DOS SEMANAS DESPUÉSJana salió a la pequeña terraza y respiró profundamente el aire fresco de la tarde. Se sentía aturdida y abrumada, pero la verdad era que le echaba la culpa a las siestas y el embarazo. Tenía una excelente ginecóloga que le aseguraba en cada consulta que todo estaba bien, pero Jana sabía que en el fondo todo aquel cansancio solo era culpa y melancolía.Se había obligado a ser fuerte por su hijo, y porque no olvidaba lo que le había prometido a Kris: que cuando él no estuviera sería una mujer capaz de sobrevivir... sin embargo era imposible que dejara de pensar en todo lo que había pasado.Nhora le había dicho que si Kris entraba por aquella puerta era porque había matado a su hermano, pero luego Mitch había llegado sano y salvo. También le había dicho que Kris no quería a su hijo... le había mostrado aquella grabación, la misma que probablemente estaba entre los archivos de aquel celular que no se había atrevido a tocar en meses y que descansaba en el fondo de su c
“¿Estás segura de que quieres hacer esto?”, se preguntó y luego se encogió de hombros antes de responderse: “Sí, muy segura”.Se bajó del jeep con mucho cuidado y puso aquel ladrillo sobre el acelerador, mordiéndose los labios con mucha concentración mientras apuntaba bien el auto hacia aquel poste de luz donde estaba el transformador principal que lanzaba corriente hacia la hacienda de su vecino.El coche a toda velocidad no se desvió y no solo tumbó el poste, sino que arrancó cableado y el transformador explotó sonoramente echando chispas por todos lados hasta que se hizo un silencio absoluto en los cables de tensión.—¡Ay dios! ¡Tengo que apurarme! —murmuró para sí misma mientras sacaba el coche de allí y lo escondía cerca.Luego azuzó estratégicamente a sus tres lindas vacas nuevas para que pastaran alrededor del poste y se largó de allí en el mayor sigilo.Pasó la mañana, pasó la tarde, y apenas se estaba despertando de su siesta de antojos cuando la señora Clara tocó a la puerta
Había sido toda una odisea meterse en la casa nueva de Jana para poner aquellas cámaras, pero nadie podía decir que el recién estrenado señor Kris Hall no era un hombre de muchos recursos.Quizás lo más difícil para él había sido tener que esperar a que ella se marchara a la ciudad más cercana y no verse tentado a quedarse durmiendo en su cama, con la nariz enterrada en aquel olorcito de sus sábanas que tanto le gustaba…Pero al final había hecho justamente lo que había prometido: cuidarla, vigilarla, velar por ella sin que Jana lo supiera y Dios sabía que no había sido él el insistente. Por eso no había reclamado nada por el agua ni por ningún otro de los “desafortunados accidentes” que se había inventado.Era la primera en dos semanas que la veía sonreír con un poco de maldad y le encantaba. Aquel video suyo con las gallinas quedaría para la historia… aunque la mayor incertidumbre de Kris era si alguna vez serían capaces de continuar aquella historia.La verdad era que cortarle la l
—¡No me toques! —exclamó Jana tratando de alejarse de él, pero Kris estaba demasiado asustado como para quedarse quieto.Agarró el cañón de aquella arma con el mismo poco miedo de siempre y lo dirigió a su pecho mientras la miraba a los ojos.—Ya sabes dónde disparar, hazlo ahora o siéntate tranquila porque no quiero que ni tú ni nuestro bebé se lastimen —le dijo en voz baja y ella dejó escapar un gruñido de impotencia mientras retrocedía hacia la pequeña camita que había en el lugar y se sentaba, intentando encajar aquella molestia—. ¡Dime dónde te duele, amor…! O mejor no, ¡vámonos al hospital ahora mismo…!—¡Cállate de una maldit@ vez, Kris! —murmuró ella dejando el arma a un lado y secándose las lágrimas.Se sentía tan mal que apenas podía procesarlo, pero aquella punzada en su vientre era su hijo moviéndose y ella sabía que a veces pateaba en lugares que dolían.—Jana no quiero que les pase nada…—Nada va a pasarnos, solo se está moviendo —murmuró la muchacha y Kris se arrodilló
Le dolía, era algo que simplemente le dolía demasiado. Jana no sabía si estaba llorando o reclamando, solo que no podía seguir con aquel dolor atravesado en el pecho durante más tiempo.—¡¿Me quieres explicar qué demonios está pasando, Mitch?! —le gritó a su hermano y del otro lado solo se escuchó un suspiro cansado.“Dime que estás sentada y que vas a tranquilizarte, por favor”, le pidió aunque sabía que eso era mero protocolo, porque descubrir que Kristoff estaba vivo lo que menos haría sería calmarla.—¡Dime qué es lo que está pasando! —insistió Jana tratando de contener las lágrimas.“Pasó que mi hombre de confianza me mintió, hermanita. Nos dijo que Kristoff estaba muerto y luego le vendió tu nueva identidad”, le explicó Mitch.—Stefan…“Él mismo. Kristoff lo mató y vino a notificarme que te iba a cuidar”.—¡¿Y lo dejaste venir?!“¿De verdad crees que hay alguien que pueda meterse en el camino de ese hombre cuando se trata de ti? Tendría que haberlo matado, ¡de nuevo! ¿Eso fue lo
El sol ya estaba alto cuando Jana volvió a abrir los ojos, y se dio cuenta de que estaba en su casa, acostada en su propia cama mientras Kris estaba sentado en una silla a su lado, con los codos apoyados en las rodillas y mirándola con la mayor preocupación.¿Cómo había llegado de vuelta a su propia hacienda? No tenía ni idea, pero sabía que la misma expresión demacrada y asustada que le veía a él, también debía tenerla ella.—Escuché el audio completo —murmuró Jana por lo bajo y él frunció el ceño, arrodillándose junto a la cama.—¿Qué audio es ese, amor? Lo sigues diciendo y yo sigo sin entender —replicó Kris con suavidad.La muchacha se metió una mano en el bolsillo del vestido, tanteando a ver si todavía estaba allí, y sacó el celular de Nhora.—Mitch me lo dio cuando me despedí de él —murmuró.—Yo… se lo di cuando confrontamos a mi madre —dijo Kris, reconociéndolo—. Michael sacó de ahí las coordenadas de tu ubicación por el GPS.Jana abrió la galería y reprodujo la versión recort
El corazón de Jana golpeaba demasiado fuerte en su pecho. ¿Una cena?Lo miró de arriba abajo como si de repente se hubiera vuelto loco, pero Kris solo le sonreía con aquella expresión radiante, una que jamás le había visto antes.—Yo… supongo que… sí, supongo que puedo comer… la gente come ¿no? —murmuró la muchacha y él aplaudió como si se hubiera ganado un premio.—¡Exacto! La gente come, nosotros también. ¡Es una excusa genial! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? —murmuró rascándose la cabeza—. Me hubiera ahorrado las cabras…—¿Perdón?—¡Que trataré de llevarme mis cabritas, eso dije! ¡Vamos chicas! ¡Brinquen a casa, vámonos! —las llamó pero al final Anton, Cooper y él tuvieron que correr desesperados detrás de los animalitos porque no tenían ninguna intención de irse.La odisea costó que ni quedaran en el día y la hora de la cena, pero apenas una hora después Jana recibió un mensaje en su celular y ni siquiera se molestó en preguntarse cómo diablos Kris había obtenido su número pr
Jana tenía el corazón estrujado viendo todo aquello. A ella la tenía sin cuidado el sexo del bebé, solo sabía que sería una sorpresa y que lo disfrutaría inmensamente.—Dime una cosa, ¿si no te hubiera descubierto cómo ibas a traer al bebé aquí? —le preguntó y Kris juntó las cejas con un puchero.—Bueno… te habría ido colando todas estas cosas en el cuarto del bebé poco a poco —respondió pensativo.—Claro, porque seguro que no me iba a dar cuenta de una cuna de ese tamaño que apareciera mágicamente en el cuarto del bebé.Kris resopló echándose atrás el cabello y se encogió de hombros antes de levantar las manos a la altura de la cabeza con un gesto de rendición.—¡OK, OK! Lo reconozco, no pasé las clases de “Introducción al camuflaje I” en la escuela de la mafia, yo era de los que llegaban imponiendo, ya sabes… ¡Diablos ni siquiera me pude esconder de ti dos semanas! —arrugó el ceño y Jana le acarició despacio aquel cabello que le había crecido muchísimo.—Bien, al menos reconoces que