Abrió los ojos despacio, y en el mismo momento en que sintió aquel dolor delicioso entre sus piernas, Giulia sonrió internamente. Le encantaba aquella sensación de tener a Hasan contra su espalda, respirando pesadamente por ese sueño profundo que solo ella le provocaba.Se dio la vuelta entre sus brazos y lo besó con suavidad, acariciando su cabello hasta que por fin lo vio despertar y estrecharla con más fuerza.—Creo que todavía no aprendí la lección. ¿Me la quieres repetir? —le preguntó con tono coqueto y Hasan la miró a los ojos con adoración.—Te la repito todas las veces que quieras solo para que te protejas, por favor —susurró—. Es más, ahora que veo lo mucho que te gustó, mejor cambiamos la estrategia, ya no te voy a nalguear por castigo.—¿Ah no?—Nop, ahora es un premio, ¡tienes que obedecerme para ganártelo!La carcajada de Giulia le inundó el corazón y Hasan acarició su rostro con ternura mientras intentaba controlar aquel instinto de protección y posesividad que sentía po
Debían ser quizás la una o las dos de la madrugada cuando Giulia salió de aquella tienda y buscó a Hasan con la mirada. Despertarse y no sentirlo a su lado en la cama era extraño para ella, así que sabía que mucho debía estar en ese momento por su cabeza.Su vista paseó con sutileza entre las tiendas y terminó en aquel pequeño oasis junto al que habían acampado en su última parada. Estaban moviéndose hacia el norte, porque en aquel último movimiento necesitaban estar todos sincronizados, pero a medida que se acercaban a su objetivo, el rey parecía más y más callado.Giulia caminó hacia él y lo vio sonreír en cuando sintió sus brazos alrededor de sus hombros.—Si no podías dormir podías decirme —susurró la muchacha en su oído—. Te juro que te habría cansado.Hasan pasó un brazo alrededor de su cintura y tiró de ella hasta sentarla en su regazo.—Lo sé, no hay nadie más que pueda a ponerme a dormir como un bebé —le dijo—, es solo que…—Que tienes demasiadas cosas en la cabeza —entendió
Los hombres estaban ansiosos, no podía ser de otra manera. Los Silenciosos de Diana y Massimo estaban acostumbrados a andar con la adrenalina a tope, y los soldados del Regimiento de la Guardia Real, que estaban acostumbrados a la tranquilidad, habían tenido unas semanas movidas y llenas de acción.Y en aquel momento en que parecía que todo estaba llegando a su final, todos estaban con los ánimos disparados.Ya había oscurecido y en la tienda de campaña principal Massimo, Diana, Giulia, Karim y Hasan estaban reunidos.—Veinte tráileres, llenos a reventar. Es lo más que pude transportar sin llamar demasiado al atención —les explicó Karim—, pero serán más que suficientes. Lo que necesitamos es inhabilitar los pozos, no destruirlos por completo, aunque sabemos que no es una inversión demasiado considerable volverlos a abrir.Giulia tomó la mano de Hasan y la apretó con suavidad, porque aquella idea suya había sido simplemente perfecta.—Podríamos hacerlos volar, como me dijo Giulia —resp
El corazón le retumbaba en el pecho con tanta fuerza que Giulia no podía evitar sonreír. Era una mujer de emociones fuertes, no podía negarlo, y aquel despliegue de adrenalina solo podía terminar con la muerte de Yusuf Al—Amir.Por supuesto que no le había dicho todo a Hasan, porque si le hubiera mencionado que aquel que estaba tapando en aquel momento era el pozo más visitado por el traidor, de ninguna manera la habría dejado ir. Giulia había seguido su pista durante semanas, y sabía que debía tener su campamento cerca, muy bien oculto, pero cerca.Los disparos seguían resonando a su alrededor, pero los silenciosos eran excelentes a la hora de matar, y nadie que sostuviera un arma contra ellos se mantenía en pie por demasiado tiempo.—Hazte cargo —le dijo Giulia a Bassam cuando se dio cuenta de que todo estaba bastante controlado.Lo llegaban más refuerzos de la guardia de vigilancia y ella tenía otro trabajo que hacer, una palabra que cumplir.Se subió a una de las camionetas de res
Nadie jamás alcanzaría a imaginar la fuerza de voluntad ni la rabio que avivaba en ese mismo instante el carácter del rey Hasan Nhasir. Podía seguir escuchando a Giulia, pero también era capaz de oír lo que los hombres armados alrededor se decían a veces. Estaba a menos de cinco minutos de llegar a aquella aldea cuando otras tres camionetas lo siguieron y bastó que les echara un vistazo para darse cuenta de que se trataba de Karim, Massimo y Diana. Pero no tenía tiempo como para respirar con alivio porque en aquel mismo momento escuchó un gruñido hosco de Giulia. Sabía que no debía hablar o podrían descubrir su radio, pero también sabía que algo acababa de pasar. Giulia, por su parte, maldijo para sus adentros cuando escuchó a uno de los soldados de Yusuf Al—Amir acercarse a su jefe y decirle aquello. —¡Hay una camioneta detrás de una de las casas de la aldea, bordeando el perímetro! —exclamó apurado. —¿Y eso qué tiene? —Bueno… no creo que sea de la aldea. Parece militar. Yusuf
Temblaba. No se le veía por fuera pero el alma de Hasan Nhasir viendo aquella arma contra un costado de Giulia, y junto a él se detuvieron Karim, Diana y Massimo. El ejército en pleno había rodeado la pequeña aldea en cuestión de segundos y de un instante a otro Yusuf Al—Amir se había dado cuenta de que ya no podría escapar. Estaban sitiados, y en aquel momento los agresores se habían convertido también en una forma de rehenes, porque nadie que estuviera viendo a los ojos del rey podría dudar de que estaba más que dispuesto a hacer una masacre allí con tal de barrer con todo. —¡No vas a lograr lo que quieres! —gritó Yusuf apretando a Giulia contra su cuerpo y Hasan hizo una mueca con la boca que a la muchacha se le antojó la advertencia de un tigre herido. —¡¿Y qué crees que es lo que quiero?! —respondió el rey Estaban a diez metros de distancia y no avanzaba más porque no quería poner en mayor peligro a Giulia, pero desde su posición podía ver perfectamente la forma en que la am
No sabía por qué, pero para Yusuf Al-Amir era como si aquella orden tuviera una oculta intención que lo hacía sospechar, y aquella sospecha lo aterraba más que nada en el mundo.Giulia sintió que tiraba bruscamente de su brazo para darle la vuelta y quedar de cara a él. El hombre escrutó sus ojos por varios segundos pero terminó haciéndole un gesto de desprecio.—¡Me importa un demonio que no me tengas miedo! —gruñó con rabia—. Igual voy a mandarte al quinto infierno solo para hacerle la vida miserable a Hasan Nhasir. ¿Dices que este es mi último día? ¡Por favor! ¡No tienes idea de las cosas a las que he sobrevivido, y un niño rey tan estúpido como él ciertamente será una de ellas!Los ojos de Giulia se clavaron en aquel hombre mientras una sonrisa llena de sarcasmo se esbozaba en su rostro. Había conocido hombres déspotas y malvados en su vida, pero muy pocos como Yusuf Al-Amir.—Puede que hayas sobrevivido a mucho —replicó con un tono gélido—. Pero te garantizo que no serás capaz de
Y realmente lo vio. Para su eterna rabia, Yusuf Al—Amir vio cómo aquella mujer habría los ojos, respirando pesadamente mientras decenas de manos femeninas la tocaban y trataban de hacerla reaccionar. Estaba viva. Seguiría viva. Y la certeza de que Hasan Nhasir gobernaría aquel país a partir de ese momento con mano de hierro pero junto a la mujer que amaba, fue lo último que Yusuf pudo sentir. —Ella será la reina de Arabia un día —gruñó Hasan en su oído—. ¡Pero tú no estarás aquí para verlo! Las ejecuciones eran para los tiranos, los juicios eran para el Parlamento, pero en aquel instante Hasan Nhasir por fin había comprendido qué era exactamente lo que necesitaba su pueblo. El Parlamento era para tiempos de paz, y los concejos de guerra eran para zanjar conflictos como aquel. Así que el Comandante Supremo de los ejércitos de Arabia levantó aquella espada sin que ninguna de sus manos temblara en absoluto, y para cuando bajó, como un susurro húmedo y feroz, solo cortó una vez. Muc