— Entonces, ¿qué es eso roto en el suelo? — pregunta Lovetta, su voz cargada de una dulzura fingida que solo aumenta la incomodidad de Sasha.Lovetta suelta el portarretratos, su expresión implacable mientras observa cómo el objeto cae al suelo. Sasha, viendo la escena en cámara lenta, deja caer el paño inmediatamente y extiende la mano para intentar atrapar el portarretratos antes de que toque el suelo. Pero no es lo suficientemente rápida.El portarretratos golpea el piso, el vidrio se hace añicos en varias direcciones y algunos fragmentos alcanzan la mano de Sasha. Todo lo que siente es un dolor agudo por los cortes que los pedazos de vidrio le hacen en la palma de la mano.La sangre fluye de la herida, goteando sobre la foto ahora desprotegida. La imagen de Miguel y sus padres queda manchada de un rojo vivo, una representación cruel de la escena que acaba de suceder.Sasha jadea, sosteniendo su mano herida contra el pecho, sus ojos abiertos de par en par por el dolor y el impacto.
Miguel entra en la oficina, la tensión en el ambiente aumentando instantáneamente con su presencia. Sus ojos se fijan en Sasha, quien inmediatamente siente como si el aire a su alrededor se hubiera vuelto más pesado, casi sofocante. Intenta mantenerse firme, pero es imposible ignorar la intensidad de su mirada, que parece penetrar directamente en su alma.— ¿A dónde pretendes huir? — pregunta, su tono bajo y cargado de peligro.Sasha retrocede instintivamente, sintiendo cómo la tensión en el aire crece con cada paso que él da. Su mirada es como un peso sobre sus hombros, y siente como si estuviera atrapada, sin escapatoria.El sonido del corazón de Sasha latiendo con fuerza en su pecho llega a los oídos de Miguel, cada latido rápido alimentando el fuego dentro de él.Sasha siente un escalofrío recorrerle la columna. Nota cómo los ojos de Miguel se desvían hacia su mano, donde una fina línea de sangre todavía corre por todo su antebrazo, el corte reciente aún fresco y goteando por su c
La sorpresa atraviesa el rostro de Lovetta, y sus ojos se vuelven hacia el Genuino Alfa con incredulidad. Por un instante, se queda paralizada; la sola idea de que Miguel esté protegiendo a la humana le resulta tan absurda que le frunce el ceño, dudando incluso de su propia audición. Y más aún en esta situación, en la que la humana ha sido insolente, ofendiéndola delante de él.— ¿Cómo? — susurra Lovetta, con la voz apenas audible, cargada de incredulidad y humillación.Busca en los ojos de Miguel alguna explicación, alguna pista de que aquello no sea real, pero lo único que encuentra es la mirada fría e implacable del Genuino Alfa.— Genuino, ¿de verdad vas a permitir que ella me hable así? — insiste Lovetta, la incredulidad transformándose en un veneno sutil. Inclina ligeramente la cabeza, como si intentara comprender lo que para ella es una traición de su Alfa. — ¿Que trate a tu futura compañera con toda esa osadía y quede impune?Sasha contempla la escena, el corazón golpeándole c
— No… — la palabra apenas llega a formarse en sus labios, un susurro casi inaudible, pero no tiene fuerzas para decir nada más.Miguel se detiene a escasos centímetros de ella; su presencia es abrumadora, llenando todo el espacio a su alrededor. El miedo es palpable, casi tangible en el aire que los separa. Miguel la mira con una expresión fría, sin mostrar la más mínima emoción, el rostro tan rígido como la piedra.Sasha, de manera instintiva, se encoge de hombros, sintiéndose cada vez más pequeña bajo la mirada implacable de él. La saliva en su boca parece demasiado espesa para tragar, como si cada movimiento fuera un esfuerzo monumental. Miguel alza la mano hacia ella y ella cierra los ojos, mordiéndose las mejillas por dentro, esperando el golpe que cree inevitable.Su corazón late desbocado en el pecho, el sonido retumba en sus oídos como un tambor de guerra. La ansiedad la consume, es una fuerza invisible que amenaza con engullirla por completo. Entonces, en lugar del dolor que
La mano de Miguel se desliza por la mandíbula de Sasha, con los dedos firmes pero sorprendentemente delicados, como si estuviera esculpiéndola a su tacto.Sin previo aviso, Miguel la atrae con brusquedad y captura los labios de Sasha en un beso que no tiene nada de suave. Es un beso posesivo y dominante que reclama cada parte de ella. Su boca es dura contra la de ella, exigente, como si estuviera marcando territorio, y Sasha siente el impacto de ese gesto como una corriente eléctrica que recorre todo su cuerpo. Se sorprende al sentir brotar en su interior una respuesta que la lleva a ceder, a cerrar los ojos y a que su cuerpo traicione a su mente. Otra vez. Justo como él dijo.Para ella, el sabor de Miguel es embriagador, una mezcla de deseo puro y de una autoridad incuestionable. Siente cómo el calor se extiende por sus venas mientras sus manos se aferran instintivamente a la camisa de él, como si necesitara algo a lo que aferrarse.Él la besa con una hambre que la hace olvidar todo
Sasha apoya ambas manos en el alféizar de la ventana, intentando recuperar el aliento y calmar los latidos de su corazón, que aún retumban en su pecho. A medida que la adrenalina empieza a disiparse, una oleada de vergüenza la invade, haciendo que se ruborice de forma intensa. ¿Cómo pudo decir aquello? ¿Cómo pudo insinuar, aunque fuera de manera indirecta, que deseaba ser cazada? Las palabras resuenan en su mente, cada sílaba cargada de un anhelo que sabe que no debería sentir.Cierra los ojos con fuerza, sacudiendo la cabeza de un lado a otro, tratando frenéticamente de borrar el recuerdo de la conversación con Miguel.“No soy una presa tan fácil.” — Las palabras aún resuenan en sus oídos; no puede creer que hayan salido de sus propios labios. ¿Qué clase de persona desafía a un lycan, y más aún, al rey de todos ellos?Y peor todavía, ¿qué clase de persona siente una excitación prohibida al verse confrontada con una promesa tan sombría y primitiva de ser cazada y poseída en pleno bosq
Miguel mantiene una postura firme, los músculos en tensión, listos para la batalla. Su oponente no muestra menos determinación, pero hay una clara diferencia entre ambos: mientras el otro lycan exhibe una ferocidad salvaje, Miguel irradia un control letal, como un depredador que sabe exactamente cuándo atacar para asegurar el golpe fatal.El corazón de Sasha late con fuerza en su pecho, observando con aprensión y ansiedad.¡Miguel va a ganar! — se dice a sí misma, sin saber siquiera por qué están luchando o si realmente se trata de algo importante o simplemente de alguna costumbre extraña de esa especie mágica.El aire a su alrededor parece vibrar con expectativas, y el aire que respira se siente aún más frío de lo normal. Los aullidos cesan, y ahora lo único que se escucha es el gruñido de ambos lycans.Miguel y el otro lobo negro avanzan uno contra el otro; la velocidad y brutalidad con la que se mueven es espeluznante. Sus cuerpos chocan con la fuerza de una tempestad devastadora,
Cuando por fin llega ante la multitud de lycans, se detiene jadeando. Todas las miradas, que antes estaban fijas en la lucha, ahora se vuelven hacia ella. Desconocidos la observan con curiosidad, mientras aquellos que reconoce la miran con una especie de acusación silenciosa, como si la culpabilizaran de algo que ella desconoce por completo.El peso de esas miradas es casi insoportable, pero Sasha se obliga a mantenerse firme, luchando contra sus propias ganas de retroceder. Sabe que no debería estar allí, que es demasiado peligroso, pero algo más poderoso que el miedo la mantiene en pie.Un gruñido irrumpe el silencio, haciendo que todos se vuelvan hacia Lovetta, cuyos ojos relucen con una furia incontrolable mientras avanza hacia Sasha. Los dedos de Lovetta se convierten en garras plateadas y afiladas, reflejando la luz de manera amenazante.— ¿Cómo te atreves a aparecer aquí, maldita humana? — grita Lovetta, su voz llena de odio y desprecio, cada palabra cargada de intención violen