Capítulo60
Leandro caminó rápidamente hacia la cabecera de la cama y arrastró a aquella mujer pálida y frágil de la cama.

—Julieta ¿sigues fingiendo estar dormida? ¿Para qué fingir ser débil cuando tienes fuerza para pegarle a alguien?

Julieta abrió lentamente los ojos. Miró a ese hombre familiar, pero también desconocido, parado frente a ella. Sentía mareos.

—¿Qué, no tienes nada que explicar?

—¿Qué tengo que decir? ¿Me creerías?

Las preguntas hicieron que Leandro se quedara de piedra. Inexplicablemente sintió un poco de congoja. Aunque anoche Leandro estaba borracho, recordaba que esa mujer le había hecho la misma pregunta. Pero él había visto todos los acontecimientos con sus propios ojos. ¿Cómo podía ignorar los hechos? ¡No estaba ciego!

Con un gesto brusco, Leandro echó a Julieta al piso.

Julieta no tenía fuerzas ya. Con ganas de vomitar y dolor en sus pulmones, se cayó como si fuese una muñeca de porcelana rota, rota en pedazo.

Cuando aterrizó en el suelo, para que su cabeza no golpeara dir
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