Oir esas palabras dichas con tanto sentimiento en la boca de Edward dejaron a Rossi casi sin poder respirar por completo. Tenía la sensación de que en cualquier momento podía desmayarse. La pesadilla que había sido su vida en el pasado se estaba convirtiendo en un sueño. Y, perversamente, estaba disfrutando de ello y ella no terminaba de comprender. –Lo... lo que has dicho ha sido . . –Rossi no pudo continuar y Edward exclamo con molestia –Por lo que me dijo Altemirante, Soy tacaño y arrogante, ¿recuerdas? No soy generoso ni especialmente amable. Estoy siendo sincero. Ella solo lo miro guardando silencio, no salían palabras de su boca –Rossi, hay un límite a la clase de verdades que se pueden decir en mi estado. Apenas si tengo recuerdos. Pero lo que te he dicho es cierto, son mis sentimientos – tomó el rostro de Rossi por la barbilla–. –Eres mi esposa. Quiero saberlo todo sobre ti –. Acarició sus labios con un dedo. Rose carraspeó, nerviosa, –¿Fuiste a la universidad? –pregu
Rossi habia huido de él. Lo dejo allí en la terraza y se metio a su habitación su corazón palpitaba en su pecho. Deseaba a Edward. Y aquello suponía una prueba muy dura para su voluntad, para su capacidad de contención y para su verdad. Ella sabia que al final, la satisfacción de aquel deseo acabaría suponiendo su perdición. Cerró los ojos con fuerza, apretó los puños y esperó a que su cuerpo dejara de temblar para moverse. Cuando recuperó el aliento se desvistió. Entró en el baño y abrió los grifos para llenar la bañera. No era tonta, entendía bien que el sexo era muy poderoso, y sabía que habría sido estúpido considerarse inmune a aquella poderosa fuerza de la naturaleza. Al ver que la bañera ya estaba casi llena, respiró profundamente y cerró los grifos. Luego se volvió hacia el lavabo y comenzó a sujetarse el pelo con unas horquillas, despacio, metódicamente, trataba de borrar todo de su mente. –Me pregunto... –al escuchar una profunda voz masculina a sus espaldas, Rossi s
Rossi se apartó de él como pudo un poco le miroy exclamo . . . –Disculpa pero yo me siento derrota por tus manipulaciones y . . . . ––No cometas el error al pensar que la falta de mis recuerdos no se o controlo mis emociones y deseos. Yo no necesito recordar para desear a una mujer. Eso está en nuestra naturaleza, Rossi. Siento el deseo en mi cuerpo y mí arde de deseo por ti. Y la deseaba a ella. Daba igual lo que hubiera querido en el pasado. Aquel era el presente, y la estaba eligiendo a ella. Rossi no sabía bien lo que estaba haciendo solo se dejaba llevar por sus emociones. No tenía ninguna habilidad en el arte de la seducción. Tan solo contaba con esa pasión que sentía, pero dudaba de que hubiera otra mujer viva que sintiera tanta pasión por Edward grant como ella. Sus carencias en el terreno de la experiencia podían ser compensadas con creces con su deseo. Retiró la camisa de los hombros de él para acariciarle lentamente la piel, maravillada ante lo bien formado que estaba
Edward recordaba las indicaciones del doctor le había ordenado pasar unas horas al día sentado al sol para que no sufriera alguna carencia vitamínica, pero habría preferido estar en casa que en la terraza y jugar con los niños. Y en casa, con Rossi desnuda entre sus brazos mientras le daba placer una y otra vez. Se sentía insaciable por su esposa, por la mujer a la que apenas si había tocado antes del accidente. Frunció el ceño. No lograba entender por qué había hecho algoasí. Y eso le preocupaba. Y mucho, porque en aquellos momentos no podía imaginarse a sí mismo manteniendo a Rossi a distancia. Quería sentirla desnuda contra su piel todo el rato. Pero había habido algo. Algo lo suficientemente grave que su parte más interna le ponía en alerta. Una parte de sí mismo quería conocer el motivo. Pero había otra que quería que las cosas siguieran como estaban en aquellos momentos. Porque ahora tenía a Rossi, y sabía que jamás querría que se fuera de su lado. Todo transcurrió perfect
Dias después del alta de Edward, Rossi volvio a su nueva cotidianidad, presedir como directora General el consorcio de su padre. En ese momento ella se encontraba sentada detrás del escritorio que tiempo atrás ocupara Edward, cuando ejercía tal cargo; estaba terminado el analices, revisión y corrección de los últimos informes de esa semana tan atariadad para ella. Levantó las manos y se cubrió el rostro con ambas palmas estaba algo cansada, pero se sentía satisfecha había podido salir bien de todo ese trabajo y lo realizó bien. Todo estaba preparado para la junta de ese dia. Se recargó en el asiento y cerro por unos instantes sus ojos, estaba tan concentrada que no noto el momento que Edward entro a la oficina dejando un pequeño obsequio en el escritorio. Ella levantó la vista y observo a Edward con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón . . –¿Qué es? . . . .–pregunto Rossi con seriedad. –¡Abrelo! –Le exhorto Edward Rossi se tornó dudativa, aquella pequeña caja de terc
Ya no tenía palabras para expresar lo que sentía, pero podía demostrárselo. Podía hacerle ver la tormenta de fuego que ardía en su interior y en ese instante era lo que hacía.. Y, si aquello hacía que ambos ardieran vivos, no le importaría ser consumido. Lo decidió en aquel instante. –No quiero hacerte más daño. No quiero volver a romperte el corazón –murmuró entonces Edward, repentinamente tenso. –Creo que ambos estamos un poco rotos –Rossi lo rodeó con los brazos por el cuello y lo atrajo hacia sí–. –No se, tal vez por eso estamos ahora encajando. Edward le acarició la mejilla con delicadez –Pero yo fui quien te rompió a ti. Allí, en el lugar en que floreció tantas emciones por él, había encontrado algo nuevo. La necesidad de tener algo más que una vida alejada del mundo. Edward se tumbó a su lado y apoyó la cabeza sobre un codo para mirarla. –Es hora de comer –dijo mientras le acariciaba la mejilla–. De hecho, por eso he venido a buscarte. –Supongo que nos hemos tomado un
–¿Cómo puedes acusarme a mí de estropearlo? ¡No fui yo la que tuvo una ristra de amantes durante nuestro matrimonio! –Ya sé que fui yo. Y ni siquiera lo oculté. Estoy avergonzado de ello. Pero no puedo cambiar el pasado, Rose. Cariño tendrás que permitir que pueda alejarme de los errores que cometí. Si vas a seguir viéndome siempre como lo que fui, nunca podré superarlo. –Así que depende de mí, ¿no? –preguntó Rossi en tono gélido. –Si para ti voy a seguir siendo solo el hombre que te traicionó, será muy difícil para ambos Aquellas palabras golpearon de lleno el corazón de Rossi. –Lo siento –murmuró. Se había sentido nerviosa todo el día ante la perspectiva de la fiesta. No estaba siendo ella misma. Y aquello no era justo para Edward. –¿Puedes decirme qué te pasa? –preguntó él con ternura. –No tenemos por qué tener esta discusión ahora. –Yo me temo que sí. Sobre todo porque pareces muy disgustada conmigo. –No estoy disgustada contigo. Pero... no puedo olvidar que durante los
La noche iba avanzando y ellos continuaban allí sentados conversando dispuestos a llegar a una meta bien para todos. Asi que Edward la miro y con desolación continuo . . –Y tú... tú has sido valiente. Te esforzaste y luchaste por nosotros. Me exigiste que reaccionara en varias ocasiones y yo no quise hacerlo. Pero no quiero lo que propones –¿Qué quieres decir? –preguntó Rossi con suavidad. –He querido conversar contigo porque necesito pedir lo imposible de ti una vez más. La esperanza, el dolor y la alegría se adueñaron de Rossi en igual medida al escuchar aquello. –No hace daño pedir –murmuró. –Soy un hombre a medias.Los papeles están firmados. La casa y la empresa son tuyas. Pero necesito pedirte esto: perdóname, por favor. Dame una segunda oportunidad. Rossi tuvo que esforzarse. –¿Por qué? ¿Por qué iba a darte una segunda oportunidad? – preguntó, temblorosa–. La casa y la empresa no significan nada para mí. Estaba dispuesta a dejarlo todo atrás. No lo quiero. El la miro y