. Ella lo cogió sin demasiadas ganas y se metió en el probador.- ¿Qué es lo que hacemos aquí exactamente? – preguntó mientras le subía la cremallera de ese bonito vestido azul de con miles de piedrecitas adornando la parte baja.- Esta noche asistiremos a una fiesta – eso la sorprendió – una cena de gala. Debemos ir bien arreglados.- ¿Qué es lo que estás tramando, Jasper?- Una reunión con Mcland – tragó saliva, hist
Jasper Toro.Mentí y ella lo sabía, no iba a calmarme sólo con una mamada, por eso terminó a cuatro patas, con el vestido puesto, mientras yo la agarraba del pelo y me colaba en su interior, dándole tan fuerte que parecía que iba a romperla por la mitad.Debía estar concentrado en la maldita reunión, pero la puta situación se me estaba yendo de las manos.El teléfono me hizo perder la concentración y me detuve. Lo agarré del suelo y lo descolgué, mientras ella lucía desairada y se daba la vuelta con ganas de más.- ¿Dónde coño estás? – se quejaba Cole.- Bajo en seguida – colgué y miré hacia ella – Tenemos que irnos, no puedo dejar escapar esta oportunidad entre los dedos..A medida que caminaba por el restaurante con ella a mi lado iba sintiendo la satisfacción que tener un as en la manga me proporcionaba, a pesar de eso no estaba contento, más cuando ese as estaba en peligro. Si las cosas se torcían podría perderla.Ella tenía miedo, podía notarlo, así que decidí cambiar un poco el
Victoria Evans.Me sentía como Phileas Fog en la vuelta al mundo en ochenta días de Julio Verne, con ese hombre. Cada tres días, en una ciudad distinta, ocultándonos del mundo, pero disfrutando de la vida, teniendo sexo en la habitación del hotel, seduciéndonos el uno al otro, eludiendo al peligro.Miami era el lugar al que él quería volver, decía que tenía algo importante que quería mostrarme. Siempre fue del todo un enigma.- ¿Cuánto tiempo más vas a tenerme así? – me quejé en la barra del bar, cuando se acercó a mí después de la reunión. Siempre actuaba tan distante por seguridad. Sonrió y ladeó la cabeza para mirarme.- Señorita, ¿sabe si quiera lo tremendamente bonita que está con ese vestido? – rompí a reír, porque él mismo lo eligió en aquella tienda en Paris unos días antes – oh la la – bromeó de nuevo con un acento muy marcado en francés.- Debes estar de muy buen humor para estar haciendo el payaso de esta forma – sonrió y se atrevió a coger mi mano que estaba apoyada en la
Jasper Toro.El alcohol siempre consigue volver a esa mujer en una gata salvaje y peligrosa. Que acabásemos teniendo sexo esa noche no nubló mis pensamientos, que se dejase tocar aquella mañana en la mesa mientras desayunábamos lo fue. La aupé a ella y terminé metido entre sus piernas, besándola con desesperación, queriendo estar dentro de ella una vez más.- Jasper – gemía en bucle – te necesito – suplicó bajándome los pantalones con impaciencia. La agarré de la cintura y la atraje hasta mí, penetrándola en el acto – Oh, mi amor... - seguí penetrándola de esa forma que tanto le gustaba, hasta que ella me detuvo – espera, espera – la observé con atención, dejando mis manos a ambos lados de ella, acercándome a sus labios para besarla. Me agarró de ambos lados del rostro y sonrió - ¿sabes eso que me confesaste una vez?- No tengo ni idea de qué hablas – bromeé, rompiendo a reír al ver su cara molesta.- Creo que me pasa lo mismo.- ¿y qué es? – quise saber, mientras sus dedos recorrían
Victoria.¡Oh Dios!Tenía sus malditos gemidos metidos en la cabeza. No podía dejar de pensar en la mamada que le hice una hora antes en el garaje de la casa de sus padres. Estaba loca por él y lo sabía.Nos deshicimos del coche cerca de Hollywood y tuvimos que volvernos en autobús. Su sonrisa de satisfacción me molestaba demasiado.- No va a volver a repetirse – le dije, dejando clara mi postura. Él sonrió como si no me creyese ni un poco – hablo en serio, Jasper. Deberíamos estar preocupados por lo que ha sucedido en el muelle...
Jasper.Lucía terriblemente molesta de que la hubiese cortado ahí fuera. Tanto que se olvidó de lo que tenía que decirme cuando entramos en la casa. La agarré de la mano y tiré de ella hacia el sótano. Mi madre tenía preparado un pequeño bunker ahí abajo por si las cosas se ponían feas.Presioné el botón del sótano y el número secreto para llegar a esa zona de la mansión y luego tiré de ella para llamar su atención.- ¿Qué querías decirme? – tragó saliva, incómoda - ¿qué es eso que querías dejarme tan claro?
Jasper.Estaba allí, dándole al tema con mi preciosa futura esposa debajo cuando un sonido en la planta de arriba me sacó de mis pensamientos. Le tapé la boca y me detuve en el acto, haciendo un movimiento hacia arriba.Me levanté despacio, intentando hacer el menor ruido posible. Agarré la pistola, me coloqué bien los pantalones, mientras ella se bajaba como podía el vestido, mirando hacia el ascensor que parecía estar bajando.Sabíamos que nadie que no tuviese la clave podía bajar, pero, aun así, estaba acojonado.
Jasper Toro.Algo había cambiado en mi mente, lo hizo tan pronto como ella aceptó ese anillo y la carga que conllevaba. Convertirla en mi esposa era una responsabilidad grande, pero que necesitaba sentir. Si ella era mía sentía que podría con todo.Dejar de temer por ella, aceptar ser su protector y disfrutar de su compañía sin miedos, pero siendo precavido.Aquellos días una escuadrilla de guardaespaldas nos seguían a todas partes. Tenía a Cole y a Dexter por ahí, recopilando información importante que necesitaba antes de dar mi siguiente paso.