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Victoria.

¡Oh Dios!

Tenía sus malditos gemidos metidos en la cabeza. No podía dejar de pensar en la mamada que le hice una hora antes en el garaje de la casa de sus padres. Estaba loca por él y lo sabía.

Nos deshicimos del coche cerca de Hollywood y tuvimos que volvernos en autobús. Su sonrisa de satisfacción me molestaba demasiado.

- No va a volver a repetirse – le dije, dejando clara mi postura. Él sonrió como si no me creyese ni un poco – hablo en serio, Jasper. Deberíamos estar preocupados por lo que ha sucedido en el muelle...

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