En la actualidad, para los humanos, hombres lobo, vampiros, brujas y dioses no son más que cuentos de hadas. Historias escritas por otros humanos para entretenerse, una forma de pasar el tiempo creyendo que la fantasía y las leyendas son solo producto de la imaginación. Sin embargo, hace muchos años, la realidad era muy diferente. Los humanos no eran los depredadores, sino la presa. Servían de alimento para una raza, de reproducción para otra, de material para rituales, entre otras utilidades. Pero eso quedó en el pasado, un pasado tan remoto que, al escuchar esas historias, las consideran inventos para asustar a los niños antes de dormir. De niña, Helena, la madre de Sasha, una vez le contó una historia sobre una diosa llamada Selene y su hermano gemelo Máni. Ambos competían por el título de Soberano de la Luna. Sasha no recuerda todos los detalles, solo que, al final, la hermana mató al hermano y recibió de su padre Zeus los poderes de la luna, y así creó al primer licántropo. S
Un escalofrío recorre la columna de Sasha; es la gota que colma el vaso. La frustración acumulada durante años de humillación, obediencia y sometimiento para sobrevivir está llegando a su límite. Ya no puede soportarlo más. Desde la muerte de su madre, Sasha aprendió a inclinar la cabeza y a obedecer para salir adelante. Trabajó en empleos donde la pisoteaban, la humillaban y la despreciaban por no tener dinero ni usar ropa de marca. Abandonó la escuela para trabajar más y pagar las deudas de su padre, todo para garantizar que tuvieran un techo, comida en la mesa y que su padre no fuera asesinado por los criminales a quienes debía dinero. Cada cliente grosero en el café era un recordatorio de su posición en el mundo: siempre abajo. Siempre creyó que, si aguantaba lo suficiente, algo mejor llegaría. Hasta que su padre le dijo que había encontrado un trabajo para ella. “Seguramente fue engañado por la señora Luciana” — pensó Sasha en las primeras horas encerrada en el sótano.
Sasha no se mueve, sosteniendo la única prenda de ropa que Miguel aceptó del montón que Luciana llevó el segundo día que Sasha permaneció en la cama de su maestro, recuperándose en su sueño de curación. Era un camisón blanco, casi infantil. — Te mostraré lo que le pasa a una esclava que desobedece a su maestro. Sasha tiembla de miedo, juntando las rodillas contra su pecho y presionándose contra el cabecero de la cama. — Sasha — dice ella entre dientes, con la voz baja pero firme — no es esclava, es Sasha. — Sasha — Miguel pronuncia su nombre. Por extraño que parezca, sus oídos se complacen al escuchar cómo su nombre suena en la boca de ese hombre, en el barítono de su voz. Miguel también lo disfruta, más de lo que jamás admitiría. — Eres mía. Mía para castigar, para follar, para romper. Mía para todo. Los ojos de Sasha permanecen abiertos como platos, bajando inevitablemente hasta el miembro erecto de Miguel. Traga saliva, fijando la mirada en la carne rígida que apunta haci
— ¡Estás mintiendo! — dice Sasha, intentando sonar confiada, pero su voz traiciona el pánico que siente.Sasha no puede sostener la mirada de Miguel por mucho tiempo; la combinación de la oscuridad de la noche y la frialdad en sus ojos negros lo hace aún más aterrador. Traga saliva, buscando dentro de sí misma cualquier resquicio de valentía para mantener la cabeza erguida, para no parecer una cobarde, aunque todo su cuerpo tiemble de miedo.Antes de que pueda encontrar esa fuerza, la palma de Miguel presiona su mandíbula con fuerza, obligándola a echar la cabeza hacia atrás en un ángulo que le permite encontrar su mirada nuevamente, esta vez más cerca, más amenazador.— ¿Crees que tengo tiempo para mentir, esclava? — susurra Miguel, su voz fría y cargada de desprecio, mientras su aliento caliente roza el rostro de Sasha.El cuello de Sasha duele por la posición incómoda, y la presión en su mandíbula aumenta. Intenta responder, pero las palabras se quedan atrapadas en su garganta cuan
Miguel mantiene una expresión inalterable mientras desliza el dedo por la pantalla de su teléfono. Encuentra el video y, sin vacilar, lo reproduce.La voz en la grabación es débil, ronca y llena de dolor.— Hija, perdóname...No pasa ni un segundo para que Sasha reconozca la voz de su padre. Su corazón da un vuelco en su pecho y, rápidamente, levanta el rostro, girándose hacia la fuente del sonido. Sus ojos se abren desmesuradamente y nuevas lágrimas empiezan a acumularse, desbordándose sin control.— ¡Papá! — murmura, su voz temblorosa mientras observa la imagen de Pedro, pálido y lleno de moretones. El rostro de su padre está marcado por el dolor, sus ojos desesperados miran directamente a la cámara, como si realmente pudiera verla del otro lado de la pantalla.— No quería perderte... Pensé que ganaría la apuesta y volvería a casa con dinero... Quería redimirme... Perdóname, hija, no quería esto... ¡Ah! — Pedro intenta justificarse, pero sus palabras son cortadas abruptamente por un
— Me lo das de buena gana y, si me gustan tus talentos, te compenso no matando a tu padre y te doy medicamentos para sus heridas, uno por cada vez que me sirvas. O — levanta un segundo dedo, su tono volviéndose aún más oscuro —, la opción dos: tomo lo que quiero de ti y, antes de matarlo, lo hago pasar por las peores torturas.Sasha traga saliva, su mente luchando por liberarse de la neblina de excitación manipulada que Miguel había inducido en ella. Cada segundo que pasa, la realidad de la situación se vuelve más opresiva.Un nudo se forma en su garganta, sus manos tiemblan levemente al escuchar las palabras de Miguel. La propuesta es insidiosa y cruel. Sabe que cualquier elección será terrible; él se tomará lo que quiera, solo le queda decidir si será por las buenas o por las malas.¡Por las malas!Su mente grita, negándose a ceder ante su carcelero, entregándole su cuerpo en bandeja. Pero la idea de su padre sufriendo torturas inimaginables la paraliza.Pasan largos segundos, los d
Las patas negras del Genuino Alfa se hunden en la nieve blanca, dejando huellas profundas en el suelo helado con cada paso. El aire frío de la madrugada llena sus pulmones mientras la luz del amanecer empieza a teñir el horizonte con tonos suaves de naranja y rosa. La claridad del alba añade un brillo dorado al pelaje negro de Miguel, destacando su figura imponente contra el paisaje invernal.Con un aullido, Miguel ordena a los lobos detrás de él que aceleren aún más. Se mueve con la gracia y fuerza de un depredador ágil, mientras el resto de los lycans sigue su ritmo. Sus patas golpean sincronizadas en la nieve, y cada miembro de la manada está en alerta, con los sentidos agudizados por la adrenalina y la presencia de su líder.El bosque a su alrededor comienza a iluminarse con los primeros rayos del sol, que proyectan largas sombras sobre los árboles cubiertos de nieve. Pero Miguel no se distrae, su mente está afilada y concentrada. Siente el poder y la energía pulsando a través de
— Espero que ya tengas mi respuesta, esclava — su voz fría llena el ambiente, haciendo que Sasha levante la cabeza lentamente.Había encontrado su ropa arrugada junto al buró y, aceptando la situación miserable en la que se encontraba, se había puesto unos jeans y una camiseta de manga larga. Sin nada más que hacer, usó una de las sábanas para envolverse mientras dormía sentada en el duro suelo. Ahora, la presencia de Miguel la devuelve a la opresiva realidad.Los ojos de Sasha se fijan en la bandeja que Miguel sostiene en sus manos. El aroma de la comida provoca una reacción inmediata en su cuerpo; su estómago se retuerce, y comienza a tragar grandes bocanadas de saliva, intentando desesperadamente contener el hambre.Miguel, sin prisa, cierra la puerta detrás de él y camina lentamente hacia la cama. Cada paso es deliberado. Cuando se sienta al borde de la cama, su rodilla queda cerca de la cabeza de Sasha.Su proximidad es como una sombra pesada, una constante presión que aumenta su