Un fuerte destello golpeó la mente de Edward Sus ojos. Había estado pensando en aquellos ojos justo antes... pero eso era todo lo que podía recordar. Edward la miro y con ternura exclamó –Recuerdo tus ojos « Tus Ojos» siempre me han gustado, son muy expresivos. –Sí. Eres mi esposa –dijo, más que nada para probar las palabras. Sabía que eran cierta. –Bien. Estas empezando a asustarme –murmuró Rosi con voz temblorosa. –Estoy aquí destrozado, ¿y solo acabas de empezar a asustarte? –No, pero el hecho de que no parecieras recordar me ha supuesto una dosis extra de miedo. –Eres mi esposa –repitió el–. Y yo soy... Un intenso silencio se adueñó por unos instantes de la blanca habitación. –No me recuerdas –dijo Rossi, conmocionada–. No recuerdas bien, no sabes quién eres. Edward cerró los ojos y experimentó una punzada de intenso dolor en la parte trasera de las piernas. –Debo recordar. La alternativa supondría una locura –volvió a mirar a Rossi–. Recuerdo tus ojos. Algo cambió en
Edward aún no podía recordar su nombre cuando lo sacaron de la clinica en una silla de ruedas para meterlo en una especie de ambulancia. Sabía cuál era su nombre, pero lo sabía porque se lo habían dicho, no porque lo hubiera recordado. Algo muy distinto. Pero lo que sí sabía con certeza era que todo aquello afectaba intensamente a su orgullo. No le gustaba necesitar la ayuda de otros. No le gustaba estar en desventaja. Y, sin embargo, allí estaba, a merced de los demás y con el orgullo por los suelos. Era extraño tener tan pocos recuerdos y ser tan consciente de los sentimientos que albergaba por Rossi. El trayecto hasta la casa fue largo y doloroso. Sabía que era afortunado por tener tan solo dos costillas rotas a causa del accidente, además de numerosas contusiones, pero aún estaba demasiado dolorido como para caminar. Edward, se estaba esforzando por memorizar todas las cosas para saber al menos algo sobre sí mismo, lo que resultaba bastante deprimente. Según el médico, en lo r
Edward estaba abrumado tenia la esperanza que al entrar a casa habría algo que lo ayudaría. Era una casa preciosa. Pero él no encontró en ella la magia que esperaba. –No la recuerdas, ¿verdad? –preguntó Rossi en tono apagado. –No –contestó Edward mientras seguía mirando atentamente los muros y los ventanales de la casa. –Hace muchos años que conoces esta casa. Desde que empezaste a trabajar para mi padre cuando te convertiste en su protegido, el quería a su lado un hijo varon. –¿Fue así como paso todo ? Nuestro matrimonio Rossi asintió y él percibió cierta rigidez en su actitud, cierta reticencia. –Solías reunirte con él en su estudio. Yo nunca estaba presente, algo lógico dado que solo era una mujer y mi padre no miraba bien a las mujeres en los negocios. –¿Cuántos años tienes? –preguntó. –No creo que eso tenga importancia. ¿Acaso has olvidado también eso? El asintió con la cabeza –No recuerdo ni mi edad. –Pero dejemos el tema. ¿Qué te parece si te enseño tu habitación?
Rossi sentía que estaba muy inquieta, trataba de controlar sus emociones para no perder la cordura. Aquel accidente era un imprevisto y tenía que hacer frente a todo, pues estaba claro que Edward no estaría bien por un buen tiempo. Edward habia perdido la memoria y las dudas de los socios del consorcio eran fuertes a parte de exigentes. – Pensó Rossi mientras caminaba de un lado a otro de su estudio. En ese instante se oye el ruido de un auto y luego las risas de los niños –Mami, mami donde estas –Eran las palabras inquietas de Santi Rossi bajo las escaleras mientras sonreía al niño –Mi amor como te fue, disfrutaste durante tus vacaciones con tu tio Rene y tu herminta –Si mami y papi como sigue –Yo también quelo ve a papi ía Rossi –Mucho mejor, más tarde lo veran, en la cena niños ahora está descansando –Disculpa Rossi, pero he estado llamando y . . . –No hay problema Nidia hace un rato que llegue a la villa y estaba ubicando a Edward en la habitación para que descansara un
Había pasado dos semanas desde que Edward había regresado a Villa Luna y aún no recordaba nada. Rossi estaba luchando contra la inquietud y la desesperanza mientras experimentaba una creciente ternura en su corazón cada vez que estaba con él. Pero sabía que, en realidad, aquella ternura no era nada nuevo. Muy a su pesar en el pasado, siempre había sentido algo por Edward. Pero él no sentía lo mismo por ella. Nunca lo había hecho. Sin embargo, ella no lograba librarse de esa sensación, de aquella necesidad. –Vuelve a la relidad Rossi –Exclamo ella en voz alta para ella misma. Miró el ordenador que tenia al frente y regreso a revisar los documentos. Al escuchar unos pasos que se acercaban, se irguió de inmediato a la vez que aferraba contra su pecho la carpeta que había estado comparando con la información del ordenador. –¿Rossi? –Edward entró en el salón con un aspecto mucho más alerta y desenvuelto del que había tenido unos días atrás, se estaba recuperando. Estaba durmiendo mucho
Oir esas palabras dichas con tanto sentimiento en la boca de Edward dejaron a Rossi casi sin poder respirar por completo. Tenía la sensación de que en cualquier momento podía desmayarse. La pesadilla que había sido su vida en el pasado se estaba convirtiendo en un sueño. Y, perversamente, estaba disfrutando de ello y ella no terminaba de comprender. –Lo... lo que has dicho ha sido . . –Rossi no pudo continuar y Edward exclamo con molestia –Por lo que me dijo Altemirante, Soy tacaño y arrogante, ¿recuerdas? No soy generoso ni especialmente amable. Estoy siendo sincero. Ella solo lo miro guardando silencio, no salían palabras de su boca –Rossi, hay un límite a la clase de verdades que se pueden decir en mi estado. Apenas si tengo recuerdos. Pero lo que te he dicho es cierto, son mis sentimientos – tomó el rostro de Rossi por la barbilla–. –Eres mi esposa. Quiero saberlo todo sobre ti –. Acarició sus labios con un dedo. Rose carraspeó, nerviosa, –¿Fuiste a la universidad? –pregu
Rossi habia huido de él. Lo dejo allí en la terraza y se metio a su habitación su corazón palpitaba en su pecho. Deseaba a Edward. Y aquello suponía una prueba muy dura para su voluntad, para su capacidad de contención y para su verdad. Ella sabia que al final, la satisfacción de aquel deseo acabaría suponiendo su perdición. Cerró los ojos con fuerza, apretó los puños y esperó a que su cuerpo dejara de temblar para moverse. Cuando recuperó el aliento se desvistió. Entró en el baño y abrió los grifos para llenar la bañera. No era tonta, entendía bien que el sexo era muy poderoso, y sabía que habría sido estúpido considerarse inmune a aquella poderosa fuerza de la naturaleza. Al ver que la bañera ya estaba casi llena, respiró profundamente y cerró los grifos. Luego se volvió hacia el lavabo y comenzó a sujetarse el pelo con unas horquillas, despacio, metódicamente, trataba de borrar todo de su mente. –Me pregunto... –al escuchar una profunda voz masculina a sus espaldas, Rossi s
Rossi se apartó de él como pudo un poco le miroy exclamo . . . –Disculpa pero yo me siento derrota por tus manipulaciones y . . . . ––No cometas el error al pensar que la falta de mis recuerdos no se o controlo mis emociones y deseos. Yo no necesito recordar para desear a una mujer. Eso está en nuestra naturaleza, Rossi. Siento el deseo en mi cuerpo y mí arde de deseo por ti. Y la deseaba a ella. Daba igual lo que hubiera querido en el pasado. Aquel era el presente, y la estaba eligiendo a ella. Rossi no sabía bien lo que estaba haciendo solo se dejaba llevar por sus emociones. No tenía ninguna habilidad en el arte de la seducción. Tan solo contaba con esa pasión que sentía, pero dudaba de que hubiera otra mujer viva que sintiera tanta pasión por Edward grant como ella. Sus carencias en el terreno de la experiencia podían ser compensadas con creces con su deseo. Retiró la camisa de los hombros de él para acariciarle lentamente la piel, maravillada ante lo bien formado que estaba