Cuando vieron el rostro del hombre de la túnica azul, las cejas de Fane y los demás se fruncieron, sin mostrar muchas expresiones distintivas. Sin embargo, Santiago parecía estar nervioso como un gato con la cola pisada.

En un instante, sacó su espada larga del anillo de almacenamiento y la agarró en su mano. Su rostro pasó de la tranquilidad anterior a la ira. Los tres que estaban a su lado podían sentir claramente su cambio drástico.

Al ver esta transformación, era evidente para ellos que el hombre de la túnica azul frente a ellos no venía con buenas intenciones.

Santiago gritó con voz profunda:

—¡Tú eres realmente persistente! Leví Meyer, nunca supe que llegarías a ser tan despreciable y vil. ¡Insistes en exterminarme!

Leví Meyer, como se le llamaba a esa persona, al escuchar las palabras de Santiago, curvó ligeramente sus labios y mostró una sonrisa de desdén. La forma en que miraba a Santiago era como si estuviera viendo a un tonto.

—Hermano mayor, nunca me has decepcionado. Si