Nadie tenía que gritarles. Las amenazas sobraban. El fuego en sí mismo era un enemigo con el que no se podía razonar, que no admitía negociación.Así que para nadie fue una sorpresa cuando media hora después, con la ciudad envuelta en llamas y la certeza de muerte cerniéndose sobre sus cabezas y las de sus familias, aquellas puertas por fin se abrieron mientras tres docenas de hombres se lanzaban afuera.El ejército los recibió, poniéndolos de rodillas de inmediato y quitándoles cualquier arma que llevaran encima. Tras ellos mujeres y niños trataban de salir también, y a una sola orden de Giulia fueron apartadas de allí, incluso lejos de la otra gente de la ciudad porque no quería que vieran lo que estaba a punto de suceder.Traidores o no, aquellos hombres eran sus maridos y padres, no merecían ver cómo perdían la vida por intrigar contra la corona y poner en peligro tantas vidas inocentes.Hasan caminó frente a ellos con el rostro impasible, y a Giulia se le hacía demasiado evidente
¿Resistirse? ¡Ni de broma!Solo fue cuestión de algunos segundos para que Hasan se subiera a aquella camioneta y se dejara llevar a donde ella quisiera. Y donde Giulia quería era simplemente lejos de allí. El lugar era lo de menos, lo único importante era la soledad.Sintió los dedos de Hasan enredarse en los suyos y durante más de media hora se internaron en el desierto, hasta que Giulia detuvo el auto a la pequeña sombra de algunas palmeras.No hubo palabras, propuestas, ni mucho menos explicaciones, solo dos bocas que colisionaron en un beso salvaje, como si intentaran sacarse todo el estrés y la tensión de los últimos días a besos.—¡Dios, me estaba muriendo por besarte! —suspiró Giulia sentándose a horcajadas sobre él y lo sintió echar atrás su silla mientras sus labios bajaban desesperadamente por su garganta, jugueteando con su cuello y haciéndola sonreír.Pero la desesperación era mutua, y Giulia le abrió aquella túnica al mismo tiempo que Hasan le sacaba el uniforme y besaba
Jamás en la historia de Arabia se había visto una boda como aquella, porque no fue a puertas cerradas, no en el palacio, no fue llena de toda esa pompa y esa diplomacia que solían tener las uniones reales.De regreso a Riad, solo unos días después, la caravana fue recibida en la calle por el pueblo, que celebraba por fin el término de aquella época oscura. Había durado poco, pero había sido demasiado intensa.—¿Estás nervioso? —preguntó Giulia entrando a su habitación aquella mañana y viendo a Hasan parado frente al enorme balcón, pensativo.Estaban a punto de caminar hasta el Parlamento y anunciar su matrimonio y los ancianos, y aunque él parecía más que decidido, la euforia había quedado atrás para dar paso a la una calma extraña.—No —murmuró Hasan girándose hacia ella y tendiéndole una mano de Giulia alcanzó de inmediato.Un segundo después sus brazos fuertes la envolvían y Giulia sentía sus besos sobre el cabello.—No estoy nervioso. Estoy ansioso, pero no quiero que se me note d
El linaje de Amira Ghaza era extenso dentreo de las Doce Tribus. Primera hija de Ibrahim Ghaza, por más de tres décadas líder en el desierto hasta que su avaricia lo había llevado al secuestro y a la traición. Ibrahim había perdido literalmente la cabeza después de una sentencia del rey Abdel Nhasir, y luego las Doce Tribus habían quedado a la deriva, expuestas a más traidores oportunistas que solo querían dinero y poder.Pero si bien Hasan acababa de desbandar a aquella comunidad, no podía negarse que las líneas de sangre aún seguían teniendo validez, y que era impresionante la forma en que eso actuaba sobre la psicología de los ancianos.Todos habían conocido a la antigua reina de Arabia por matrimonio, y ahora la veían volver de nuevo, dispuesta a adoptar de nuevo después de tantos años el título de princesa para que su hija también pudiera tenerlo.—Su Majestad… —se inclinaron respetuosamente los ancianos ante ella y por más que odiara aquel gesto, Amira se contuvo lo suficiente.
La tarde estaba avanzando, y al fresco de la puesta del sol el pueblo de Arabia por fin se lanzaba a la calle para celebrar aquella boda. Era la primera vez en la historia que no se haría una ceremonia a puertas cerradas y con grandes dignatarios, sino que se haría entre el pueblo, en la enorme plaza del Parlamento y presidido por los ancianos.La historia de amor entre el noble rey Hasan y su malak por fin se sellaría de la forma en que los dos se merecían: con una boda que resonaría en las páginas de la historia de Arabia para siempre.Los preparativos se hicieron solo en un par de días, porque ninguno de los dos quería pompas ni lujos. El palacio no se adornó, pero en su lugar las calles de Riad parecían de fiesta.—¿Nervioso? —le preguntó Karim y Massimo lo espantó con un gesto, como si fuera un ave de mal agüero.—¡Calla, calla! Él no está nervioso por nada —se rio el italiano—. No se puede estar nervioso teniendo un padrinazo como yo. ¿Verdad Su Majestad?Hasan puso los ojos en
Siete meses despuésEl sol ardiente del desierto caía implacable sobre el reino, y Hasan se apresuraba a firmar todos aquellos documentos que los ancianos le ponían delante.El Parlamento procuraba ocupar poco el tiempo del rey últimamente porque sabían que Malak estaba a punto de tener a su bebé.Habían decidido seguir las tradiciones, así que en las consultas con los médicos de palacio habían revisado que el bebé estuviera en perfecto estado de salud, pero aun nadie sabía si les llegaría un príncipe o una princesa.Y la verdad era que Hasan ni siquiera estaba preocupado por eso, porque si bien era cierto que la ley exigía un heredero varón para gobernar, ya había quedado bastante claro en Arabia el poder y el valor de su reina, y lo que una mujer era capaz de llegar a hacer.El rey, por su parte, procuraba mantenerse ecuánime, aunque eso significaba controlar las ganas que tenía de encerrar a Giulia en una linda torre y no dejarla salir hasta que tuviera a su bebé.Sin embargo entre
En el interior del palacio, los médicos y las enfermeras habían sido convocados de inmediato para atender a Giulia, y nadie se atrevió a protestar cuando Hasan entró con ella y se quedó apretando su mano todo el tiempo, susurrándole palabras de ánimo y de mucho, mucho amor.El bebé estaba apurado por nacer, pero el trabajo de parto no sería rápido y para cuando las contracciones de Giulia comenzaron a ser más seguidas, ya la muchacha estaba completamente exhausta.—Oye, oye… Tú puedes —le sonrió Hasan mientras la veía sudar y sufrir y aun así tratar de ser fuerte—. Tú puedes hacer lo que sea, malak, pero escúchame… si ya no tienes fuerzas también está bien, amor, solo tienes que decírmelo, ¿de acuerdo? ¿Sí?Giulia apretó los labios porque el dolor a veces era demasiado insoportable, pero tenerlo ahí con ella, dándole esa seguridad en todo momento, sabiendo que estaría allí para protegerlos a ella y a su hijo pasara lo que pasara… eso le daba nuevas energías.Y aunque el rey tenía la m
Un año despuésParecía mentira que ya hubiera pasado todo un año desde el nacimiento de Shaytan. Sobra decir que Hasan se había convertido en un papá sobreprotector y muy presente, que había tomado con alegría sus dosis de malas noches, berrinches, desvelos y cólicos de bebés.Y Giulia solía decir que se había vuelto a enamorar de él en ese momento, justo cuando lo veía ojeroso y despeinado, meciendo a su hijo en brazos por toda la habitación par que ella se durmiera.Y ahora, un año después, el pequeño príncipe heredero corría por los hermosos jardines de palacio, tropezándose y cayéndose, pero siempre levantándose para seguir jugando como si nada hubiera pasado.—¡Es un pequeño guerrero! ¡No se puede negar! —exclamó Hasan con un suspiro lleno de ternura mientras abrazaba a Giulia—. ¡Salió a su… mamá!Ella rio por lo bajo y se levantó en las puntas de los pies para darle un beso coqueto.—Sí claro… a su mamá nada más —lo provocó porque ya había escuchado decir en el palacio que Hasan