El Alex de ahora y el de antes no eran la misma persona en absoluto.

Al darse cuenta de esto, Noa volvió en sí de repente y se mordió ligeramente los labios antes de reír.

—Así que, ¿debería agradecerte? —preguntó.

—¿Hmm? —musitó Alex.

—Agradecerte por no entenderme, por ser tan considerado al pedir algo dulce que no me gusta y dejarme llevarlo a casa.

Alex se detuvo por un momento.

—¿No te gustan... los dulces?

Al preguntar, su tono de voz se detuvo, como si no pudiera creerlo. Se suponía que él no conocía sus gustos, pero en su infancia, a ella le gustaban los dulces. La primera frase que ella le dijo cuando fue a buscarlo fue:

—Hermano, quiero comer pastel.

Él había mirado su cara suave y tierna, y pensó que parecía una chica que había salido de un pozo de dulces.

—Sí —dijo Noa mientras sostenía una taza de té—. No me gusta, incluso lo odio.

Alex la miró pero no respondió.

La atmósfera parecía haberse vuelto tensa de nuevo hasta que los camareros trajeron la comida. Noa decidió no