Harper experimentó cómo era penetrada y sintió un intenso gozo al ser atravesada. El miembro de su compañero se abría paso dentro de ella mientras su mano seguía acariciando su sexo, provocando sensaciones cada vez más fuertes. Poco a poco, él la inclinó hasta dejarla arrodillada en el suelo, con la espalda contra su pecho.Con la cabeza inclinada hacia atrás, Harper encontró su nuca apoyada en el hombro de su amante. En un instante, él la levantó y la llevó al cuarto más cercano, mientras ella gemía al compás de las profundas acometidas. El placer se volvió incontenible, y una nueva oleada de calor la invadió por completo.Brake dejó que Harper reposara unos momentos sobre sus muslos, abrazándola con fuerza.Después de que la respiración de Harper volviera a la normalidad, Brake la condujo al dormitorio con determinación, mostrando su dominio de una manera primitiva y, en cierto modo, intimidante. No obstante, esta actitud la excitaba de una forma asombrosa, lo que la dejó intrigada
—Es un disparate, un absoluto disparate. Una ridícula escena de película de tragicomedia—protestó Harper cuando Camille acabó de leer el mensaje de Mark. Lo había llevado impreso y se lo había mostrado en la sesión de terapia de ese día para que pudieran hablarlo correctamente—. Ha distorsionado todo lo que ocurrió. Lo ha contado como si fuera una realidad alternativa. Es como si estuviera en Matrix y se alegrara de eso.El mensaje, de veinte páginas, estaba plagado de calumnias y ataques.Leerlo le había provocado una sensación de asco y culpa, pero sobre todo, de rabia. Era como si Mark hubiera filmado un remake de su antigua relación, uno en el que él hacía de mártir y ella de villana. Según él, Harper había sido una novia desquiciada, dramática e infiel, y él había tratado de calmarla y adaptarse a sus constantes altibajos y pataletas mientras cuidaba de su hija, Hannah. Y al final, aquella noche en que se descontroló con las dos, fue porque Harper había agotado su tolerancia con
Un escalofrío recorrió la piel de Harper mientras su mente se resistía a creer lo que acababa de oír. No podía aceptar que Brake hubiera aceptado ese acuerdo. Después de la noche que habían compartido, ¿cómo podía traicionar todo lo que sentían el uno por el otro? Era inconcebible. Harper estaba segura de que Brake tenía sentimientos profundos hacia ella, una conexión que trascendía cualquier contrato. No tenía sentido que lo arrojara todo por la borda a cambio de algo que probablemente conseguiría de todas maneras.La confusión la envolvía mientras intentaba comprender la razón detrás de las acciones de Brake. ¿Qué demonios estaba pasando por su mente? No podía quedarse de brazos cruzados, tenía que descubrir la verdad. Decidió enfrentar la situación y hablar con él, aunque eso significara adentrarse en territorio desconocido.Un tenso silencio se apoderó de la habitación, interrumpido solo por el latir agitado del corazón de Harper. Su mirada desafiante se encontró con la de su madre
—No entiendo qué la habrá llevado a actuar de esa manera—prosiguió Cecilia—. Pero está claro que algo le he hecho que la ha molestado, y supongo que tiene que ver con los días que me ausenté cuando falleció mamá... Desde entonces me trata con frialdad e indiferencia. Como si no quisiera verme ni en pintura.—¿Pero qué estás diciendo? Te fuiste esos días para despedirte de tu madre, Cecilia. Nadie con un mínimo de sensibilidad te lo echaría en cara, o peor aún, te lo cobraría. ¿Qué clase de persona hace eso?—Lo sé—admitió su compañera de trabajo con un sollozo ahogado—. Sheyla debe estar pasando por un momento muy duro. Me reprochó que había escogido la peor ocasión para dejar el trabajo. Se mostró muy desilusionada conmigo.—Harper notó que una ira descomunal le invadía las venas. Le apeteció recorrer la oficina como King Kong y destrozar la mesa de su jefa a golpes hasta hacerla añicos. Si Sheyla quería agredirla y desvalorizarla, ella no iba a rendirse por eso. Pero abusar así de l
Chris escuchó con atención el relato de Harper, que le contó cómo Sheyla la había hostigado y manipulado, y cómo sospechaba que hacía lo mismo con Cecilia. Al principio, Chris no podía creer lo que oía y soltaba improperios entre dientes, pero luego su expresión se tornó en una de repugnancia.—Harper, esto es muy grave… ¿cómo has aguantado tanto sin decir nada?—No quería causar problemas. Pensaba que lo mejor era seguir adelante por el bien de la empresa, y reconocía que Sheyla había sido una buena profesional en el pasado.—Quédate con la empresa. Lo primero son las personas. No me importa lo eficiente que sea Sheyla si luego se dedica a sembrar el terror entre sus compañeros.—Al principio, albergué la esperanza de que se le pasara la racha, o de que pudiéramos llegar a un entendimiento que nos beneficiara a las dos. Pero pronto me di cuenta de que Sheyla era de esas personas que nunca cambian. De esas con las que es imposible negociar. Era como mi ex novio, Mark, una narcisista v
Harper estaba en estado de shock. Su cerebro se había dividido en dos: una parte que vivía el horror, buscando desesperadamente una escapatoria o un refugio, y otra parte que observaba la escena, tratando de comprender qué estaba pasando. Y esas partes no se comunicaban entre sí.Por eso Harper tardó en procesar las palabras de Mark.—No te vas a librar de mí, perra. No me puedes cerrar la puerta en la cara si quiero verte.Mark quería intimidarla, hacerle ver que no había nada que se le resistiera. También quería humillarla, demostrarle que él siempre sería superior a ella.Tenía la boca seca y el sudor le corría por la cara.—Claro—confesó con voz entrecortada—. Has logrado entrar a verme. ¿Cómo lo hiciste? Era imposible que supieras el código de la puerta.—Usé una tarjeta de emergencia.En el edificio, cada departamento contaba con dos tarjetas de emergencia, por si surgía algún contratiempo o alguien perdía su clave. Una estaba en una habitación tras el mostrador del portero; la
Brake sintió un escalofrío de terror y rabia que le recorrió el rostro, mientras el impulso de matar se desvanecía y el dolor de la bala le atravesaba hasta el estómago. Intentó incorporarse, pero la debilidad le venció y se desplomó en el sofá, con los puños crispados en el aire. La sangre manaba de su herida, empapando su camisa y dificultando la visión de Harper.Harper no soltó la pistola ni un segundo. Corrió a la cocina y cogió unos trapos limpios. Dejó el arma sobre la mesa del costado y le rasgó la camisa a su marido, sin importarle los botones que saltaban por los aires.—Harper —jadeó él, luchando por respirar—, ¿Mark te ha tocado? ¿Te…?—No te preocupes por mí—Harper apartó la sangre que manchaba su piel y reveló la herida, un agujero diminuto y perfecto. Sin embargo, no vio ningún rastro de la bala saliendo por el otro lado, lo que significaba que se había desviado al entrar y se había alojado en algún lugar de su vientre, dañando sus órganos vitales… Un nudo se le formó e
Brake se recuperó rápidamente de la herida de bala, gracias a la intervención de los médicos y a la fuerza de su voluntad. Aunque estaba bajo custodia policial, le permitieron recibir visitas en el hospital. Harper y Hannah, la hija de Harper de seis años, que ya consideraba a Brake como un padre, iban a verlo todos los días.—Hola, papá —le dijo Hannah, abrazándolo con cariño.—Hola, princesa —le dijo Brake, besándole la cabeza.—¿Cómo estás hoy? —le preguntó Harper, sentándose a su lado.—Mejor, gracias. Ya casi no me duele.—Me alegro. Te hemos traído algo —le dijo Harper, sacando un dibujo que había hecho Hannah.—¿Qué es? —preguntó Brake, curioso.—Es nuestra familia —explicó Hannah, señalando el dibujo—. Estamos tú, y mamá, y yo, y el perro.—¿El perro? —repitió Brake, sorprendido.—Sí, el perro que vamos a tener cuando salgamos de aquí —dijo Hannah, con ilusión.Brake se rió, y le acarició el pelo.—Es un dibujo muy bonito, Hannah. Me encanta. Gracias.—De nada, papá. Te quiero