La tenue luz de una lámpara amarilla y llena de bichos titilaba en el centro del bar, arrojando sombras danzantes sobre las mugrosas mesas de madera. El murmullo de voces, risas y el tintineo de vasos llenos de licor llenaban el aire. No era particularmente un buen lugar a donde ir, pero Ivetta le había conseguido un solo nombre: Taniyn, y el único lugar donde podían encontrarlo era aquel.Así que se puso lo más feo y ancho que encontró para no buscar problemas, y entró en aquel lugar. Estaba a punto de preguntar por él en la barra cuando uno de los borrachos del bar se acercó a ella, mirándola de manera lasciva y tratando de manosearla, pero ni siquiera le dio tiempo a defenderse, porque apenas se revolvió alguien se lo quitó de encima.El borracho cayó sobre una mesa, rompiéndola, y de inmediato diez más se levantaron de sus mesas viendo el conflicto a punto de surgir.—¿Y a ti quién te dio permiso para toquetear a mi mujer, Zaid? ¿¡Quieres perder la cabeza justo después de perder l
El sol ardiente del mediodía se cernía sobre la diminuta caravana a medida que avanzaba. Kris miraba a Jana de cuando en cuando mientras avanzaban por el agreste camino que los llevaba hacia la aldea. Durante el primer tramo del viaje estarían rodeados de árboles altos que ofrecían bastante sombra, pero Kris sabía que a medida que avanzaran, la vegetación se volvería más escasa, y el calor se haría insoportable.Jana se concentraba en el camino sin decir ni una palabra, tratando de memorizarlo. Su frente estaba perlada de sudor y de vez en cuando tosía por el polvo del camino. La sensación de estar en medio de la nada, lejos de la civilización, la llenaba de una mezcla de preocupación y ansiedad. Era obvio que tenía miedo, tendría que haber estado loca para no tenerlo, porque después de todo estaban entrando en una zona de guerra.Sin embargo Kris tenía que admitir que era dura, porque en ningún momento reflejaba lo asustada que debía estar.De repente tras un par de vueltas del camin
Jana ni siquiera era capaz de explicar cómo se sentía. Por un segundo realmente había pensado lo peor, y toda aquella empatía que el hombre le había provocado desde el primer instante, había muerto al sentir su peso sobre ella. Sin embargo, al darse cuenta de que solo estaba intentando salvarle la vida, un millón de emociones se habían disparado en su cuerpo de una sola vez.—¿Tú estás bien? —le preguntó nerviosa, mirándolo atentamente.—Sí... Sí, estoy bien. Pero será mejor que nos vayamos ya. Está oscureciendo y quiero aprovechar el fresco de la noche para que podamos avanzar.Jana asintió, y lo primero que hizo Kris fue sacarla de la tienda porque sabía que una serpiente muerta todavía tenía nervios activos como para morder durante un par de horas más.Recogieron todo con prisa y se subieron al auto.El aire de la noche hacía que el viaje fuera menos cansado, pero aun así Jana podía sentir que de vez en cuando aquel hombre la miraba como si quisiera asegurarse todavía de que estaba
Jana podía sentir cada músculo de Kris tenso contra su espalda. No sujetaba sus brazos con fuerza, más bien parecía como si solo la estuviera acariciando con demasiada posesividad. Él, por su parte, miraba al hombre con una mezcla de curiosidad y escepticismo pintada en su rostro. La tensión en el aire era palpable mientras el desconocido parecía considerar sus opciones. Sin embargo él no estaba dispuesto a darle mucho tiempo para pensar.—¿Vas a llevártela o no? —le espetó con el tono cortante de la paciencia agotada.—No… señor Taniyn… yo no…—¡Vamos, tómala! ¡No es tan difícil! ¡Solo tienes que estirar la mano!El hombre finalmente asintió con renuencia y Jana perdió el aliento cuando lo vio acercarse a ella, como si quisiera agarrar una de sus muñecas. Pero para poder hacerlo y antes de que llegara ni siquiera a tocarla, Kris atrapó al tipo con una mano por el cuello de la camisa y sacó un arma de su cinturón con la otra. Jana no supo en qué momento él la colocó entre sus dedos te
La tienda estaba a la sombra de los riscos del paso montañoso y el sol no le pegaba directamente, pero no era eso lo que mantenía caliente aquel lugar. Jana contuvo el aliento mientras lo observaba quitarse la camisa, y la luz vibrante que lograba atravesar la tela, resaltaba las líneas de su cuerpo y revelaba no solo la tensión de sus músculos, sino también el hecho de que estaba cubierto de tatuajes.Jana quedó aturdida por un momento al ver la red de tinta sobre su piel. Los tatuajes eran una maraña de diseños y símbolos que se extendían por su pecho y uno de sus brazos. No pudo evitar preguntarse sobre la vida de Kris y cómo había llegado a ser el hombre que estaba frente a ella. La presencia de esas marcas en su piel le dio un aura de misterio que la intrigó profundamente, porque cada uno de ellos parecía tener una historia propia.—¿Quieres una toallita? —sonrió él y ella se sobresaltó, mirando a otro lado—. Oye, no me molesta que me veas con hambre, casi estaba a punto de pasa
El silencio que envolvía la aldea hizo que todos los instintos de Kris se dispararan. Tenía un mal presentimiento, como si estuvieran siendo observados desde las sombras. Miró a su alrededor, tratando de identificar cualquier indicio de lo que había sucedido, pero todo parecía tranquilo, demasiado tranquilo.De repente, uno de sus hombres les gritó y solo segundos después salió de una de las casas llevando de la mano a un niño de unos diez años. Jana se lanzó al suelo de inmediato y corrió hacia él. El niño estaba sucio y descalzo, con lágrimas en los ojos mientras miraba a todos con temor.Uno de los hombres de Kris se adelantó con cuidado y habló en un tono calmado para no asustarlo. Jana no conocía el idioma, así que tuvo que esperar con impaciencia a que lograran sacarle algo de información. Poco a poco, el pequeño tomó valor y les explicó lo que había sucedido.—Dice que unos hombres armados vinieron ayer en la noche —tradujo el hombre—. Se llevaron a todos… dijeron que los liber
Todo estaba listo. Aquellos hombres que estaban trabajando con él desde hacía meses, ya conocían perfectamente cuáles eran los protocolos para los casos de ataque, sí que apenas cayó la noche se dirigieron con toda la caravana de animales hace el campamento donde tenían retenidas a todas las personas de la aldea. Había poca luna, así que para cuando lo avistaron todo lo que se veían eran las luces de las hogueras. Jana estaba con ellos, porque Kris no había querido arriesgarse a dejarla sola en la aldea abandonada. Por muy feas que se pusieran las cosas, siempre estaría más a salvo con él. Cuando por fin estuvieron listos se volvió hacia ella y la muchacha pudo notar la expresión seria en su rostro. —No grites, no te espantes, sigue mis órdenes al pie de la letra y cuando llegue el momento solo échate al suelo, ¿entendido? Jana asintió con determinación a pesar de que todo su cuerpo cosquilleaba. Podía sentir la adrenalina y la certeza del peligro latiendo en sus oídos. Avanzaron
Jana se sentó en el suelo, sosteniendo con cuidado al recién nacido en sus brazos, era un hermoso varoncito. El pequeño estaba pálido y frágil, pero Jana no se dio por vencida. Sus manos temblorosas trabajaban con destreza para asegurarse de que el bebé recibiera todo el cuidado necesario.Hizo todo lo posible para estimular la respiración del bebé, masajeando su espalda suavemente y sosteniéndolo en una posición que facilitara la expansión de sus pulmones. Los segundos parecían eternos mientras esperaba ansiosamente cualquier señal de que el bebé comenzara a respirar.Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, un débil llanto brotó de los labios del recién nacido. Jana dejó escapar un suspiro de alivio mientras lo acunaba en sus brazos.—Está bien, pequeño. Estás a salvo ahora —le susurró con ternura, sintiendo un nudo en la garganta mientras sostenía al bebé en sus brazos.El padre del niño, que había estado observando con ansiedad, se acercó a Jana con los ojos llenos de