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Culposos Placer (2/2)

- Todos lo sabíamos, le hice creer a mamá que tú también para que fuera más fácil para los dos 

Gibrán se apartó con los ojos ya llorosos, la mirada perdida, no podría soportarlo si lloraba, no podría soportarlo, es por eso que quise hacer todo rápido 

- ¿Me vas a dejar? ¿Me vas a dejar, Alek? - una lágrima bajo por su mejilla, otra por el ojo derecho

- Es lo mejor para ambos Gibrán - quise acercarme y él dio un paso atrás - Yo..

Te fallé - me mordí la lengua para no llorar, no quería hacer tortuoso esto para ambos - Te falle Gibrán, maldita sea, le falle a la persona más importante de mi vida. Yo debía cuidarte, debía protegerte y quererte mucho, nunca debí dejar que esto llegara tan lejos, jamás debí dejar de verte como mi hermano. Me siento tan... Tan sucio de pensar que he corrompido tu cuerpo, me siento tan... La culpa no me deja en paz, es por eso que me voy, terminaré la carrera en otra ciudad, es lo mejor para ambos

Gibrán moqueó y se limpio las lágrimas. 

- Quédate conmigo, seamos hermanos entonces, te prometo que no habrá nada más de besos, ni dormiremos juntos, quédate conmigo, Alek, no me dejes, yo te amo, no me dejes por lo que  más quieras, tú nunca me has fallado, siempre me has dado todo lo que quiero, eso no es fallarme, Alek, Alek, por favor 

Di un paso al frente porque  quería abrazarlo, quería consolar a mi hermanito pequeño que lloraba por algo que yo mismo permití, pero el dio otro paso atrás provocándome un vacío en el pecho

- No puedo Gibrán, no puedo bebé, no puedo quedarme, no puedo... No puedo...No...

- Alek, te lo suplico, no te vayas - su voz rota me terminó de partir el corazón

- No puedo... No puedo...

Entonces vi a Gibrán como nunca lo había visto en mi vida, porque no sabía que él tenía esa faceta.

- ¡Bien! Esta bien entonces lárgate, ¡lárgate!, vete de aquí, vete de la casa, vete de mi vida, vete Alek, te dejare en paz, por dios que te dejare en paz, solo necesito una maldita cosa, una última cosa Alek, mírame y dime qué la cumplirás, hazlo y te prometo que me olvidaré de todo esto, hazlo para no dejar a tu hermano con este maldito vacío, mírame y dime qué lo harás

Él escupía cada palabra con rabia y dolor, con los ojos llenos de lágrimas y con un llanto amargo, me dolía verlo así, me quemaba, me lastimaba.

- Lo que sea, haré lo que sea pero por dios deja de llorar - no soportaba un momento más de ver a mi hermano en esa condición, era injusto que la pasará tan mal por mi culpa

- Quiero que me hagas el amor 

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Esa noche cenamos los 4 juntos en mucho tiempo, mi madre decía todo lo que me iba a extrañar aún cuando nisiquera pasaba tiempo en casa, mi padre permanecía en silencio, Gibrán me miraba impaciente.

Fue una cena rápida, sin mucha ceremonia, sin formalidades, solo una cena por mero compromiso, y sin embargo para mí paso mas rápido de lo que realmente fue. ¿Echaría de menos a mis padres? Claro que no, lo único que me hacía sentir mal era él.

Tantos años compartiendo momentos, risas, secretos, compartiendo cama y las mismas experiencias, toda una vida con él, ¿Cómo se supone que de un día para otro me desacostumbrara a eso? Gibrán, mi hermanito pequeño, Gibrán, mi amante prohibido, Gibrán, Gibrán, todo se reducía a ese nombre en estos momentos, que por mas que quisiera sacarlo de mi mente no podía, y no sólo de mi mente, porque en la piel se me había grabado a fuego.

- Saldremos a pasear - anuncié cuando hubimos terminado, mi madre nos dedicó una mirada de ternura al ver qué sus hijos eran tan unidos y me sentí mas culpable al darme cuenta de que lo que iba a pasar esa noche no estaba nada bien.

Eran las 9 de la noche, salimos de casa y lo primero que hiciste fue tomarme la mano, tal como un par de amantes lo harían, no había nada fraternal en ese gesto y ambos lo sabíamos, sin embargo lo permití, porque quería hacerte feliz ésta última noche 

- Quiero un beso - ordenaste

Te llene de besos y mimos todo el camino, sentí mi mano sudar por los nervios de que alguien fuera a conocernos, sin embargo no paso eso, así que te complací en todo lo que querías, te besé, te abrace, te pegué a mi cuerpo, me force a olvidar que eras mi hermano para no sentirme mal.

Te compré helado y dulces, caminamos por el centro tomados de la mano, tu me hablabas como si nada estuviese ocurriendo y como si fuera una noche más, una noche común, estábamos alargando todo esto por mero nerviosismo.

- Llévame a casa, Alek

Llegamos a casa pasadas las 11, tu mano aferrada a la mía no me soltó nunca el resto de la noche. Te llevé a mi habitación después de ver qué nuestros padres dormían, y ahí, me tumbaste en la cama y te subiste sobre mi sin dudar ni un segundo, y me besaste con toda la experiencia que habías adquirido de mi mismo

- Alek...

Quería hacerlo, quería sentirte, quería tocarte, y por primera vez después de mucho tiempo me deje llevar por la lujuria y el placer.

Te traté con cuidado, te quité las ropas con delicadeza como nunca, y tú te dejabas hacer por mi al tiempo que me terminabas de bajar el pantalón, luego miraste sobre mi ropa interior sin vergüenza, y yo te mire de la misma forma notando el bulto que se había formado ahí.

Te tumbé ahora yo e invertimos posiciones, baje por tu pecho en un camino de besos, sentí tu respiración agitada y tus gemidos contenidos, pero cuando te tomé con la boca de tu garganta brotó el sonido más hermoso que mis oídos habían podido escuchar.

Te conocía, y sabía que está sería tu primera vez, nada me hubiera gustado más que hubieras vivido está parte de tu vida de forma más natural, pero tú habías decidido entregarme esto tan especial a mi, así que trate de prepararte lo más que pude para que no te doliera porque no quería hacerte daño, sin embargo mi cordura se estaba esfumando con cada dedo que introducía en ti.

- Alek...

- Gibrán... Quiero entrar...

Me entregaste tus caderas con tu espalda en la cama y las piernas esperando por mi, cuando me introduje en ti me sentí en el mismo paraiso no sólo por tu sensación abrazadora, si no por tu carita de angel que expresaba placer puro, y ese mismo placer que tu sentías lo sentí yo, era un culposo placer como el de todas aquellas noches que te dejabas tocar por mi, pero ahora de una forma más íntima, más entregada.

Trate de contener mi clímax lo más que pude, tu hiciste lo mismo durante un par de horas, y cuando te cansaste me tiraste en la cama y te subiste en mi moviendo tus caderas a tu ritmo, mirándome desde arriba mientras decías mi nombre una y otra vez perdido en las sensaciones, brincando sobre mi mientras yo te sostenía por la cintura, que era tu punto más erógeno, eso bien lo sabía yo, y entonces sentí la espesura de tu esencia regarse en mi pecho, y sin embargo tu excitación seguía firme.

Hicimos el amor más de dos veces, todas con el mismo cariño y tristeza, con el mismo sentimiento de algo rompiéndose dentro de ambos, te besé, te mordí, te apreté, te acaricié, me asegure de dejar marcas para que no me echarás tanto de menos durante algunas semanas, te traté como a mi amante esa noche.

Te sentí, te disfruté, atesoré cada precioso gesto que me regalaste cuando te estaba tocando y cuando me movía dentro de ti, guardé en mi memoria cada una de las veces que pronunciaste mi nombre esa noche, y la única evidencia de aquello eran las heridas de tus uñas en mi espalda y tú cuerpo amoratado por mis besos.

La mañana siguente tu ya ni siquiera estabas en mi cama.

Y camino al aeropuerto no me hablaste más.

No me tocaste más.

No me miraste si quiera.

Y cuando estaba por abordar  no querías ni despedirte de mi.

- Dame un abrazo, Gibrán - vi en tus ojos la intención de negarte, pero con mis padres ahí no pudiste hacerlo y me abrazaste y me apretaste mientras ambos conteníamos las ganas de llorar.

Entonces mis padres se fueron porque mamá comenzó a llorar.

Y me quedé contigo entre mis brazos.

- Te amo Gibrán, te amo, por dios que es verdad, perdóname por todo 

No hubo respuesta más que una tensión en medio del abrazo.

- Te amo, mas que a nada, más que a nadie  - fueron mis últimas palabras.

Entonces partí.

Y no te volví a ver más, y nunca regresé a la ciudad, y nunca respondí las cartas de mamá.

Me marché llevando conmigo las cicatrices de la noche que hicimos el amor.

Eso era todo lo que tenía de ti.

No volví a verte Gibrán, nunca más supe de ti.

¿Acaso tu me recordarás todavía?

Hoy, que sería tu cumpleaños 25 aún duele tu recuerdo, y mientras trato de contener mi llanto amargo miro al cielo y pregunto 

¿Por qué diablos tuviste que ser mi hermano?

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