Harper sentía un nudo en la garganta. No quería enfrentarse a la verdad que se cernía sobre ella y su matrimonio. Lo único que deseaba era que Brake se marchara y la dejara sola con su dolor. Necesitaba llorar sin contenerse y luego sumirse en un sueño profundo, del que ojalá nunca despertara. Pero sabía que su esposo no se iría sin escuchar una explicación de sus labios. Y ella se la debía, por mucho que le costara.Así que le indicó con un gesto una silla al otro lado de la mesita, a cierta distancia de ella. Así estaría mejor.—Por favor... me resultará más fácil hablar si te sientas ahí.Brake negó con la cabeza, apretando los párpados. La única muestra de emoción en su semblante era una leve arruga en el entrecejo.—No puedo —murmuró con voz ronca—. Creo que ya sé lo que vas a decirme. Y quiero estar cerca de ti cuando lo hagas.La castaña podía mirarlo a los ojos. Se abrazó a sí misma, sintiendo el frío de la camisa sobre su piel. Las palabras se le atropellaban en la boca, como
Era humillante, confesar su lamentable vida sexual. Pero ya no le quedaba nada que perder. Así que ¿Qué más daba?—Cuando todo comenzó era color de rosa y más tonos pasteles. Pero cuanto más tiempo pasábamos los tres juntos, peor se ponían las cosas entre nosotros, hasta que... Bueno, llegó un punto en que cuando lo hacíamos yo sólo miraba el reloj para que se acabara. Porque sabía que a Mark le importaba un bledo si yo lo pasaba bien o no. Y a veces me hacía daño cuando yo estaba... Bueno, ya sabes, con problemas de lubricación natural—Si hubiera una forma de morir de vergüenza, en ese momento tendría que estar en el tanatorio, esperando a que le abrieran con un bisturí en la maldita autopsia.Brake se deslizó junto a ella y rodeó su cintura con un brazo. Harper sintió un escalofrío al notar el calor y la fuerza de ese cuerpo que podía dominarla con facilidad, pero a la vez le transmitía una sensación de protección y confianza. No podía apartar los ojos de él, de su camiseta negra qu
Su cama del departamento era amplia y cómoda, con un colchón de espuma viscoelástica que se adaptaba a su cuerpo. Se cubrió con sábanas de algodón egipcio, rojas como la sangre sin oxigenar, y se hundió en almohadas mullidas, suaves como plumas. En su dormitorio, de estilo minimalista y moderno, Brake resaltaba por su presencia y su masculinidad.Era algo tan simple, dos personas que se iban a dormir juntas. Pero para ella era algo lleno de sentido, de emoción, de todo.El aire acondicionado soplaba una corriente fría, haciendo que los encajes de las almohadas se agitaran como pétalos de flores bajo el ventilador de techo. Una lámpara de los años noventa proyectaba su luz suave y sutil sobre la cama.Harper se sentó en la cama y se descalzó las sandalias de tacón alto, mostrando sus pies delicados. Se arrepintió de no haber tomado algo antes. Un poco de vino le habría soltado la tensión. Quizás aún podía hacerlo. Quizás podría sugerirle…Brake se unió a ella, cogió su pie con delicade
—Lo lamento, amor, pero eso es imposible —Brake respiró con voz entrecortada—. Este modelo solo viene en tamaño grande—Con un giro suave, Harper sintió cómo su boca recorría toda su espalda, besándola y dejando suaves mordisqueos a lo largo de la columna vertebral. Sin embargo, su cuerpo se tensó repentinamente al recordar que Mark solía tomarla por atrás. A cuatro patas o de atrás, esa siempre fue su posición predilecta.Sentía que el corazón se le paraba al ver su mirada penetrante. Él la atrajo hacia sí con suavidad y la hizo girar para quedar frente a frente.—¿Tienes miedo? —susurró, acariciando su brazo con ternura.Ella asintió, incapaz de ocultar su desazón y su derrota.—Esa posición, con tu cuerpo pegado al mío, me trae malos recuerdos de… —Harper se interrumpió, deseando borrar de su mente la imagen de Mark, el hombre que le había hecho tanto daño. Parecía que sus heridas no habían cicatrizado, que seguían sangrando en cada fibra de su ser. Mark la había marcado para siempr
Con una destreza maestra, sus dedos se deslizaron adentrándose en lo más profundo, mientras su lengua tejía un torbellino de movimientos para capturar los últimos estremecimientos del éxtasis. Cuando retiró aquel contacto delicioso, Harper dejó escapar un gemido lastimero y con manos ansiosas lo atrajo hacia ella, instándolo a colocarse encima.Con delicadeza, él la acurrucó de lado y la rodeó con sus brazos, besando las marcas de las lágrimas que humedecían sus mejillas. Harper se dejó envolver por el abrazo, sintiendo el calor de su esposo y el latido de su corazón. No tenía ganas de moverse, y él tampoco, pues permaneció quieto unos instantes, entrelazando sus pies descalzos con los de ella y acariciando suavemente su trasero. Harper percibió el deseo latente en la quietud de Brake, como esa tensión que precede al estallido de furia de un toro en el rodeo. Entonces, ella deslizó la mano hacia la cintura de sus pantalones, que aún estaban desabrochados.—No te detengas ahora—Harper
Harper le sonrió, fascinada. Acercó su rostro al de él y lo encantó:—¿Qué pasa después de que tu corazón se detenga?—No lo sé—Con un gemido ahogado, apoyó la cabeza en la almohada junto a la de su esposa—. Maldita sea—exclamó con angustia—, no creo que pueda resistirme.La mujer le acarició los costados, la espalda, los músculos duros.—No te resistas.Con un compás delicado y armonioso, él inició su danza en sincronía con ella, sumergiéndose en la conexión íntima que compartían.En un instante de pasión, sus movimientos encontraron un lugar especial en su interior, provocando una sensación electrizante que recorrió todo su ser. La sorpresa se dibujó en el rostro de ella, mientras sus dedos se aferraban suavemente a sus caderas, dejándose llevar por el torbellino de sensaciones.Él alzó la cabeza y le guiñó un ojo a Harper, que lo miraba con asombro, sin poder creer lo que estaba sintiendo.—¿He encontrado el boleto ganador?—susurró, y luego lo hizo de nuevo, y una vez más, para el
Harper llegó al trabajo con el aspecto de quien ha vivido una noche intensa y salvaje. Sus ojos mostraban el cansancio de la pasión y su cuello estaba marcado por los besos de Brake. Pero nada de eso le importaba. Se sentía más feliz y tranquila que nunca, como si hubiera recuperado una parte de sí misma que había perdido hacía mucho tiempo.El cuerpo de Brake aún ardía en su piel, y las dulces molestias entre sus piernas le traían a la mente cada caricia, cada embestida, cada gemido que habían compartido. Harper sabía que había muchas razones para arrepentirse, pero decidió ignorarlas y saborear el placer de haber sido deseada y amada con tanta fuerza.Brake le había pedido que se quedara con él, con su voz ronca y seductora.—Llámales y diles que estás enferma —le había rogado al oído—. Quédate en la cama conmigo todo el día.—No puedo hacer eso —se había resistido ella—. Tengo responsabilidades en el trabajo.—Yo soy tu única responsabilidad ahora.Eso la había hecho estremecerse.
—Harper, ¿qué tal te fue anoche con el magnate arrogante? —la voz de Mark sonó burlona al otro lado del teléfono—. Seguro que no tuviste tiempo de hablar mucho después de que me marchara.Harper sintió un nudo en la garganta al reconocer su tono cuando contestó la llamada en su celular en la mitad de la jornada de trabajo de ese día. Había esperado que él no se enterara de su número, pero Vanessa debía de habérselo dado. Con un suspiro, contestó:—Mark, no me molestes en el trabajo. Ni en casa tampoco, ¿de acuerdo?—Esa rata de gimnasio no tiene nada que ofrecerle a una mujer, excepto una cosa —dijo Mark con desdén—. Y te aseguro que no es su conversación.Harper esbozó una sonrisa burlona, saboreando el evidente nerviosismo de su exnovio ante la mención de Brake.—Brake Black no es un simple musculitos —replicó Harper—. Resulta que tiene una mente brillante. Y sabe escuchar, algo que tú nunca hiciste.Mark frunció el ceño, sin captar la indirecta.—Apuesto a que ni siquiera salieron.