Como era de esperar, la familia de Harper estaba casi al completo: su hija Hannah, su madre, Nellie, Wendy y un tío, el hermano más cercano de su difunto padre, Rocky.Su hija vestía ropa preciosa de color azul rey, con moños encima de cada hombro, haciéndola lucir más adorable que de costumbre. Harper casi bufó con diversión al verla escabullirse de su lado para ir al buffet. Claro, sería la comida lo que Hannah iría a revisar primeramente.Mientras tanto, Nellie su prima política lucía un precioso vestido de seda naranja, con la tela plisada alrededor de su cuerpo.—No puedo dejar de mirar a tu mujer—le dijo Padme a Wendy—. Es como una llama ardiente.Wendy sonrió y abrazó a Nellie por la cintura. Los músicos se lanzaron a tocar "Someone like you", y Nellie miró a su esposa con ilusión.—¿Bailamos? —dijo Wendy, captando su deseo, y Nellie asintió con entusiasmo. La tomó de la mano y susurró—: Vamos, mi amor— con una dulzura que la hizo sonrojar. Sus dedos se apretaron y Wendy la gu
—No me importa tu opinión.—Pues debería —contestó Rocky con una mueca de enfado—. Tenemos que hablar, Harper.—Después —replicó ella, cada vez más agobiada. Estaban montando un escándalo. La gente los miraba con curiosidad.—Ahora —ordenó Rocky.Ella lo miró estupefacta.—Por favor —se quejó—, esto es un abuso, incluso para una familia de daneses obsesivos con el control.Brake se puso en jarras.La niña se había aburrido de la conversación de adultos y se había escapado a jugar con su vestido, así que él solo tenía que aguantar el ridículo espectáculo ante sus ojos.—Mientras tú y tu familia hacen una cumbre de urgencia para ver si te permiten bailar conmigo —le soltó con ironía—, yo estaré en el bar. Y se fue mientras Harper le echaba una mirada asesina a Rocky, que solía ser el pariente que menos se entrometía en su vida. Lo cual no era mucho decir, claro. Pero algo era algo.—Perdónenos—Rocky les dijo a los demás Meyers, y la arrastró a un rincón.—¿Qué pasa? —preguntó ella en
Harper sintió la mirada de Sheyla clavada en ella, una mirada que le advertía que no se atreviera a interrumpir su conversación con Brake. Aun así, Sheyla le dedicó una sonrisa falsa y le habló con voz melosa.—¡Harper, qué sorpresa verte por aquí! ¿Estás disfrutando de la fiesta?—No sabes cuánto —replicó Harper con sarcasmo.No podía creer que Brake hubiera elegido precisamente a su odiosa jefa para entablar una charla. Era evidente que el destino se había propuesto arruinarle la noche.Brake dejó su vaso en la barra y se acercó a ella.—Harper...—Buenas noches, señor Black —lo cortó Harper con frialdad—. Que se diviertan. Yo me voy.Sin esperar su reacción, Harper se dio media vuelta y se abrió paso entre la multitud. Se sentía mareada y furiosa. Su familia tenía razón sobre Brake. Ese hombre era un problema con patas, y ella ya tenía suficientes sin él.Estaba a punto de llegar a la salida cuando notó su presencia detrás de ella y su mano tocó su brazo.Se tensó y se giró hacia é
Brake dejó de besar a Harper y se dedicó a recorrer su cuello con los labios. La sensación de su barba rasurada le provocó escalofríos de placer que le llegaron hasta el fondo del vientre. Harper oyó que Brake le susurraba que, con la educación refinada que tenía, al menos debería darse cuenta de cuándo un hombre la deseaba, aunque él lo dijo con palabras mucho más vulgares.—No pretendo ser un caballero —murmuró, apretándola contra su pecho y haciéndola sentir el calor de su aliento en la nuca—. No sé seducirte con palabras dulces o gestos refinados. Solo sé que te quiero como nunca he querido a nadie. Por ti, rompería todas las reglas y te haría mía. Si me hubieras seguido la vez que te dije que éramos oficialmente marido y mujer, te habría llevado lejos y te habría hecho el amor durante una semana. Y te habría hecho olvidar cualquier otro lugar.Harper sintió el brazo de Brake rodear su espalda y levantarla con fuerza, acercándola a su pecho. Al mismo tiempo, el vestido se deslizó
Harper se fundió con él, soltando un gemido, mientras el deseo de sentirlo dentro, de quedar saciada, le recorría todo el cuerpo. Buscó sus labios y se entregó a su beso profundo y voraz, disfrutando de la invasión de su lengua. Él apartó su mano de ella y bajó la cremallera de su pantalón... pero justo entonces todo se vino abajo.Cuando Harper sintió la invasión de aquel miembro descomunal y palpitante, el placer se transformó en una oleada de sensaciones abrumadoras. Se le borró todo lo demás. Solo quedó grabado en su mente aquel último encuentro con Mark, las estocadas de dolor que la desgarraban por dentro, las embestidas salvajes amortiguadas solo por el lubricante de su propia sangre. Sintió una oleada de náuseas que le agitó el estómago y le hizo sentir asco por el cuerpo masculino que se le pegaba. Su peso le oprimía, le ahogaba, y empezó a forcejear con desesperación sin razonar.—No, por favor, no —suplicó, empujándolo con fuerza mientras se estremecía—. No quiero hacer est
—No suelo hablar de erecciones con nadie —se defendió Harper, sintiéndose incómoda.—Qué pena —susurró Padme—. Son el ingrediente esencial de las mejores conversaciones. Sigue, querida.La castaña tomó aire.—Cuando nos besábamos, noté su dureza contra mí, y mi deseo se esfumó. Así, sin más. Después de lo que me hizo Mark, eso me trae malos recuerdos.—Nunca me has hablado de Mark —dijo su mejor amiga con delicadeza—. ¿Qué ocurrió entre ustedes? Siempre he sentido que hay algo que no me cuentas.—La última vez que lo vi… —Harper bajó la mirada, avergonzada de confesarlo—, nos entregamos a la pasión como nunca antes.—¿Lo hicieron en plan salvaje? ¿O te violó?—No lo sé —murmuró, más avergonzada que nunca—. Quiero decir que, bueno, éramos novios que vivían juntos por dos largos años. Pero yo no quería hacerlo y él me obligó, así que supongo…—Fue una violación —escupió Padme rotundamente—. Da igual si tenían un noviazgo o no. Si tú no quieres hacerlo y alguien te obliga a que lo hagas,
—¿Mark? —Harper sintió un escalofrío al reconocer su voz—. ¿De dónde has sacado mi número? ¿Qué pretendes?—Solo quería saber cómo te va la vida.Esa voz le traía tantos recuerdos... Al escucharla, los últimos nueve meses se borraron de su mente, como si nunca hubieran existido. Si se tapaba los oídos, podía imaginarse que seguía viviendo en el apartamento de Paraguay y que Mark volvería pronto del trabajo.Harper no se atrevía a cerrar los ojos, como si temiera que el más mínimo guiño fuera su sentencia de muerte. Su mirada se fijó en la funda azul del sofá hasta que cada hilo le pareció un filo cortante.—Estoy perfectamente —mintió—. ¿Qué hay de ti?—No me resigno a perderte. —Su voz se quebró en el silencio—. Aún no puedo aceptar que lo nuestro se acabó. Te extraño tanto, Harper.Harper sintió un nudo en la garganta al oírlo tan dolido. Algo en su tono le provocó un remordimiento profundo.—Ya no soy tu Harper —dijo. Esperaba que Mark reaccionara mal, pero se quedó sorprendida cua
Harper sintió una punzada de ansiedad al oír de nuevo el mensaje de voz en su celular. Quería dejarlo todo y correr a su lado, pero tenía una reunión ineludible. Se prometió a sí misma que sería breve y que lo llamaría en cuanto terminara.La reunión con la consultora informática Samantha Reynolds se alargó hasta pasadas las siete. Harper estaba impaciente por terminar, pero Samantha seguía hablando sin parar. Fue un alivio cuando el departamento de seguridad los interrumpió para avisarles de una inundación en el garaje subterráneo. Apenas quedaban coches a esa hora, pero los pocos que había estaban en peligro de quedar atrapados bajo el agua. Harper pensó que tendrían que llamar a una grúa para rescatarlos.Harper se levantó de un salto al oír lo de la inundación. —Seguro que mi coche está entre los afectados —murmuró, recogiendo su ordenador y metiéndolo en el maletín—. Tengo que bajar a ver qué pasa. ¿Te importa si te llamo mañana para terminar lo que nos queda?—No hay problema —r