La sorpresa atraviesa el rostro de Lovetta, y sus ojos se vuelven hacia el Genuino Alfa con incredulidad. Por un instante, se queda paralizada; la sola idea de que Miguel esté protegiendo a la humana le resulta tan absurda que le frunce el ceño, dudando incluso de su propia audición. Y más aún en esta situación, en la que la humana ha sido insolente, ofendiéndola delante de él.— ¿Cómo? — susurra Lovetta, con la voz apenas audible, cargada de incredulidad y humillación.Busca en los ojos de Miguel alguna explicación, alguna pista de que aquello no sea real, pero lo único que encuentra es la mirada fría e implacable del Genuino Alfa.— Genuino, ¿de verdad vas a permitir que ella me hable así? — insiste Lovetta, la incredulidad transformándose en un veneno sutil. Inclina ligeramente la cabeza, como si intentara comprender lo que para ella es una traición de su Alfa. — ¿Que trate a tu futura compañera con toda esa osadía y quede impune?Sasha contempla la escena, el corazón golpeándole c
— No… — la palabra apenas llega a formarse en sus labios, un susurro casi inaudible, pero no tiene fuerzas para decir nada más.Miguel se detiene a escasos centímetros de ella; su presencia es abrumadora, llenando todo el espacio a su alrededor. El miedo es palpable, casi tangible en el aire que los separa. Miguel la mira con una expresión fría, sin mostrar la más mínima emoción, el rostro tan rígido como la piedra.Sasha, de manera instintiva, se encoge de hombros, sintiéndose cada vez más pequeña bajo la mirada implacable de él. La saliva en su boca parece demasiado espesa para tragar, como si cada movimiento fuera un esfuerzo monumental. Miguel alza la mano hacia ella y ella cierra los ojos, mordiéndose las mejillas por dentro, esperando el golpe que cree inevitable.Su corazón late desbocado en el pecho, el sonido retumba en sus oídos como un tambor de guerra. La ansiedad la consume, es una fuerza invisible que amenaza con engullirla por completo. Entonces, en lugar del dolor que
La mano de Miguel se desliza por la mandíbula de Sasha, con los dedos firmes pero sorprendentemente delicados, como si estuviera esculpiéndola a su tacto.Sin previo aviso, Miguel la atrae con brusquedad y captura los labios de Sasha en un beso que no tiene nada de suave. Es un beso posesivo y dominante que reclama cada parte de ella. Su boca es dura contra la de ella, exigente, como si estuviera marcando territorio, y Sasha siente el impacto de ese gesto como una corriente eléctrica que recorre todo su cuerpo. Se sorprende al sentir brotar en su interior una respuesta que la lleva a ceder, a cerrar los ojos y a que su cuerpo traicione a su mente. Otra vez. Justo como él dijo.Para ella, el sabor de Miguel es embriagador, una mezcla de deseo puro y de una autoridad incuestionable. Siente cómo el calor se extiende por sus venas mientras sus manos se aferran instintivamente a la camisa de él, como si necesitara algo a lo que aferrarse.Él la besa con una hambre que la hace olvidar todo
Sasha apoya ambas manos en el alféizar de la ventana, intentando recuperar el aliento y calmar los latidos de su corazón, que aún retumban en su pecho. A medida que la adrenalina empieza a disiparse, una oleada de vergüenza la invade, haciendo que se ruborice de forma intensa. ¿Cómo pudo decir aquello? ¿Cómo pudo insinuar, aunque fuera de manera indirecta, que deseaba ser cazada? Las palabras resuenan en su mente, cada sílaba cargada de un anhelo que sabe que no debería sentir.Cierra los ojos con fuerza, sacudiendo la cabeza de un lado a otro, tratando frenéticamente de borrar el recuerdo de la conversación con Miguel.“No soy una presa tan fácil.” — Las palabras aún resuenan en sus oídos; no puede creer que hayan salido de sus propios labios. ¿Qué clase de persona desafía a un lycan, y más aún, al rey de todos ellos?Y peor todavía, ¿qué clase de persona siente una excitación prohibida al verse confrontada con una promesa tan sombría y primitiva de ser cazada y poseída en pleno bosq
Miguel mantiene una postura firme, los músculos en tensión, listos para la batalla. Su oponente no muestra menos determinación, pero hay una clara diferencia entre ambos: mientras el otro lycan exhibe una ferocidad salvaje, Miguel irradia un control letal, como un depredador que sabe exactamente cuándo atacar para asegurar el golpe fatal.El corazón de Sasha late con fuerza en su pecho, observando con aprensión y ansiedad.¡Miguel va a ganar! — se dice a sí misma, sin saber siquiera por qué están luchando o si realmente se trata de algo importante o simplemente de alguna costumbre extraña de esa especie mágica.El aire a su alrededor parece vibrar con expectativas, y el aire que respira se siente aún más frío de lo normal. Los aullidos cesan, y ahora lo único que se escucha es el gruñido de ambos lycans.Miguel y el otro lobo negro avanzan uno contra el otro; la velocidad y brutalidad con la que se mueven es espeluznante. Sus cuerpos chocan con la fuerza de una tempestad devastadora,
Cuando por fin llega ante la multitud de lycans, se detiene jadeando. Todas las miradas, que antes estaban fijas en la lucha, ahora se vuelven hacia ella. Desconocidos la observan con curiosidad, mientras aquellos que reconoce la miran con una especie de acusación silenciosa, como si la culpabilizaran de algo que ella desconoce por completo.El peso de esas miradas es casi insoportable, pero Sasha se obliga a mantenerse firme, luchando contra sus propias ganas de retroceder. Sabe que no debería estar allí, que es demasiado peligroso, pero algo más poderoso que el miedo la mantiene en pie.Un gruñido irrumpe el silencio, haciendo que todos se vuelvan hacia Lovetta, cuyos ojos relucen con una furia incontrolable mientras avanza hacia Sasha. Los dedos de Lovetta se convierten en garras plateadas y afiladas, reflejando la luz de manera amenazante.— ¿Cómo te atreves a aparecer aquí, maldita humana? — grita Lovetta, su voz llena de odio y desprecio, cada palabra cargada de intención violen
La rabia y la desesperación que la dominan dejan poco margen para el miedo o la razón. Sasha solo sabe que debe hacer algo, cualquier cosa, para romper la asfixiante tensión que está presenciando. Ver el cuello de Miguel atrapado por los dientes del otro lobo es una imagen con la que está segura de que tendrá pesadillas los próximos días.— ¡Levántate, maldito lobo sarnoso! — su voz corta el aire, cargada de una mezcla de ira, miedo y una determinación desesperada.El silencio que sigue casi se puede palpar. Cada lycan alrededor parece haberse congelado, boquiabierto, sin creer lo que acaba de oír.Una esclava humana, un ser que debería permanecer postrado en sumisión, se atreve a inmiscuirse en el desafío y, para colmo, a insultar al Genuino Alfa en un momento tan crítico.El impacto es tan fuerte que incluso el lobo que sujeta a Miguel deja de presionar los dientes contra su carne, dirigiendo su mirada hacia la humana, que sigue despotricando con insolencia.Ella no entiende por qué
Miguel avanza con una furia renovada, utilizando sus patas delanteras para forzar al otro alfa al suelo. El adversario intenta resistirse, pero Miguel no le da espacio ni para respirar, su dominio ahora palpita en el aire con una fuerza abrumadora, algo que antes parecía no tener tanto efecto. Ahora, el otro alfa siente todo el peso de la superioridad de Miguel, sus extremidades temblando mientras lucha en vano por escapar.Un gruñido profundo emana del pecho de Miguel, reverberando en el ambiente como un trueno, y es en ese momento que el oponente comienza a flaquear. Siente cómo la presión implacable de Miguel se intensifica, y un llanto ahogado de dolor escapa de su garganta. El aura de poder de Miguel domina por completo la escena, sometiendo al oponente hasta que no queda más lucha dentro de él.Con una precisión cruel, Miguel clava sus dientes en el cuello del adversario. La carne cede bajo su mordida, el sonido de la piel perforada y desgarrada resuena en el campo. La sangre br