— ¿Puedes darnos unos minutos a solas? — le preguntó Clara a Cassio — Imagino que Kathia está aquí porque quiere que hablemos.Cassio miró a Kat como si le preguntara en silencio si eso estaba bien para ella. Con el pecho comprimido de sensaciones arremolinadas, asintió.Cuando cerró la puerta, Kat tomó asiento cerca de la camilla de Clara, pero esta le pidió que se acercara un poco más.— Eres más bonita de lo que Cassio me contó — le dijo con ternura y ella sonrió — ¿Están juntos otra vez?Kathia negó levemente con la cabeza y miró la pequeña prominencia en su vientre.— ¿Cuánto tiempo tienes?— Casi seis meses — se llevó las manos a la zona — Es un varón.— ¿Es verdad que te sometiste a una inseminación artificial?— Sí — respondió ella, tranquila — Yo necesitaba el dinero, y cuando Francesca me contacto, no pudo negarme.Kat parpadeó y la miró intrigada.— ¿Francesca fue la intermediaria?— Si, por ella fue que conocí a Cassio — le dijo — Él no estaba muy de acuerdo, pero al parec
Cuando Cassio se hizo del último botón de la camisa de Kathia y ella relajó los brazos, la prenda cayó silenciosa bajo los pies descalzos de ambos.Él se alejó de la boca suave y femenina únicamente porque deseaba admirar ese par de pechos, y carajo, eran tan perfectos como los recordaba, aunque más frondosos, hinchados, y con una ligera caída que probablemente había ocurrido después de dar de lactar a su hija, aun así; sin exagerar, Kathia seguía siendo la mujer más jodidamente sexy que hubiese conocido jamás. Se quedó boquiabierto. Pasmado. Excitado.Kathia vibró bajo su mirada verde e inhaló lentamente. Pasó un trago. Cassio buscó sus ojos después de admirarla como un demente.— Eres jodidamente perfecta, Kat — le dijo con sinceridad. Embelesado. Perdido. Y volvió a besarla.Ella gimió quedamente por el impacto y enroscó los dedos alrededor de su nuca, atrayéndolo más contra sí misma, y fui deslizando las palmas por su cuello y pecho, explorándolo con amplitud. Cassio hizo lo mismo
El siguiente par de días no fue fácil para ninguno de los dos. Kat sentía que cada que cruzaban miradas o rozaban sus manos de forma involuntaria, chispeaban partículas de electricidad por todos lados.El recuerdo de sus labios, sobre su piel, le tenían el juicio nublado, y apenas conseguía concentrarse con normalidad. Pero, si era honesta consigo misma, no se arrepentía, pues hacía mucho tiempo que no vivía la experiencia de la sexualidad y su ex marido era el primer y único hombre que sabía cómo hacerla disfrutar.Dios, el desgraciado era un mal necesario.Por su parte, Cassio no se sentía muy distinto. Volver a intimar con Kathia había sido explosivo, algo que necesitaba para reafirmar que no solo estaban eternamente unidos por una hija maravillosa, sino el tangible deseo que despertaban en el otro, incluso sin proponérselo.Además, se sentía aliviado de que su cercanía le alteraba y la ponía roja de forma casi sorprendente, justo como en ese instante.— Quiero invitarte a cenar es
— No hemos hablado esta última semana. ¿Cómo está Cassie? — le preguntó Siena a su amiga, tan pronto iniciaron la videollamada.— Ella está bien — le dijo largamente.Siena entornó los ojos.— ¿Y tú, Kat? ¿Tú, cómo estás?— Estoy bien — musitó sin importancia y Siena sonrió. La conocía.— Hay algo que traes atorado en el pecho, vamos, escúpelo.Kathia soltó una pequeña risita y negó con la cabeza.— No es nada.— Lo parece todo. ¿Tendrá algo que ver con mi primo? — apenas preguntó, las mejillas de Kathia se sonrojaron sin remedio — Ja, lo sabía. Quiero saberlo todo.— Me acosté con él — dijo ella, rápidamente, como si fuese una quinceañera.— OMG. ¿Y te gustó?— Claramente, es Cassio Garibaldi, es solo qué… — respiró hondo — hay demasiadas cosas de por medio, cosas que incluyen a tu familia, y te perjudicarían directamente a ti también.Cuando Kat le contó a la prima de su ex esposo lo que estaba ocurriendo, esta no se asombró. En esa familia había demasiadas manzanas podridas, sobre
Cassio no la intentó seducir el resto de la noche, y no porque ganas le hubiesen faltado, sino porque sabía que Kathia se sentía más cómoda así, incluso sonreía de forma fresca y jovial ante cualquier comentario.Compartieron la entrada, bebieron vino blanco y conversaron sobre los primeros años de Cassie. Kathia le habló de sus primeros pasos, su primera palabra; que fue plátano, su primera gripa, incluso su primer raspón en la rodilla, mientras tanto, por su parte, Cassio se enternecía al escuchar cada palabra y sentía un ligero tirón en su corazón cada tanto.Dios, se había perdido muchos de los mejores momentos de su hija. Pensó con nostalgia y sonrió triste. Ya no estaba dispuesto a dejar pasar más tiempo, ya no.Quería estar en la vida de esa niña maravillosa que Kathia había criado. Y quería que ella estuviese para él, enseñándolo a ser el padre que en cinco años le arrebataron la oportunidad de ser.— Cassie está ansiosa por conocerte — le dijo ella, recién habían terminado de
Con el corazón marchando a toda máquina, Kathia llegó a casa, donde sabía que se encontraba ya su hija porque la siguió muy de cerca. Era una niña tan inteligente que se sabía el camino de regreso.Dios. ¿Cómo no pudo advertir que algo así ocurriría?— ¿Dónde está? — le preguntó a Sarah tan pronto entró por la puerta.— Se ha encerrado en su habitación y no quiere abrirme — explicó la joven niñera, y la miró con calidez y preocupación —. Kat, ¿Qué fue lo que ocurrió para que Cassie llegara así?Kathia se mesó el cabello y negó con la cabeza. Las lágrimas la asaltaron otra vez y su voz no respondía.— Subiré a verla, luego te explico.Sarah asintió con un dejo de nostalgia y la madre preocupada subió las escaleras.— ¿Cass? — llamó tocando a la puerta con delicadeza. La escuchó sollozar e intentó abrirla, pero estaba cerrada — Cassie, cariño, ¿quieres abrirle a mamá?Esperó un par de minutos, en silencio, sabía que su hija nunca había sido rebelde. Era la primera vez que tenía esa clas
Durante el siguiente par de semanas, cada día, Cassio se presentaba en la puerta de las Scuderi con la esperanza de ser recibido.Era casi una rutina.El primer día llevó la cena, pero apenas la pequeña lo vio llegar, se encerró en su habitación y no salió hasta que supo, a través de la ventana, que se había marchado.El segundo día fueron un par de peluches, pues Kathia le había dicho que su hija estaba haciendo un par de cambios en su habitación porque ya no quería nada relacionado con monstruos marinos. Incluso él pintó la pared de un rosa pastel que la pequeña había elegido cuando estaba en el colegio.El tercer y cuarto día no fue muy distinto, aunque contrario a los dos primeros, Cassio le habló desde el otro lado de la puerta para decirle que iba a dejar su comida favorita allí, que se sintiera segura de tomarla porque él ya no estaría.Y así mismo, fue el quinto y sexto día. Detalles, regalos, juguetes y postres. Todo apilado junto a la puerta. Cuando ella lo escuchaba marchar
Cassio experimentó el alivio cuando colgó la llamada con el agente de investigación. Tenían pruebas bastante sólidas respecto al intento de desfalco de la empresa hace cinco años y los principales vinculados eran Maurizio y Francesca, tal y como lo había sospechado.Tenía a un equipo muy discreto siguiendo sus pasos, así que solo era cuestión de tiempo para que la bomba mediática estallara… solo esperaba que no arrasara con las dos personas que más quería: Kat y su hija.Salió del gimnasio privado con una toalla en torno a su cuello y se secó el rostro. De pronto, llamaron a la puerta y echó un vistazo a su muñeca; eran casi las nueve y no esperaba a nadie.Una mujer despampanante apareció del otro lado tan pronto abrió la puerta, y desconcertado, se la quedó mirando.— ¿Sí…? — inquirió largamente.La mujer, que era una rubia de piernas largas y mirada penetrante, sonrió.— ¿Cassio Garibaldi? — averiguó ella. Él no respondió — Claro que lo eres. Me dijeron que un guapo ojiverde estaba