Una disculpa por los atrasos, mis queridas lectoras 🥹 también ando dándole fin a otra historia, y preparando nuevas jeje 💚 Gracias por tu apoyo 🌹 Esta novelita termina este mes. Después vienen los especiales a petición, como casi siempre hago en mis historias 😉👌
El llanto del príncipe pelirrojo resonaba en el corredor de una casa, ubicada en un pequeño pueblo de las afueras de la capital. El bebé no dejaba de llorar en brazos de esa mujer que temblaba sosteniendo al niño con fuerza, su rostro pálido, el temor evidente en su mirada café. —¡¡SOY INOCENTE!! —gritó esa niñera del príncipe Brendel Burgot. La noche había caído envolviendo con su oscuridad el Reino de Bushlak. Las ráfagas del fuerte y frío viento que mecían los árboles desnudos del otoño en ese sector, provocando que sus ramas choquen entre sí y produzcan un escalofriante sonido. La mujer se encontraba rodeaba de los guardias reales montados en sus caballos. Algunos de ellos, y habían desenvainado sus espadas. —¡ENTREGUE AL PRÍNCIPE! —ordenó uno de los hombres del Rey Bushlako, bajando del caballo se acercó lentamente hacia la mujer niñera. Ella extendió sus manos con el bebé, la mujer lloraba desconsolada mientras temblaba… Sabía que moriría. —¡Fue culpa del Conde Ruw
Serenia se encontraba de pie frente al escritorio de madera oscura, de Bertrand. Había dejado al príncipe con las niñeras reales, y se dedicó a hablarle de su reunión con el Rey vecino, Dominic Arbar. Las ventanas altas filtraban la tenue luz de ese día gris, mientras la lluvia se hacía presente y golpeaba con suavidad los cristales. Las llamas de la chimenea proyectando sombras en las paredes de la oficina, mientras que el sonido del fuego crepitante inundaba la habitación. El Rey Bertrand, aún vestido con su atuendo real, estaba de pie al borde del escritorio, mirándola con una intensidad que hacía que el pulso de Serenia se acelerara. Ella finalmente dejó de hablar… Haciendo un pausa, lo veía con sorpresa. —¿Por qué me miras así? —preguntó Serenia en un susurro, rompiendo el silencio, pero sin poder apartar la mirada de ese atractivo gobernante. Bertrand no respondió de inmediato. La figura imponente de ese Rey pelirrojo se acercó con calma hacia la mujer. La luz del
Serenia rodeó con sus piernas las caderas de él, acercándolo aún más, mientras Bertrand la besaba con una pasión feroz, que parecía que iba a devorarla por completo, sus labios no se separaban ni por un instante, hasta que se quedaron mutuamente sin aliento. —Ah, eres deliciosa mi amor… —dijo él con voz entrecortada, para continuar besándola, tocándola, llenándola de su amor. El fuego de la chimenea era el único testigo de cómo sus caricias se volvían más eróticas y descaradas. —¡OH, BERTRAND! ¡AH!~ —dejó escapar la Reina gemidos que hicieron eco en la oficina y fuera de ella… Bertrand en ese momento, trazó un camino de sus besos, desde la mandíbula de la hermosa mujer, hacia abajo, deteniéndose en los puntos donde sabía que podía hacerla suspirar de placer, viéndola temblar excitada, y mojarse cada vez más. Ella reclinó la cabeza, a la vez que su espalda se arqueada ante el placer que ese hombre la hacía sentir; él la sostuvo con firmeza de los muslos, separándolos más, vien
✧✧✧ Seis meses más tarde. ✧✧✧ La primavera había llegado, envolviendo con su fresca brisa, su radiante sol y sus dulces fragancias, el Reino de Bushlak. En la ciudad capital, se preparaba la celebración del festival de la temporada y con ello también la noticia de la alianza exitosa entre Bushlak y Ruster su vecino del Sur. Mientras días de paz se disfrutaban, en el territorio Real, la Reina Serenia Lamparth de Burgot, terminaba de organizar todo, previamente a su viaje de una semana al imperio de Gorian. Quería ver a su familia, pero, meses atrás, el otoño se volvió feroz y le fue imposible dejar la capital, y el invierno el cual fue bastante frío, también le impidió ir junto a su esposo e hijo. —Todo está listo, mi majestad. Cuando finalice el festival primaveral, podrá viajar con el Rey y el príncipe rumbo al imperio de Gorian —anunció con voz seria, Brandon Rufer, el ministro del Reino. —Agradezco el aviso, ¿dónde está mi hijo? —La agenda del príncipe de hoy se cance
—¿Un momento tranquilo? —replicó la Reina ante su esposo—. ¿Y crees que eso te da derecho a ignorarme? Soy su madre, Bertrand. ¡No puedes tomar estas decisiones solo!, tengo que saber todo de Brendel. Los dos comenzaron a discutir, sus voces elevándose mientras el pequeño príncipe, que estaba cerca de la orilla, balbuceaba felizmente jugando con unas pequeñas ramas. Serenia cruzó los brazos, furiosa, mientras Bertrand intentaba justificarse. —¡No me distraigas más, Serenia!, hablaremos más tarde. Te hubiese invitado pero últimamente no dejabas de decir que tu agenda estaba llena, ¿olvidas todas las cenas que no dejabas de hablar del trabajo y esto y lo otro?, aunque vivimos juntos y dormimos en la misma habitación, ni siquiera te veo ¡Y ERES MI REINA!… —se quejó él, finalmente dejando salir su furia—. Me encanta que seas muy competente, en serio, eso me gusta mucho de ti… Pero no sabes ponerte límites, y tampoco quiero hacerte sentir "que te limito" como antes me decías que te
✧✧✧ Una semana más tarde, en la capital Bushlaka. ✧✧✧ El sol matutino bañaba la capital del Reino de Bushlak. Las calles de piedra, adornadas con florales y banderines de colores, estaban repletas de ciudadanos. Los aromas dulces llenaban el aire mientras la música resonaba en cada rincón. En la plaza central, la familia Real disfrutaba del espectáculo. El Rey Bertrand Burgot, sostenía la mano de su esposa, la Reina Serenia. Ella lucía un vestido azul que se mecía con la brisa, y sus ojos dorados brillaban con ternura mientras observaba a su hijo. El pequeño príncipe Brendel, estaba de pie tambaleante junto a sus padres, sus ojos verdes oscuros llenos de la curiosidad de un niño que apenas comenzaba a descubrir el mundo. Al intentar caminar hacia una mariposa que revoloteaba cerca, perdió el equilibrio y cayó sentado sobre el suelo. —Oh~ parece que nuestro futuro Rey aún tiene mucho que aprender sobre caminar —bromeó Bertrand con una sonrisa mientras levantaba a su bebé
—¿Có… Cómo pudo pasar esto…? —susurró la Reina, sus ojos dorados llenos de una mezcla de incredulidad y agonía—. ¡Nuestro bebé! ¡Hay que rescatar a Bred! Bertrand la miró brevemente, su mandíbula apretada y sus puños temblando. Le dolía verla así, pero no podía permitirse el lujo de derrumbarse… No ahora. —Lo traeremos de vuelta —dijo el Rey con voz baja pero firme, arrodillándose ante Serenia y tomándola de los hombros. Sus ojos, llenos de determinación, buscaron los de ella—. Te lo prometo, Serenia. Lo encontraremos, cueste lo que cueste. Serenia asintió lentamente. La plaza, que minutos antes estaba llena de júbilo, ahora estaba sumida en un silencio absoluto. Solo el sonido de las trompetas de emergencia cortaba el aire, anunciando la tragedia. …………… El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, tiñendo la capital con un resplandor dorado. Los cascos de los caballos resonaban contra el empedrado mientras Bertrand y Serenia recorrían la ciudad. Él tenía el porte
El Rey Bertrand miró a sus caballeros que se habían ocultado entre los árboles. Con un gesto de su mano, Bertrand les indicó que aguardaran. Si algo iba a suceder, lo haría bajo sus términos. Respiró profundamente y avanzó hacia la cabaña. La madera crujió bajo su peso al subir los escalones. Antes de abrir la puerta, se detuvo y posó su mano en la empuñadura de su espada. Seguidamente… Ingresó. Dentro estaba Hansel Ruwer, con una sonrisa maliciosa curvando sus labios. Ese exConde llevaba una espada colgando de su cintura, su mano descansando peligrosamente cerca de la empuñadura y su porte altivo era iluminado tenuemente por la luz dorada de la chimenea. —Majestad —Hansel inclinó ligeramente la cabeza, claramente un gesto lleno de sarcasmo y burla. Su mirada brillaba con un destello de malicia—. Qué amable de tu parte venir, viejo amigo. —¿Dónde está mi hijo? —preguntó Bertrand, sin molestarse en cortesías. Sus ojos verdes afilados y penetrantes veían a Hansel como si qui