Cassio experimentó el alivio cuando colgó la llamada con el agente de investigación. Tenían pruebas bastante sólidas respecto al intento de desfalco de la empresa hace cinco años y los principales vinculados eran Maurizio y Francesca, tal y como lo había sospechado.Tenía a un equipo muy discreto siguiendo sus pasos, así que solo era cuestión de tiempo para que la bomba mediática estallara… solo esperaba que no arrasara con las dos personas que más quería: Kat y su hija.Salió del gimnasio privado con una toalla en torno a su cuello y se secó el rostro. De pronto, llamaron a la puerta y echó un vistazo a su muñeca; eran casi las nueve y no esperaba a nadie.Una mujer despampanante apareció del otro lado tan pronto abrió la puerta, y desconcertado, se la quedó mirando.— ¿Sí…? — inquirió largamente.La mujer, que era una rubia de piernas largas y mirada penetrante, sonrió.— ¿Cassio Garibaldi? — averiguó ella. Él no respondió — Claro que lo eres. Me dijeron que un guapo ojiverde estaba
En el contacto de sus labios había ternura, y a través del camino que recorrían sus caricias… lujuria.Las suaves manos de Kathia se anclaron a la espalda de Cassio. Le clavó las uñas, lo arañó, le mordió el hombre y dejó sus marcas por todos lados, mientras tanto, él no dejaba de conquistar el cuerpo femenino con ligeras embestidas, y le besaba el cuello sensible, los frondosos pechos y los brazos. Se devoraban con lentitud, a los pies de la ferviente luna, con una brisa marina que corría fresca, propia de la temporada, y mecía las cortinas blancas de la cálida habitación.Y así, fue como transcurrió una hora… y la siguiente, tal vez un poco más. El punto es que cada minuto había sido aprovechado, justo como él había prometido hacerlo.Esa noche, eran cuerpos entregados, amoldados entre sí; sin pasado ni tristeza, sin miedos o reclamos. Eran simplemente dos piezas que encajaban perfectas en un rompecabezas. Eran la danza y el violín. La luna y las estrellas.El ritmo que practicaban
Kathia esperaba poder compensar algún día a Sarah por estar disponible para ella cada vez que lo necesitara. Esa noche, antes de volar a roma, fue una de esas veces.— Ella va a estar bien — le dijo Kat a Cassio con tono conciliador, y colocó una mano sobre la suya.Cassio la miró con ojos titilantes. El gesto lo sorprendió, pues la Kathia de hace un par de semanas evitaba a toda costa el contacto entre ellos; sin embargo, hoy había tomado voluntariamente la iniciativa para hacerlo. Él le correspondió acariciándole la mejilla.— Gracias por acompañarme — musitó, y ella asintió débilmente. Después sintió esos cálidos labios sobre los suyos en un beso que no iba de prisas.Más tarde, cuando el jet aterrizó en el hangar privado de la clínica, Cassio tenía los dedos de Kathia entrelazados a los suyos. No tenía la mínima intención de soltarla en ningún momento y ella tampoco parecía incómoda. Era como si encajaran perfectamente con el otro. Llegaron y se dirigieron a la habitación de Clara
Dos horas después, habían conseguido estabilizar a Clara. Su situación no era la más favorable, sobre todo por lo inquieta que se encontraba, y su doctora de pila creía que las próximas cuarenta y ocho serían cruciales, así que solo restaba esperar.La idea de llamar a Maurizio había sido un “no” rotundo para Cassio; sin embargo, sabía que esas podían ser las últimas horas de Clara y no era un desalmado como para no cumplir su último deseo.Su primo llegó tan rápido como fue avisado.— ¿Dónde está?Cassio se tensó bajo el intento de Kathia por transmitirle tranquilidad a través del contacto de sus dedos entrelazados a los suyos. No era el momento para enfrentarlo.Señaló con el gesto la habitación a la que habían transferido a Clara, pero, antes de que Maurizio cruzara la puerta, lo tomó firmemente por el brazo. Se miraron las caras.— Si llegas a lastimarla… te juro que te arranco la vida con mis propias manos.Maurizio pasó un trago.— Clara representa para mí lo mismo que Kathia pa
— Kathia, Kathia… — canturreó Francesca, divertida — ¿sigues ahí, querida?Kat sintió que sus piernas no responderían si se alejaba de la pared, así que recargó la espalda contra la misma y tomó una larga respiración.— ¿Qué quieres? — gruñó entre dientes — ¿Dónde está Cassio?— Oh, pero Kathia, si Cassio siempre ha estado seguro en mis brazos — le dijo con malicia, picardía en la voz —. Y para que veas lo generosa que soy, te enviaré una prueba. Revisa tus mensajes.El aparato sonó con una nueva notificación.Era una imagen de Cassio. Estaba dormido… o desmayado; lo supuso porque al agrandar la imagen pudo notar el rastro de la sangre seca a un costado de la sien. Estaba atado a una cama con sogas en las muñecas, no llevaba puesta la camisa ni los zapatos, sino únicamente el jean con el que lo había visto por última vez.— ¿Y qué dices de esto, querida Kat? — habló Francesca otra vez, y envió ahora un video.Sus dedos largos recorrían la piel expuesta de Cassio; brazos y pectorales.
Cuando Kathia avisó a Piero — el jefe encargado de custodiar la casa — que Cassio estaba en peligro, lo movió todo a través de varias llamadas para intentar localizarlo, pero una hora después todavía no tenían nada y al amanecer nada era distinto.— ¿Ella te dijo que volvería a llamar? — le preguntó Piero a una Kathia que no paraba de caminar de un lado a otro en el centro de la sala.— Sí, pero no dijo cuándo — respondió angustiada. No había pegado un ojo en toda la noche, no pudo —. Francesca está retorcidamente enamorada de Cassio, así que no estoy segura de que sea capaz de hacerle daño.— Eso es bueno y nos da tiempo — dijo el hombre —. Si llama, intentaremos rastrear la ubicación.Ella asintió, pero nada la tranquilizaba, al contrario, con cada segundo que pasaba, sentía una opresión enorme en el centro del pecho; adjudicada a las náuseas y a los leves mareos. En ese momento, Sarah bajó las escaleras para informarle que Cassie estaba haciendo demasiadas preguntas sobre por qué h
La orden de Maurizio no solo se llevó a cabo de forma inmediata, sino que él mismo se trasladó a roma para liderar la afrenta contra los hombres de Francesca. Los hijos de put4 no eran menos malos que los suyos, pero había algo a su favor: no tenía miedo a morir esa tarde, y si ese era el precio por el daño causado, entonces lo pagaría.Solo esperaba que algún día Clara y su hijo lo perdonaran, aunque no lo mereciera.Durante el trayecto, se mantuvo en constante comunicación con su hombre de entera confianza, que ya estaba en las inmediaciones del galpón.En el hangar donde aterrizó el helicóptero, una camioneta ya lo esperaba con parte de su equipo de hombres armados. El plan estaba trazado… y solo era cuestión de minutos para dar el asalto.La ventaja que sabía que tenía Maurizio contra Francesca era qué amaba tan retorcidamente a Cassio que, aunque se viera acorralada, no le quitaría la vida. Tantos años de ser cómplices había servido de algo.— No quiero que ningún hombre logre es
— ¿No iremos al hospital? — preguntó Kat después de que el auto negro blindado se detuviera a los pies del edificio en el que Cassio tenía su apartamento.Piero no respondió, pero abrió la puerta trasera después de asegurarse de que sus hombres peinaran el perímetro y la guio al interior del elevador.— ¿Por qué estamos aquí? — insistió ella — Cassio fue herido, deberíamos estar de camino al hospital.— Siga, por favor — contestó el hombre a cambio, cuando las puertas del elevador se abrieron.Ella lo siguió, todavía sin comprender. Después se detuvieron frente al apartamento y solo tuvieron que esperar un par de segundos.La puerta se abrió.Y él estaba allí…Cassio se mostró a sí mismo un tanto despeinado, enfundado en un jean azul rasgado a la mitad; que era donde una venda cubría al parecer la herida de bala, iba sin camisa, así que ella tuvo una muy buena perspectiva de la sólida piel bronceada de los brazos y los pectorales, así mismo como los abdominales y la línea en V que des