Capítulo 48
Diego le agarró la muñeca a Lola, deteniendo su movimiento, y dijo:

—No hace falta, descansa un poco.

—No estoy cansada.

—Siéntate.

Lola conocía su carácter y, resignada, se sentó. Pablo, aprovechando la ocasión, intervino:

—Lola es muy buena contigo, ¿no podrías ser un poco más amable?

—Diego solo está cansado. Escuché que anoche trabajó toda la noche, ha sido un gran esfuerzo. —Lola se apresuró a defenderlo

—Lola es demasiado atenta, dulce y minuciosa, una verdadera joya en casa. —Pablo exclamó con admiración—. Eres un afortunado.

Diego quería que se callara, pero al mirar a Lola, se contuvo con esfuerzo. Cuando Lola se fue al baño, Pablo finalmente dijo:

—Realmente creo que Lola es genial.

—¿Acaso no lo sé?

—Entonces, ¿por qué la tratas así?

—¿Desde cuándo te ha dado por ser chismoso? —Diego lo miró con advertencia—. Si no hablas, nadie te considerará mudo.

—¿Te apresuras a volver a casa para tratar lo de Irene? —Al ver su expresión, Pablo se apresuró a garantizar—. ¡Este es el últi
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