“¿Puedes pasar por la plaza antes de que nos vayamos?”. Ahora le tocaba a él fruncir el ceño, toda su cara no gritaba más que intriga por lo que pasaba por mi cabeza. Ni siquiera yo entendía mi repentina idea, pero no iba a retroceder ahora. Freddie estaría a salvo, por alguna razón realmente confiaba en Adrián. Nunca hubiera pensado que confiaría en un lobo para que cuidara a mi hermano, pero aquí estaba, sabiendo que estaba a salvo. “Puedes dejar la puerta del camión abierta hasta que salgamos por completo”.

Asintió y saltó al asiento del conductor, antes de arrancar lentamente y conducir hasta la plaza. Recuerdos de todos los latigazos que había recibido delante de todo el mundo se dispararon en mi mente, el pequeño escenario de madera estaba en toda su gloria, mientras que los dos postes de madera, que estaban allí para ser amarrados a ellos y darles acceso a nuestras espaldas, se encontraba en el centro del mismo.

Aquí fue donde el rey hizo su anuncio sobre la educación de mi es