CAPÍTULO 72. La respuesta que estaba esperandoPor supuesto que solo fue cuestión de pocas horas. Alguien debió avisarle. O quizás era que Rafael estaba tan interesado en la muerte de su padre, que hablaba bastante a menudo al hospital para saber cómo iba evolucionando.Por desgracia la respuesta que le dieron pareció no ser la que esperaba, porque más tarde ese mismo día lo vieron entrar como una tromba, acusando a cuantas personas se le ponían por delante.—¡Los voy a demandar, los voy a demandar a todos! —gritó histérico porque una vez más ninguno de sus planes salía bien—. ¡Comenzando por todos los estúpidos del equipo médico que se atrevieron a operar a mi padre sin mi autorización! ¡Acabo de llamar y me han dicho que le pusieron el marcapasos, y yo no lo autoricé, dije muy claro que no iba a autorizarlo...!—¡Y a nadie le importa un carajo lo que tú quieras o no! —le gritó Naiara encarándolo—. ¡Tú no tienes nada que autorizar porque tú ya no eres el tutor de mi abuelo! —le dijo
CAPÍTULO 73. El dueño de El MiradorNaiara retrocedió como si la hubiera impactado un meteorito. Todos en aquella sala estaban consternados, y la miraban a ella sin saber ni siquiera qué decirle. El único que parecía totalmente confiado y seguro de lo que estaba diciendo era Rafael Bravo.La muchacha no pudo evitar que las lágrimas le subieran a los ojos —aunque no por las razones que su padre creía—, y miró al hombre que iba con él.—¿Y este quién es, tu abogado? —le preguntó en medio de un siseo feroz.—Exactamente, es mi abogado. Es el encargado de realizar todos los trámites a partir de ahora y...—Y de asegurarse de que puedas cobrar tu herencia, ¿no es así?La boca de Rafael se torció en una mueca de desprecio que ningún padre debía hacer en la cara de su propio hijo, pero por desgracia no podía evitarlo. Decir que tenía un alma negra era ofender terriblemente al color negro, simplemente era un hombre egoísta; egoísta, cruel y aprovechado, al que no le importaba nadie más que sí
Estaba desquiciado. Rafael Bravo estaba a punto de un colapso nervioso, el peor que había tenido en toda su vida, y Dios sabía que tenía la conciencia tan asquerosamente sucia que ya había pasado por unos cuantos.Sin embargo no logró que el hombre frente a él, aun postrado en aquella cama, hiciera ni el más mínimo gesto que denotara que le tenía algún miedo a sus amenazas.—Lárgate de aquí, Rafael —gruñó su padre—. Por más que me duela decir esto, ya no quiero volver a verte.Su hijo se dio la vuelta y salió de allí dando un portazo, vociferando y gritando todas las maneras en que se iba a vengar de ellos, de todos, mientras Naiara se acercaba al abuelo intentando consolarlo; y fuera de la sala Samuel le hacía un gesto breve a Joaquín, que salió en silencio, como si fuera un gato escurridizo, a perseguir a Rafael Bravo, porque si se le ocurría alguna estupidez adicional contra Naiara y el abuelo, más les valía saberlo con anticipación.—Abuelo ¿de verdad hiciste eso? —preguntó la muc
CAPÍTULO 75.¡Houston, tenemos un problema!El médico no se había equivocado. Tres días. Solo tres días después el abuelo estaba de nuevo fuerte como un roble, con aquel corazón latiendo a todo lo que daba, pero muy controlado. Ya podía levantarse caminar y comer solo, y hasta uno que otro chiste hacía de cuando en cuando.—¿Listo para irse, señor Félix? —sonrió Samuel entrando para despedirse, al menos de momento, porque imaginaba que le costaría mucho hacer visita constante a la hacienda de los Bravo.El abuelo le hizo un gesto para que pasara y luego miró a todos lados.—Pues sí, muchacho, ¡y entre más pronto mejor, que hay por ahí una enfermera que no quiero que me vea!Samuel levantó una ceja divertida y le hizo la pregunta del milenio.—¿La que ha estado cuidándolo todos estos días? ¿Marita?—Sí, ella. Necesito irme sin despedirme porque no quiero pasar más vergüenza.—¿Y vergüenza por qué, abuelo?—A ti no te han operado nunca ¿verdad? —rezongó el señor Félix y Samuel negó con l
CAPÍTULO 76. Vas a gritarNo hacían falta más palabras. Bastaba con mencionar a “Naiara” “casarse” y “otro hombre” en la misma oración para que todo aquel autocontrol del que Samuel había estado haciendo gala en los últimos días se esfumaran por completo.—¿¡De qué demonios estás hablando, Sergio!? —espetó con impaciencia.—De que el americanito acaba de irse, y le dijo a Naiara que Rafael ha estado buscando la forma de quitarle El Mirador, le dijo que solo él pueda ayudarla, que solo él puede protegerla, que solo quiere lo mejor para ella y todas esas babosadas...—¡Sí claro! ¡¿Pero de dónde salió esa basura de casarse?! ¡Porque que Dios agarre a Naiara confesada si se le ocurre volver con ese pedazo de mierd@ !—Pues tienes razón, no salió de ella, pero el tipo le dijo que podría protegerla mejor si fuera su marido —advirtió Sergio—¡¿Y ella qué le dijo!? ¡Jesús no me digas que le dijo que sí!—¡Más bien le dijo que lo iba a pensar!Samuel sintió que el corazón de latía con tanta fu
CAPÍTULO 77. Un seguroEl primer instinto, el básico, el natural, era ponerse a gritar como una loca y protestar y rezongar y mandarlo al demonio. Pero si algo había aprendido Naiara en el último año era a mantenerse callada hasta que la gente acabara escupiendo la verdad.—¡No me cuente usted, señorito! —exclamó porque sabía que él estaba tan furioso, que si quería respuestas la mejor y única estrategia era provocarlo.—¡No, renacuajo! ¡No voy a dejar que te cases con él!—¿Y quién demonios eres tú para decirme lo que puedo hacer o no, Samuel? — replicó ella—. ¿Tienes idea del dilema en el que estoy metida? ¿Tienes idea de cuánto le debo a Justin ahora mismo...?—La vida de tu abuelo. ¡Eso es exactamente lo que le debes, lo sé! ¡Por eso me ha aguantado cada puto celo que me ha estado martillando dentro en estos días, porque tengo muy en orden tus prioridades, las tuyas! ¡Pero el hecho de que le haya salvado la vida a tu abuelo no significa que tengas que arruinar la tuya en agradecim
CAPÍTULO 78. Un indicio de alternativa—Repítalo... —El corazón de Naiara latía tan deprisa que pensó que se le saldría del pecho de un momento a otro. Su cuerpo estaba tan tenso que tenía los nudillos lívidos de tanto apretar los puños, porque había esperado cualquier cosa menos una noticia como aquella—. ¡Repita lo que acaba de decir! —espetó furiosa en dirección al gerente del banco y el hombre se levantó medio asustado, porque lo último que necesitaba era un escándalo frente a los otros clientes.—A ver, señorita Bravo, cálmese por favor. Este no es un procedimiento extraño. Suele hacerse así si hay algún tipo de problema con el crédito o si alguien está dispuesto a comprarlo de inmediato, especialmente si ese alguien está dispuesto a pagar también los intereses...—¿¡Y qué puñetero problema había con mi crédito!? ¡Dígame! —lo increpó Naiara furiosa—. Si los primeros dos pagos estaban hechos, ¿cómo puedo venderlo sin siquiera avisarme? ¡Y tú...! —Se giró hacia Samuel con brusqueda
CAPÍTULO 80. Un ataque de pánicoSentía que se estaba ahogando, de repente su garganta se cerró, se cerró por completo y no tenía nada que ver con la altura ni con que Samuel le estuviera reclamando una parte de El Mirador, ni mucha ni poca.Parecía una total locura, pero tenía que ver con aquella cosa extraña que pretendía ser propuesta de matrimonio pero que era... ¡Maldición, ya no sabía ni qué era!La última vez que alguien había puesto la palabra “boda” y su nombre en la misma oración todo se había ido al demonio. Su vida completa tal como la conocía se había arruinado y había descubierto las peores cosas sobre las personas que amaba.La habían traicionado, la habían engañado, había tenido que salir huyendo de su propia casa y había dejado de confiar en la bondad de la gente. todo en un mismo día.Así que dejando todo aquello atrás, olvidando El Mirador, las tierras, la deuda, y el desastre, pensar en matrimonio no podía causarle ninguna otra reacción que no fuera la de la desesp