Roma era justo y tal como la recordaba. Pensó Kathia con nostalgia, observando a través de su lado de la ventana del auto que compartía con Cassio.— ¿Te trae recuerdos? — le preguntó él de pronto, sorprendiéndola después de varios minutos de silencio — ¿Reconoces ese lugar?Ella lo miró solo para redirigir la vista a donde él señalaba con su dedo.— Es la Plaza Navona — respondió sin importancia, pero por supuesto que recordaba.— Y el lugar donde nos dimos nuestro primer beso.— ¿Ah, sí? Pues no me acordaba.Cassio soltó una risa suave y meneó la cabeza.— Claro, y por eso te has sonrojado — respondió él a cambio, divertido, y Kathia agradeció que pronto hubiesen llegado a su destino.Bajó del auto luego de que el chofer abriese la puerta y caminó hasta la entrada de esa enorme empresa que conocía muy bien. Cassio había heredado en vida, de su padre, el mando y manejo de una de las constructoras más importantes de Italia, siempre y cuando cumpliese con alguna de sus condiciones, com
— No, no… Cassio, no, lo que escuchaste… — Francesca intentó acercarse al hombre que la quiso por tantos años como a una hermana, pero el rechazo fue tan inminente que la mujer sintió como si la hubiese atravesado con una daga.Rabia y dolor.Esa fue la expresión de Cassio. Sus ojos empañados de sentimientos encontrados.— ¿Cómo…? ¿Cómo pudiste? — le preguntó con un dejo de voz. Ella intentó ir a por él, pero apenas consiguió tocarlo, él la tomó de las muñecas y la apartó bruscamente. Francesca trastabilló sobre sus tacones — ¡¿Cómo diablos pudiste?!Al fin estalló.— No es lo que crees — le dijo con lágrimas. Desesperada —. Por favor, déjame explicarte. Esta mujer…— ¡Esta mujer es la que he amado por tantos años y lo sabías, m4ldita sea, lo sabías! — gritó con cólera y el corazón de Kathia se saltó un latido — ¡¿Cómo fue que tuviste la hazaña de hacerme algo así?! ¡De hacernos algo así!— Cassio, cariño…— ¡No me digas cariño! — la señaló — ¿Qué tan jodida de la cabeza tienes que es
Kathia no quería sentir.No quería sentir rabia.No quería sentir decepción.Sobre todo, no quería sentir solo, pero todas y cada una de esas sensaciones se arremolinaban en su interior con euforia.— ¡Kathia! — apenas empujó la enorme puerta de cristal y salió a la calle, la voz de Cassio resonó a su espalda, pero ella no se detuvo, al contrario, apresuró su paso lejos de allí. Era lo único que quería. ¡Estar lejos!Pero no fue lo suficientemente rápida porque en seguida la mano de Cassio la tomó delicado del codo para instarla a mirarlo. No lo hizo. Solo fingió buscar algo en su bolso porque no quería que él viese sus ojos vidriosos.— Voy a pedir un taxi si necesitas el auto — le dijo, intentado de cualquier forma controlar el tono de su voz.Cassio suspiró y la miró acongojado.— Kat… — insistió con sutileza, esperando a que ella lo mirase.— No encuentro mi móvil. ¿Dónde lo habré dejado? — se preguntó a sí misma, ignorándolo, mientras sus manos temblaban sin compasión.— Kat, por
Cassio todavía tenía asuntos que resolver en roma, y Francesca era el primero de ellos. Cuando regresó a la mansión; después de asegurarse de que Kathia tomara un vuelo en su jet privado a la costa, sabía que encontraría a su hermana allí.— Cassio, cariño, te estaba esperando, yo… — pero él se apresuró hasta el despacho, dejó la puerta abierta para que ella lo siguiera y después la enfrentó al girarse.— ¿Por qué? — era lo primero que necesitaba saber — ¿Por qué diablos me hiciste esto, durante años, Francesca? ¡Creí que éramos hermanos! ¡Creí que me querías!— ¡Y te quiero! — le gritó, clavando las manos contra el escritorio pulido que los separaba — Yo… yo te quiero, Cassio, pero no de la forma en la que tú has creído todo este tiempo — terminó por decir en voz baja.Cassio la miró con los ojos entornados y un sudor frío atravesó su nuca.— ¿De qué carajos estás hablando?Francesca se limpió las lágrimas y tomó una exhalación. Después lo miró con profundidad con aquellos ojos rayad
— Ya escuchaste al doctor, Kat — le dijo, en ningún momento ninguno de los dos se había separado de la puerta de la habitación —. Cassie va a estar bien, solo necesita estar un par de horas en observación.Kathia se limpió las lágrimas derramadas con el dorso de la mano y asintió. Su corazón estaba desconsolado por su hija. Quebrado en dos.— Lo sé, es solo que ya quiero llevarla a casa conmigo — dijo en voz baja.Cassio la miró consternado.— Pronto lo harás — le aseguró y colocó deliberadamente una mano sobre la suya, sonriendo con esperanza, y mirándola como si esa mujer fuese única en su especie.Ella alzó la vista.— ¿Por qué me miras así? — le preguntó ella.— Kat, no sé si fue la impresión, pero… admitiste por primera vez que Cassie era nuestra hija.El corazón de Kathia latió.— Cassio… — dijo largamente — ¿De verdad quieres estar cerca de ella como un padre?Él sonrió y acunó su mejilla.— No hay otra cosa que desee más en este punto de mi vida — le confesó abiertamente.Kath
— ¿Puedes darnos unos minutos a solas? — le preguntó Clara a Cassio — Imagino que Kathia está aquí porque quiere que hablemos.Cassio miró a Kat como si le preguntara en silencio si eso estaba bien para ella. Con el pecho comprimido de sensaciones arremolinadas, asintió.Cuando cerró la puerta, Kat tomó asiento cerca de la camilla de Clara, pero esta le pidió que se acercara un poco más.— Eres más bonita de lo que Cassio me contó — le dijo con ternura y ella sonrió — ¿Están juntos otra vez?Kathia negó levemente con la cabeza y miró la pequeña prominencia en su vientre.— ¿Cuánto tiempo tienes?— Casi seis meses — se llevó las manos a la zona — Es un varón.— ¿Es verdad que te sometiste a una inseminación artificial?— Sí — respondió ella, tranquila — Yo necesitaba el dinero, y cuando Francesca me contacto, no pudo negarme.Kat parpadeó y la miró intrigada.— ¿Francesca fue la intermediaria?— Si, por ella fue que conocí a Cassio — le dijo — Él no estaba muy de acuerdo, pero al parec
Cuando Cassio se hizo del último botón de la camisa de Kathia y ella relajó los brazos, la prenda cayó silenciosa bajo los pies descalzos de ambos.Él se alejó de la boca suave y femenina únicamente porque deseaba admirar ese par de pechos, y carajo, eran tan perfectos como los recordaba, aunque más frondosos, hinchados, y con una ligera caída que probablemente había ocurrido después de dar de lactar a su hija, aun así; sin exagerar, Kathia seguía siendo la mujer más jodidamente sexy que hubiese conocido jamás. Se quedó boquiabierto. Pasmado. Excitado.Kathia vibró bajo su mirada verde e inhaló lentamente. Pasó un trago. Cassio buscó sus ojos después de admirarla como un demente.— Eres jodidamente perfecta, Kat — le dijo con sinceridad. Embelesado. Perdido. Y volvió a besarla.Ella gimió quedamente por el impacto y enroscó los dedos alrededor de su nuca, atrayéndolo más contra sí misma, y fui deslizando las palmas por su cuello y pecho, explorándolo con amplitud. Cassio hizo lo mismo
El siguiente par de días no fue fácil para ninguno de los dos. Kat sentía que cada que cruzaban miradas o rozaban sus manos de forma involuntaria, chispeaban partículas de electricidad por todos lados.El recuerdo de sus labios, sobre su piel, le tenían el juicio nublado, y apenas conseguía concentrarse con normalidad. Pero, si era honesta consigo misma, no se arrepentía, pues hacía mucho tiempo que no vivía la experiencia de la sexualidad y su ex marido era el primer y único hombre que sabía cómo hacerla disfrutar.Dios, el desgraciado era un mal necesario.Por su parte, Cassio no se sentía muy distinto. Volver a intimar con Kathia había sido explosivo, algo que necesitaba para reafirmar que no solo estaban eternamente unidos por una hija maravillosa, sino el tangible deseo que despertaban en el otro, incluso sin proponérselo.Además, se sentía aliviado de que su cercanía le alteraba y la ponía roja de forma casi sorprendente, justo como en ese instante.— Quiero invitarte a cenar es