“Lo siento, su majestad, pensé que éramos almas gemelas, no debería haberle hablado así al rey, ¡es completamente mi error!”. Con mi actitud sarcástica a la vista, hablé con el rey, mis palabras hicieron que toda su familia se quedara sin aliento y Carlos soltó una pequeña burla divertida. También fue esa actitud la que me dio mi primera bofetada en dos semanas, el rey nunca se contuvo cuando se trataba de fuerza y sentí que la sangre goteaba rápidamente de mi labio ahora roto, tomé mi palma debajo y vi mi piel mancharse por la sustancia roja.

“¡Perra ingrata!”. La última vez que me llamó así, me arrastró hasta su habitación y me profanó delante de su anterior beta. Inconscientemente me encogí y esperé una avalancha de puñetazos o bofetadas. Sin embargo, eso no pasó y, en cambio, me agarraron bruscamente del brazo mientras me arrastraban fuera de mi asiento y fuera de la habitación.

Destellos de su profanación atravesaron mi mente y tragué saliva mientras rápidamente permitía que el