Nadie jamás alcanzaría a imaginar la fuerza de voluntad ni la rabio que avivaba en ese mismo instante el carácter del rey Hasan Nhasir. Podía seguir escuchando a Giulia, pero también era capaz de oír lo que los hombres armados alrededor se decían a veces. Estaba a menos de cinco minutos de llegar a aquella aldea cuando otras tres camionetas lo siguieron y bastó que les echara un vistazo para darse cuenta de que se trataba de Karim, Massimo y Diana. Pero no tenía tiempo como para respirar con alivio porque en aquel mismo momento escuchó un gruñido hosco de Giulia. Sabía que no debía hablar o podrían descubrir su radio, pero también sabía que algo acababa de pasar. Giulia, por su parte, maldijo para sus adentros cuando escuchó a uno de los soldados de Yusuf Al—Amir acercarse a su jefe y decirle aquello. —¡Hay una camioneta detrás de una de las casas de la aldea, bordeando el perímetro! —exclamó apurado. —¿Y eso qué tiene? —Bueno… no creo que sea de la aldea. Parece militar. Yusuf
Temblaba. No se le veía por fuera pero el alma de Hasan Nhasir viendo aquella arma contra un costado de Giulia, y junto a él se detuvieron Karim, Diana y Massimo. El ejército en pleno había rodeado la pequeña aldea en cuestión de segundos y de un instante a otro Yusuf Al—Amir se había dado cuenta de que ya no podría escapar. Estaban sitiados, y en aquel momento los agresores se habían convertido también en una forma de rehenes, porque nadie que estuviera viendo a los ojos del rey podría dudar de que estaba más que dispuesto a hacer una masacre allí con tal de barrer con todo. —¡No vas a lograr lo que quieres! —gritó Yusuf apretando a Giulia contra su cuerpo y Hasan hizo una mueca con la boca que a la muchacha se le antojó la advertencia de un tigre herido. —¡¿Y qué crees que es lo que quiero?! —respondió el rey Estaban a diez metros de distancia y no avanzaba más porque no quería poner en mayor peligro a Giulia, pero desde su posición podía ver perfectamente la forma en que la am
No sabía por qué, pero para Yusuf Al-Amir era como si aquella orden tuviera una oculta intención que lo hacía sospechar, y aquella sospecha lo aterraba más que nada en el mundo.Giulia sintió que tiraba bruscamente de su brazo para darle la vuelta y quedar de cara a él. El hombre escrutó sus ojos por varios segundos pero terminó haciéndole un gesto de desprecio.—¡Me importa un demonio que no me tengas miedo! —gruñó con rabia—. Igual voy a mandarte al quinto infierno solo para hacerle la vida miserable a Hasan Nhasir. ¿Dices que este es mi último día? ¡Por favor! ¡No tienes idea de las cosas a las que he sobrevivido, y un niño rey tan estúpido como él ciertamente será una de ellas!Los ojos de Giulia se clavaron en aquel hombre mientras una sonrisa llena de sarcasmo se esbozaba en su rostro. Había conocido hombres déspotas y malvados en su vida, pero muy pocos como Yusuf Al-Amir.—Puede que hayas sobrevivido a mucho —replicó con un tono gélido—. Pero te garantizo que no serás capaz de
Y realmente lo vio. Para su eterna rabia, Yusuf Al—Amir vio cómo aquella mujer habría los ojos, respirando pesadamente mientras decenas de manos femeninas la tocaban y trataban de hacerla reaccionar. Estaba viva. Seguiría viva. Y la certeza de que Hasan Nhasir gobernaría aquel país a partir de ese momento con mano de hierro pero junto a la mujer que amaba, fue lo último que Yusuf pudo sentir. —Ella será la reina de Arabia un día —gruñó Hasan en su oído—. ¡Pero tú no estarás aquí para verlo! Las ejecuciones eran para los tiranos, los juicios eran para el Parlamento, pero en aquel instante Hasan Nhasir por fin había comprendido qué era exactamente lo que necesitaba su pueblo. El Parlamento era para tiempos de paz, y los concejos de guerra eran para zanjar conflictos como aquel. Así que el Comandante Supremo de los ejércitos de Arabia levantó aquella espada sin que ninguna de sus manos temblara en absoluto, y para cuando bajó, como un susurro húmedo y feroz, solo cortó una vez. Muc
Durante toda su infancia Hasan Nhasir había sido amado por una mujer maravillosa, pero el resto del mundo en el que crecía era tan odioso y hostil que jamás había imaginado que después de su muerte podría llegar a amar tanto a alguien de nuevo.Y sin embargo, allí estaba, con el corazón en la mano delante de aquella puerta hasta que los dos médicos salieron.—Se ve más feo de lo que realmente es —aseguró uno de los doctores, haciendo que Hasan respirara con alivio de nuevo—. El hematoma y el dolor del impacto estarán ahí por algunas semanas, pero solo será eso, no hay costillas fracturadas ni problemas respiratorios, no hay daños mayores, Su Majestad.—Entonces tiene que hacer reposo absoluto —comprendió Hasan.—Bueno, absoluto como quien dice absoluto...—¡Sí, “absoluto” dije! —rezongó él—. Nada de levantarse, nada de pelear, nada de ejércitos ni silenciosos ni ninguna de esas co...—¡Hasaaaaaan! ¡Te estoy oyendo! —la escuchó gritar desde dentro—. Tú no eres médico. Deja de dar órde
Durante un instante que pareció infinito el corazón de Giulia se detuvo. ¿Qué era aquello? ¿Qué era esa sensación de que su mundo entero estaba a punto de cambiar?Porque una cosa era amar a un rey, y otra muy diferente era verlo sentado junto a su cama, mirándola atentamente, con aquella sonrisa suave que le hacía palpitar el corazón, mientras su mirada vagaba entre aquellos ojos azules de los que se había enamorado, y el anillo con ese diamante del mismo color de sus ojos que Hasan había elegido para ella.Giulia contuvo el aliento mientras veía el anillo en su mano, era absolutamente hermoso, delicado, pero a la vez fuerte e imponente.—¿Cómo...? Hasan ¿qué es esto? —susurró con voz entrecortada y un segundo después tenía al rey de Arabia arrodillado frente a ella.—Ese solo es un símbolo material del compromiso que ya tiene contigo mi corazón, malak —respondió él tomando sus manos y mirándola a los ojos—. Sé que primero debería hablar con tus padres, sé que tenemos protocolos dife
Era una de las cosas más arriesgadas que podían hacer en sus vidas. Meterse en la boca del lobo, entrar en una ciudad llena de familiares y amigos de la gente a la que habían estado matando últimamente, era una de las cosas más peligrosas que podían hacer y Hasan era muy consciente de eso.—Todo va a estar bien —susurró Giulia en el interior de aquella tienda mientras sus dedos delineaban cada músculo tenso en el abdomen del rey.Le ajustó el chaleco antibalas y apoyó la frente en su pecho durante un momento, intentando que su corazón no se llenara de temor.—Tu pecho estará a salvo, lo mismo que tu espalda —le dijo antes de mirarlo a los ojos—. Pero necesito que cuides tu cabeza. Voy a estar contigo en todo momento, pero si te digo que te agaches te agachas, si te digo que corras corres, y si hay que pelear peleamos, ¿entendido?—¿Siempre vas a mandarme así? —preguntó Hasan con una sonrisa.—Mientras sea la Comandante de tu regimiento, puedes creer que sí, voy a mandarte —aseguró ell
Aquello era una pesadilla en toda regla, una pesadilla política, una pesadilla militar, una pesadilla para la conciencia de cualquiera que tuviera la nobleza que Hasan Nhasir tenía.Sabía que estaba lastimando a personas inocentes, sabía que muchos de ellos perderían el hogar de sus ancestros, y también sabía que muchas familias, vecinos y amigos quedarían completamente rotos con aquella decisión, pero por desgracia ya no podía arriesgarse, ya no podía poner otro voto de fe en las Doce Tribus porque se habían cansado de traicionar incluso sus buenas intenciones.—¡Esto es todo lo que tenemos! ¡Esta ciudad es todo lo que tenemos! —exclamó otro de los hombres—. ¿De verdad pretende desterrarnos? ¿Que va a hacer? ¿destruirla?—Los cimientos pueden reconstruirse —declaró Hasan—. Pero los muertos no pueden revivirse, así que creo que estoy pidiendo demasiado poco, en comparación a la sentencia que podría estar dictando ahora mismo.Y aunque todos sabían que eso era cierto, aunque el rey ten