Ridículo.Miguel piensa, observando cómo su lobo interior se agita, deseando más. La bestia dentro de él, que siempre anheló control y dominación al igual que él, ahora quiere salir, busca más del toque de Sasha.Recuerda lo que sucedió mientras ella dormía en su cama, cuando él, en su forma lupina, cuidaba de sus heridas. Cuando, inconscientemente, ella acarició su pelaje, sus dedos finos y suaves recorriendo su lomo. El lobo gruñó con satisfacción ante las caricias de la esclava, como si eso fuera...Miguel reprime un gruñido de frustración. La idea de que su bestia, una extensión de su poder y dominio, esté buscando consuelo y afecto de una humana, le resulta intolerable. Los lobos como él son los más fuertes de su especie, destinados a liderar y someter, no a buscar consuelo o cariño. Todo lo que necesitan es sumisión, nada más.Sus ojos vuelven a enfocarse en los movimientos de la mandíbula de Sasha, observando cómo mastica con un placer casi palpable. Sus labios húmedos, cubiert
¿Cerré la maldita puerta? — Miguel se cuestiona por un breve momento mientras sus patas golpean con fuerza el suelo, pero pronto descarta la duda con desdén. ¿Realmente importa? ¿A dónde podría ir?Sasha está rodeada por su manada, y aunque lograra escapar, sería capturada y arrastrada de vuelta a su guarida o encerrada en el oscuro cuarto del sótano.Al diablo.Que se pudra ahí.¡Maldita humana!Sus pensamientos son una mezcla de ira y frustración, una ebullición que lo impulsa a correr más rápido, a saltar más alto, como si pudiera escapar del resentimiento que lo atormenta.Miguel siente la nieve fría bajo sus patas mientras su lobo se fuerza a correr cada vez más rápido. El paisaje pasa como un borrón de blanco y verde.No es suficiente.Sigue siendo lento.Miguel aterriza perfectamente sobre sus patas delanteras después de saltar un enorme tronco de árbol. Su lobo gruñe varias veces con furia, alimentado por las emociones que las palabras de la humana despertaron. El instinto de
Sasha corre tan rápido como sus piernas se lo permiten, impulsada por un terror primitivo. Cada fibra de su cuerpo clama por descanso, pero no se lo permite. Sus pulmones arden, cada respiración es una tortura, el aire helado entrando por sus fosas nasales parece congelar sus órganos por dentro.Siente el frío de la nieve bajo sus pies descalzos, la sangre resbalando de pequeños cortes y dejando un rastro rojo sobre el blanco inmaculado. Pero nada de eso importa; lo único importante es seguir adelante, huir de ese monstruo que, ella sabe, la perseguirá si no encuentra ayuda.El viento helado corta su piel, atraviesa su ropa, pero nada es más doloroso que el miedo que se ha instalado en su pecho. Es como una daga afilada, retorciéndose en su corazón con cada latido frenético.Por un momento de pura desesperación, Sasha mira hacia atrás, esperando no ver nada más que árboles y nieve. Pero lo que encuentra son los ojos penetrantes del monstruo. Está ahí, corriendo detrás de ella, sus mov
Miguel entra en la mansión con pasos firmes y rápidos, ignorando las miradas curiosas de los miembros de su manada. No le importa estar completamente desnudo frente a ellos; la desnudez es algo común para los lycans, y Miguel se enorgullece de la suya. Sasha está acurrucada contra su cuello, su respiración cálida acariciando su piel mientras su cuerpo tiembla levemente entre sus brazos.La presencia de Miguel es abrumadora, y todos los que cruzan su camino retroceden instintivamente. Al atravesar el gran vestíbulo, el sonido de las botas de Lovetta resuena mientras baja las escaleras.Los ojos fríos de Miguel se encuentran con los de la hembra, quien ahora está detenida a mitad de la escalera, con la mirada fija en él. La expresión alegre de Lovetta cambia rápidamente a algo más sombrío al ver a la humana en los brazos del macho que ella ha decidido que será suyo.Una ola de celos y furia recorre a Lovetta; sus ojos se entrecierran, y sus manos se cierran en puños apretados. La idea d
La respuesta de Miguel la deja momentáneamente sin palabras; el tono grave de su voz la hace estremecer por dentro. Sasha siente el calor subir a su rostro al recordar la ocasión en que él la inmovilizó bajo su cuerpo fuerte. La ira crece dentro de ella, pero antes de poder contenerla, las palabras salen de su boca con vehemencia: — Yo nunca... — Las palabras emergen entre dientes apretados, la furia evidente en cada sílaba. — ¡Nunca te suplicaré, monstruo! Miguel finalmente levanta la mirada, sus ojos oscuros como una noche sin luna, pero hay algo más allí, algo que ella no logra identificar del todo, pero que le eriza la piel y le provoca un cosquilleo inquietante. *Acepto el desafío.* Su lobo interno aúlla de satisfacción ante el reto que ella le ha impuesto –aunque de manera implícita–. La emoción de doblegar su voluntad lo estimula, lo incita a conquistarla, a probarse a sí mismo venciendo ese desafío. Lentamente, con una calma perturbadora, se pone de pie y camina hast
¿Es de día o de noche? ¿Han pasado uno o cinco días? Pedro ha perdido por completo la noción del tiempo en la oscuridad fría de la celda. La distinción entre día y noche se ha desvanecido en su mente. Para él, parece que han transcurrido semanas desde que fue encerrado allí, aunque quizás solo hayan sido unas pocas horas. El aire es pesado, cargado del hedor a humedad y desesperación. Nadie se molestó en limpiar la celda; lo dejaron sobre su propia orina y excrementos, sumiéndolo aún más en la miseria mientras inventaban historias sobre cómo su hija estaba siendo torturada, golpeada y cosas aún peores. — Prisionero, el Gen... — No me anuncies. — La respuesta corta y fría corta el aire, sin provocar ninguna reacción inmediata en Pedro. La mente de Pedro está embotada por el cansancio y la desesperación. Recuerda que, después de que su hija fuera llevada por Luciana, durante toda una semana intentó regresar al casino para suplicar que Miguel le devolviera a su hija y lo tomara
— Usted ya lo sabía.Fue la afirmación que Sasha hizo al ver a Luciana entrar en el cuarto con una bandeja de comida. La expresión de alivio que sentía por volver a verla en ese infierno se transformó en amargura al comprender que la mujer amable en realidad era parte de aquel tormento.Luciana no confirmó ni negó nada, pero el silencio dijo más de lo que las palabras podían expresar.Dos largos días habían pasado desde entonces. Sasha no había podido levantarse de la cama, sus pies seguían demasiado débiles para sostenerla, y la fiebre había comenzado a ceder apenas unas horas antes.Observa a Luciana mientras le cambia los vendajes de los pies, un ritual que la mujer realizaba dos veces al día, aplicando también un spray frío sobre su tobillo hinchado.— ¿Usted también puede convertirse en un monstruo? — preguntó Sasha, rompiendo el silencio que había mantenido los últimos dos días, donde solo respondía con monosílabos.— Mi loba no es un monstruo, niña — respondió Luciana, guardand
Miguel observa la tensión en los músculos de Sasha, la forma en que se esfuerza por permanecer inmóvil. Sin embargo, el aumento de su pulso la delata: está nerviosa.El corazón de Sasha late aún más rápido, su respiración se vuelve entrecortada al sentir que su cuerpo es nuevamente cargado, pero esta vez no hay tela alguna entre ellos, excepto la ropa interior que Miguel decidió no quitarse. Sube los escalones de la bañera con ella en brazos y, al entrar, la posiciona entre sus piernas, con la espalda apoyada contra su pecho desnudo.— No te muevas — ordena, sujetándola por la cadera y evitando que intente crear distancia entre ellos.Sasha traga saliva, su respiración se vuelve superficial, y el ritmo acelerado de su pulso es un faro para el predador dentro de Miguel, quien se deleita con el efecto que causa en ella.— No voy a hacerte daño — murmura, su voz baja y cargada de una promesa ambigua. — Todavía no.La amenaza velada queda flotando en el aire mientras Miguel derrama jabón