Jennifer. La ambulancia llega a toda velocidad a la clínica más cercana. Con rapidez bajan la camilla de Cato e ingresan corriendo a la sala de urgencias. Yo me bajo de la ambulancia y corro hacia adentro viendo cómo se llevan a Cato.—¿Es usted familiar del paciente? —una enfermera me aborda de la nada en medio del pasillo haciendo que me detenga en seco.—Eh… no, no, soy su jefa —le respondo y ella anota algo sobre unos papeles.—¿Me puede brindar información acerca de él? Su nombre, su edad… necesito tenerlo en el sistema.—Dios… me siento tan estúpida —exclamo llevándome las manos a la cabeza—, no lo sé, solo sé que se llama Cato, mi esposo lo contrató.—Tranquila, tranquila, no pasa nada —me responde—, ¿tienen alguna forma de comunicarse con su esposo? —yo niego con la cabeza.—No, lo siento, no tengo teléfono ni nada.—Le traeré un teléfono para que pueda llamarlo, ¿de acuerdo? —yo asiento—, perfecto, tome asiento.Como me lo pidieron me siento en los sillones de la sala de eme
Salimos de la clínica y nos subimos al auto. Pido que me dejen en casa de Amerie mientras que Max continua su camino hacia la oficina alegando que pasará por mí más tarde para ir a la estación. Me despido de él y me bajo del auto frente la casa de Amerie mientras me quedo pensando en todo lo que ha pasado las últimas horas. El accidente de Cato que no fue del todo un accidente, descubrir que espero un varón como lo sentía y la muerte de ese tal Steve y que estoy casi al cien por ciento segura que el responsable es Max y ahora lo que me debe decir Marcos y que es extremadamente urgente. En ese momento aparece Amerie cuando toco el timbre de su casa. Me sonríe de oreja a oreja y me deja pasar.—Marcos te está esperando en la oficina —es lo primero que me dice mientras nos saludamos con un beso en la mejilla.—Sí, pero antes quería hablar contigo, quería decirte algo —ella asiente mientras que yo saco la ecografía y se la tiendo. Ella la recibe con una sonrisa enorme—. Es un niño —añado.
Alex.Nunca me he sentido tan acorralado como me siento ahora en este preciso momento. Es decir, he pasado por muchas cosas alrededor de mi vida, he superado muchas más, incluso la muerte y bueno, sé que no todos pueden decir eso, sin embargo, en ninguna de esas tantas ocasiones en las que me sentí de esa forma, como si estuviera a punto de ahogarme, realmente estaba tan acorralado como ahora. ¿Qué tan hija de puta puede ser la vida conmigo para tener que enfrentar una y otra y otra vez lo mismo? ¿qué tan ensañada está la vida conmigo para que en cuanto estoy saliendo del lodo una mano del pasado del pasado siempre me jala de nuevo hacia él? Es lo que me está pasando justo ahora pues no sé cómo, no sé desde cuándo, pero hay alguien que ya sabe que estoy vivo y ese alguien me está apuntando justo en este mismo momento con su puta arma justo en la cabeza mientras sus hombres le apuntan a los míos. No es la primera vez que estoy en esta situación y casi siempre salgo bien librado, pero s
Jennifer. Cato y yo nos separamos cuando escuchamos que alguien llegó y ambos sabemos que ese alguien es Max. Me separo aun más de él sentándome en asiento tras el escritorio mientras que el chico frente a mí me mira sonriendo dándole la espalda a la puerta corrediza por la cual aparece Max. Al vernos se muestra sorprendido, pero yo no le digo ni hago nada.—¡Cato! —exclama asombrado—, ¡vaya! No sabía que saldrías hoy —añade mientras camina hacia mí.—Así es señor —le responde.—¿Y qué haces aquí? —pregunta al llegar hasta mí y luego me da un beso en los labios que lucho lo suficiente para no rechazar.—Saludar, saludar a la señora Jennifer y por supuesto quería hablar con usted —le contesta—, decirle que si usted lo desea estoy listo para continuar con mis labores.—¿Con un brazo roto? —Max pregunta en ese tono de burla que tanto odio. Yo ruedo los ojos al escucharlo.—Un brazo que puedo mover con facilidad, señor, me refiero a que no está del todo roto —le contesta.—¡Oh! No sabía q
Alex. Las armas y las municiones están listas por lo que todos mis hombres y los de Santiago se comienzan a preparar para el ataque. Descubrimos que Armando se está quedando en un Penthouse de uno de los edificios más cotizados de la ciudad, así que lo atacaremos allí con todo lo que tenemos. Sabemos que eso puede despertar la curiosidad de Max, saber quién carajos podría matar a ese hombre, pero cuando lo descubra se dará cuenta que puede ser un narco que fue seguido por sus enemigos hasta la ciudad y el diablo le reafirmará eso a nuestro favor. Todos, iremos encapuchados, con nuestros tapados para que nadie nos reconozca, nadie que le pueda informar a Max.El diablo quiso ser participe del plan, no obstante, consideré que es mucho mejor que lo haga desde la mesa de Max y no en la acción. Él parece que lo tomó de manera regular.—¿Estás seguro? Sabes que mis hombres están listos para lo que sea —me dice y yo asiento.—Lo sé, diablo, sé que lo están. No he visto hombres más preparado
Max.—No lo hice por ti, Max, yo no volveré a hacer nada por ti en lo que resta de mi vida —es lo que Jennifer me contesta—, lo hice por mi bebé… —no puedo evitar fruncir el ceño, pues no sé a lo que se refiere al decir eso—, está próximo a venir a este mundo y lo último que necesita cuando eso suceda es una madre viviendo en la calle, en la misera o peor, acompañando a su padrastro en la cárcel —en cuanto termina se aleja de mí, como lo ha hecho demasiadas veces ya.Y es que aún no puedo creer que Jennifer se haya enterado de que me cojo a Samantha. Le dije a esa perra estúpida que no me enviara mensajes y aun así lo hizo, lo hizo y me arruinó todo lo que había logrado poco a poco con Jennifer. La manera en la que se estaba dejando persuadir, la manera en la que estaba dejando que me acercara y cómo me decía que dejaría que fuera el padre de su hijo… justo cuando todo estaba saliendo bien, justo cuando nos dicen que el bebé es varón, justo cuando se cumple lo que más deseaba, justo c
Al llegar a casa lo primero que veo es el auto de Emiliano aparcado fuera junto a las camionetas de su seguridad. No puedo evitar resoplar de estrés en cuanto lo veo pues técnicamente no me agrada del todo Emiliano. Es un socio promedio que solo tengo en mi poder para cuando necesite echarle el agua sucia a alguien más. Es un completo idiota que no tiene mi respeto, pues quién realmente creo que tiene bolas es Valeria. Es astuta, intrépida y muy inteligente, es el tipo de mujer que cualquiera quisiera tener a su lado en este negocio por eso no me desharía de ella nunca, a menos que me traicione, clara está, pues eso en mi mundo, en mis reglas es simplemente algo que se debe pagar con sangre. Camino por la pasarela de la entrada y llego a la puerta, sin embargo, esta se abre antes de que yo siquiera pueda tocarla, al mirar noto que se trata de Cato y no puedo evitar fruncir el ceño.—¿Cato? ¿qué haces aquí? —es lo primero que le pregunto.—Buenas tardes, señor Max. Su esposa llamó, dij
Jennifer.La casa de Amerie nunca me había parecido tan alta e imponente, definitivamente nunca pensé que esto pasaría, pero sé que se trata de algo que debo hacer y sé que la única razón por la que me siento tana asustada ante una simple casa es lo que estoy a punto de hacer; decirle la verdad a Amerie. Toda la verdad. Cuando toco la puerta una chica del servicio me deja pasar y me dice que Amerie me espera en su habitación, así que subo las escaleras y llego hasta la misma, luego abro la puerta encontrándome a mi amiga, la probablemente dejará de ser mi amiga en un rato esperándome sentada en el hermoso sofá que tiene junto a la ventana.—Hola —ella me sonríe débilmente, no sé por qué creo que ya sabe lo que le diré.—Creí que no ibas a venir sinceramente… pero no eres tan cobarde como tu esposo —su respuesta me deja helada. Es más que obvio que lo sabe así que me acerco a ella y me siento sobre la cama.—¿Qué es lo que sabes exactamente? —ella suspira.—Que me estuviste engañando t