Dos años atrás . . . –Amiga, como te sientes,. . . –Muy bien Nidia y el bebe . . . –Está bien, es hermoso dentro de un rato te lo traen. Rossi debo decirte algo pero por favor no te inquietes . . . –Tranquila, nada ni nadie me robara estos momentos de felicidad, amiga . . .–¿Qué pasa? Nidia la miro y con gran inquietud exclamó . . . –Edward, cancelo todos los gastos de la clínica, en cualquier momento puede que llegue amiga. Que piensas hacer . . . –Por supuesto, voy a marcharme de aquí, debo alejarme de él. Me puedes ayudar . . . –¿Y tienes que preguntármelo? ¿Qué es lo que tienes en mente? Rossi dudó al darse cuenta de que no tenía nada en mente. Sin embargo, eso solo duró un segundo. –¿Puedes ir a mi casa para recoger mí pasaporte y el equipaje que tengo preparado para emergencias? –Claro, Tendrás que bajar por las escaleras traseras de la clínica . . . –Mientras tanto yo reservaré un vuelo. Si puedo tomar prestado tu auto? –¡Claro! Eso ni lo preguntes . . . –Gracias,
Esa mañana Rossi, sentada miraba a Santi su hijo, jugando con la arena. El niño ya caminaba, pronto cumpliría los tres años. Era blanco, los ojos grandes como su padre y su pelo negro azabache. El tiempo había pasado rápido. Estaba distraída cuando oyó la voz alterada de Mara, quien corría hacía ella . . . Se dio la vuelta y vio que Mara se acercaba a ella corriendo entre las rocas que marcaban los límites de la entrada hacia el jardin y la playa Tenía el rostro sonrojado y se estaba trastocando las manos. Rossi sintió que el corazón comenzaba a latirle con fuerza. Sabía que el gesto de Mara era el anticipo de malas noticias. Un mal presentimiento se apoderó de ella. Se acercó más al niño. ¿Le habría pasado algo al esposo de la señora Mara? ¿A Maya, tal vez...? –He venido a advertirle –dijo Mara con la voz entrecortada–. Su... –No hay necesidad, señora Mara –la interrumpió una profunda y gélida voz–. –Soy perfectamente capaz de hablar por mí mismo, ahora por favor déjenos ella y
Una hora más tarde luego de tomarse unos minutos para sacarse el agua salada con un buen baño, Rossi desde su habitación oyó las risas de su hijo y la voz de Edward, miro por la ventana de su habitación y presencio la escena, el niño y Edward, sentado en el jardín jugando con el niño con una pelota lazando la pelota y meterla dentro de un tobo. La alegría del niño era vigente. Rossi sintió una emoción que no pudo evitar. Cuando Rossi llego al jardín comentó . . . –Santi ya es hora de almorzar y luego debes dormir una rato hijo, ven vamos . . . El niño miro a Rossi y sonriendo exclamo –Mami, he jugado con tu amigo un rato y he metido ya varias pelotas al cubo, él me enseño mami. . .–¿Puede venir almorzar el con nosotros mama . . .? Rossi miro al niño tratando de controlar todas sus emociones alborotadas por la presencia de Edward allí . . . –Claro hijo, él está invitado . Miro a Edward y le comentó te puedes lavar en el baño de visitantes, está a la izquierda, Edward. Minutos des
La presencia de Edward la tenía inquieta, la pena de la muerte de sus padres empeoraba toda esta situación. No lograba conciliar el sueño. Así que decidió salir. . . El aroma del mar era muy relajante para ella y al mezclaba con el aroma de las flores y de algo más que no era capaz de nombrar, la hacía sentir paz. Cerró los ojos y aspiró profundamente. Resultaba muy familiar y profundamente atractivo, algunas emociones despertaban en ella, pero no podía concretar de qué se trataba. –Hola, Rossi. ¿No puedes dormir? – Era Edward. Su voz sonó cálida en ese instante y sin poder evitarlo la envolvió por completo. Se dio la vuelta y se agarró a la barandilla para no caerse y con la otra mano se agarró el escote de la bata. Él estaba al otro lado de la terraza, pero también se accedía a la terraza de su habitación. La luz era demasiado tenue para leer la expresión de su rostro, pero había mucho más que ver. Mucha piel desnuda. Él llevaba puestos unos pantalones de pijama, que le quedaba
Edward más seguro refuto – Rossi tu miedo será . . . –¿Podría ser… esto? –prosiguió él como si Rossi no hubiera comentado nada. Le tiró de la mano y la estrechó contra su cuerpo. Rossi contuvo el aliento cuando le plantó la otra mano sobre el pecho para alejarlo de ella. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Edward se llevó la mano que le había agarrado y la apretó los labios contra la palma. Ella sintió unos labios sorprendentemente suaves y la deliciosa abrasión de la incipiente barba de Edward, un recordatorio de su masculinidad. Inmediatamente, las sensaciones que aparecieron en ella. Deseo. Delicia. Debilidad. No lo comprendía. Su cuerpo empezó a temblar y supo que tenía que revelarse contra lo que estaba sintiendo. Edward la amoldo a su cuerpo y se inclinó de nuevo para besarle la sensible piel del reverso de la muñeca, haciendo que las chispas saltaran en su sangre. El problema era que Rossi tenía tan poca experiencia… A pesar de todo, apretó los labios y le empujó
Bien temprano en la maña Edward se levantó salió a correr un poco para buscar un alivio a su intranquilidad. Recordar a su hijo le hizo sonreir, revivió la experiencia cuando le fue presentado su hijo. Un par de ojos se clavaron en él. Los con puntitos eran como los de su madre. No sabía por qué lo afectaba eso, pero algo se encogió en su pecho al ver esa carita. –Santi, quiero que conozcas... –Rossi hizo una pausa, como si no supiera cómo presentarlo. –Hola, me llamo Edward –se adelantó él–. A partir de ahora compartiremos algo de tiempo hijo . . . . El niño se limpió la mano antes de ofrecérsela solemnemente. –Hola, yo soy Santi, me aleglo conocelo. Edward apretó la manita del niño, observando esa cara tan pequeña y seria mirándolo intensamente, como buscando alguna señal de desaprobación. De repente, sintió que volvía atrás en el tiempo, cuando aprendía los modales y cómo saludar a los socios de su padre. Era un niño cuando el tubo que aprender rápidamente, ya que la altern
Rossi se encontraba cerca de la piscina conversando con unos de los empleados y de repente su mirada se consiguió con la figura masculina de Edward, se quedó mirando. Sintió como se le erizó el vello de la nuca. Durante una décima de segundo experimentó una sensación ante la idea de ser suya, pero de una manera muy distinta a su encuentro fatal. Se le paso por la mente de experimentar toda aquella intensidad, que veía en los ojos de Edward que no pasaban en vano frente sus ojos. No pudo evitar, deslizar la mirada por aquellos hombros tan anchos, por el cuerpo masculino que solo usaba un pantalón corto y su tórax desnudo. Dio un paso atrás y derramó un poco de agua del vaso que llevaba en la mano. Un mal pensamiento paso por su mente. Edward la buscaba solo por no tener a Nina, su amante de casi toda la vida de adulto de él. Cuando Edward estuvo cerca de ella, Rossi le comento con fuerza –No soy la sustituta de Nina – las palabras le salieron haciendo un esfuerzo. –Si es por es
Rossi, quería marcharse y dejarlo allí pero algo la retenía seguir junto a Edward. Transcurrió un largo instante antes de que él contestara. –Por supuesto. Pero con una vez fue suficiente y si te lo conté, se te olvidó. Pero eso, no volverá a suceder – sus palabras encerraban certeza absoluta. Ella deseó poseer semejante convicción. Debería apartarse de Edward y del peligro que representaba ahora para ella, si quería paz y tranquilidad en su vida futura. –¿Por qué yo?, ya tienes la fortuna de mi familia – apretó las mandíbulas–. Aquí hay muchas mujeres glamurosas, las que tu acostumbra a tener cerca de ti. –¿Crees que tú no eres glamurosa?, ¡Rossi! . . . –Conozco mis limitaciones. Pero eso no importa, ese no el tema en este momento – Ella ignoró la tensión que sintió en el estómago. Edward dejó el vaso de agua al lado del suyo y Ella se preguntó si intentaría acercarse más. Pero lo que hizo fue meterse las manos en los bolsillos del pantalón. El movimiento enfatizó el poder de s