Emma los obligó a despertar después de una reveladora tarde y aunque la pareja de enamorados no estaba muy de acuerdo en salir de la cama, tuvieron que abandonar la cálida habitación para encontrarse con el resto de los familiares e invitados, esos que estaban allí dispuestos a celebrar el cumpleaños número treinta de Joseph Storni. Si bien la pareja había conversado sobre lo ocurrido tras su reencuentro, tenían la urgente necesidad de continuar sumidos en esa charla que tanta falta les hacía. Lexy necesitaba conocer sus reales sentimientos por el hombre que tenía a su lado y requería con urgencia encontrar una solución a esos problemas emocionales que no la dejaban abrirse ni entregarse por entero.Tenía la cabeza hecha un lio y aunque intentó despejarse mientras se vestía frente al espejo de cuerpo completo, no pudo dejar de pensar y repetirse tortuosamente las palabras de Storni, ese hombre que estaba dispuesto a esperarla y curarla, aunque no supiera bien cuáles eran sus heridas.
El inicio de la noche fue interesante, más para la joven Lexy, quien se llenó de nervios cuando recibió a sus padres en la privacidad de su nuevo hogar y tuvo que quedarse junto a ellos mientras Joseph se reunía con sus amigos de la universidad y aquellos familiares que lo habían apoyado tras la muerte de su madre.Su progenitora se mostró tan dócil que la joven estudiante de relaciones públicas se sintió confundida con la dulzura que la mujer le transmitió. Trabajaron juntas el resto de la noche y se encargaron de mantener sonrientes a los invitados y al centro de la fiesta: Joseph Storni.Cuando por fin Lexy tuvo un tiempo a solas para respirar y quitarse los zapatos de tacón bajo que había elegido para acordar con su vestido, María Ignacia y Fernanda Campusano aparecieron por la puerta de su habitación para saludar y conversar y si bien Bouvier se mostró inquieta con su presencia, intentó ser lo más amable posible.—¿Y ya te graduaste? —preguntó Fernanda, mostrándose ebria en cada
Un año después…Se rio feliz y se relajó en el sofá individual en el que se hallaba cómodamente sentada, mirando un cálido crepúsculo en la mitad de una ciudad que se movía y crecía con prontitud.Se acarició las rodillas y sintió un poderoso escalofrío colándose bajo la elegante ropa que llevaba ese día. La falda de tubo que se ajustaba a sus caderas con poderío remarcaba también las curvas de su cambiado cuerpo y aunque nunca se había sentido tan cómoda con su figura, sintió la urgente necesidad de encontrar abrigo.—El invierno está cerca —siseó Eric, el psicólogo de Lexy y miró a Joseph con curiosidad—. Ser
Se sintieron tan completos y cómodos uno con el otro, que no bastó mucho tiempo para que se encontraran desnudos y juguetones encima de la mesa de madera, disfrutando de sus cuerpos junto a la comida y expuestos junto a la luminosa piscina.El cuerpo de Lexy descansaba junto a la sal de mar y las olorosas especies que había seleccionado para saborear las papas asadas y si bien estaban hambrientos, en ese momento sintieron más gusto por tenerse y amarse que por cenar.Se iban a casar y debían celebrar.Joseph nunca estaba dispuesto a perder el tiempo, mucho menos si se trataba de Lexy, ahora su futura esposa y es que debido a su angustioso trabajo y los estudios de Bouvier, habían estado postergando muchas cosas que tenía en mente y entre sus oscuros deseos.El
Una semana llena de trajín llegó para la pareja, pero, a pesar de que sus caminos se dividían cada mañana, estos se unían nuevamente al finalizar el día y también sus cuerpos, esos que se reencontraban deseosos en una cama después de una larga jornada laboral y de estudios.Para ese entonces, Lexy rendía sus últimos exámenes en la universidad y comenzaba a soñar con el día de su graduación. Moría por ver el rostro de sus padres, llenos de orgullos y tal vez de vergüenza por no apoyarla en tan importante paso, pero más ganas sentía por ver el rostro —lleno de orgullo— de su futuro esposo, ese que la había impulsado a llegar lejos.Para ella, Joseph Storni resultaba como una inyección de adrenalina, una que revitalizaba todo su cuerpo y
Estaba segura de que jamás se había sentido tan excitada y se sorprendió cuando consiguió sentir su corazón y su coño latiendo desenfrenados y al mismo ritmo, como si estuvieran conectados.Jamás había deseado tanto el contacto y, no obstante, era usual para ella tener a Joseph cerca, sus dedos ya conocían a la perfección la suavidad de su piel y su nariz identificaba su aroma aún con los ojos cerrados; lo necesitaba, tanto que empezaba a saborear sus besos y la humedad de su saliva.—Entonces —murmuró Joseph y besó su nuca—, ¿ya pensaste en lo que dije antes?—Más o menos —respondió Lexy con la respiración trabajosa.—Entonces ya tenemos claro lo qué
Lexy quiso soltar un grito de ansiedad que le subió por la garganta y aunque por un breve instante se reprimió, terminó liberándose como le antojaba.De pronto, su mente voló lejos y se sintió un poco más impaciente, más curiosa y un poco más húmeda.—¿Encontraste el lubricante? —curioseó coqueta. Joseph negó con la cabeza—. Estoy caliente, así que apúrate —indicó mandona y el hombre se quedó boquiabierto.—Me tienes más que sorprendido, Lexy —respondió, jugando con la situación, alargando la espera y haciéndola sufrir un poquito más—. Me gusta el modo en el que te estás revelando.
Joseph le pidió que adoptara una nueva posición. Lexy no tuvo más remedio que moverse al ritmo que sus varoniles manos le pedían y encontró la posición perfecta para sus caderas.Joseph abandonó su húmedo interior para besarle el filo de la cadera y delinear con su lengua la curva de su cintura, esa que se dibujaba perfecta por la posición que la había obligado a adoptar.Lexy se levantó con sutileza para mirar y, aunque le gustó el modo en que Joseph le besaba las caras traseras de sus muslos, tuvo que lanzarse al colchón con fuerza cuando la lengua de este llegó hasta su ano y se coló por esa zona sensible a la que nunca nadie había llegado.Bueno, Joseph había llegado un sinfín de veces, pero nunca con un fin com