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Eres mi Pecado
Eres mi Pecado
Por: Antonya
La máscara de la dama

***Olivia*** 

El destino o la vida siempre se encargan de sorprenderte... Añorar algo que no puedas tener es un fracaso, dado que uno tiene lo que tiene, porque decides tenerlo y no lo digo porque me molesta, lo digo porque uno tiene el poder de tener lo que quiere y no lo que sueña, puesto que un sueño se esfuma al mismo tiempo que un puro o al tiempo de un reloj. La noche es mi dulce amiga, la oscuridad, mi fiel compañera y mi destino… ¡Mi gran enemigo!

—Señora... Disculpe —a un paso de la salida del club nocturno me detengo—, descanse porque lo necesitará, ya que en unas horas será la noche de los juegos y… del invitado secreto—de reojo lo observo y no me sorprende esa sonrisa maliciosa que tiene.

—No veo porque tanta felicidad —exclamo con arrogancia.

Ponky es uno de los trabajadores del club y un lamebotas, y lo es aún más con las personas que le convenga. Repudio a las personas como él, pero lo tengo que tolerar porque se respeta en lo que se refiere a plomo.

—Pero señora, nos conviene porque el gran invitado secreto es la mano derecha de nuestro amo Lobreguez —pronuncia y yo retuerzo mis ojos al escuchar nombrar al amo.

—Ponky, no seas una lengua larga, recuerda que no se puede mencionar al amo —exclamo entre dientes tras dar media vuelta y penetrar mi mirada con la de él— no podemos nombrar al amo porque él es la oscuridad misma y, él todo lo sabe; una de las cosas que él repudia es que lo nombremos sin que lo necesitemos.

—Lo siento, señora —suaviza su voz y baja la mirada.

—Cierra el club y no se te olvide que las niñas tienen que venir una hora antes —ordeno tras penetrar mi mirada fría ante él—. Todo correrá bajo tu responsabilidad.

—Le aseguro que no fallarán —asiente y eso me da por terminada la conversación, ya que decido dar media vuelta y salir de aquí.

En este trabajo uno no puede darse el placer y el lujo de tener un carácter flexible porque nadie te tendrá el respeto que debes tener. La arrogancia es uno de mis atributos ocultos y me satisface cuando pongo a alguien en su lugar. En este mundo oscuro no existen los amigos y menos los confidentes, uno cuida y protege su pellejo porque el que busca problema, encuentra muerte.

Ah, el cansancio recibe al alba con los brazos abiertos y una oleada de aire frío me hace estremecer. Camino por las calles de mi bella ciudad Auckland y no tengo ningún temor de que algo o alguien se me atraviese en el camino porque el camino soy yo. Una y otra vez más el interminable susurro de las calles se penetra en mi cabeza preguntando una y mil veces, quien soy y qué es lo que quiero.

Soy Olivia Clark, una chica que tiene una doble vida; una es la cara de la inocencia ante la humanidad y la sociedad, la otra es una mujer arrogante, imponente y controladora. Mi conciencia me reprocha la doble vida que tengo, pero es que mi personalidad de día es una fachada para ocultar mi identidad real y de la que muy pocos tienen que saber.

De día soy la mosquita muerta que quiere sobrevivir con el único propósito de subsistir para pagar la renta, y la única manera que puedo hacerlo es horneando galletas caseras y venderlas en las cafeterías cercanas. La única persona que sabe de mi infancia y la parte inocente de mi vida es mi amiga-hermana.

Norma es la amiga, hermana y una aliada, sí, con ella puedo dormir en paz, pero siempre con la máscara, ya que no puedo confesarle el otro lado de Olivia porque mi vida es como la ruleta rusa; el peligro me ronda y así como sube, también baja.

Lo primero que hago al poner un pie dentro del edificio donde está mi pequeño apartamento es ir al tocador que está en la entrada, el mismo tocador que el guarda de seguridad usa. Todo es para cambiarme de ropa y ponerme una muda deportiva.

Ah, sé que esto cansa, pero es una manera de mantener dos vidas en una sola. Todo puede ser difícil, pero jamás imposible. La idea es que mi amiga crea que todas las mañanas tengo una rutina deportiva.

En la noche abro mis ojos cuando ella los cierra, y antes de proseguir en el cambio de máscara e identidad me tengo que asegurar que ella esté en el quinto sueño y que las pastillas de insomnio ayuden hasta el día siguiente.

Mientras ella duerme, Olivia Clarke sale a la vida de dama ingobernable. El guarda de seguridad recibe una monetización mensualmente con el acuerdo de que no diga nada y menos que haga preguntas estúpidas.

A veces me pongo a pensar que no es mala idea comprar un apartamento en el que tendría todo lo que Norma no puede ver y así poder ocultar mis cosas, mi atuendo y la máscara de la dama.

Mi excusa de llevar y tener ropa elegante en mi closet es con la justificación que es ropa ajena y que lo único que hago es lavarla y plancharla, para tener un dinerito extra. Norma se traga el cuento y se pone feliz porque es un ingreso más al apartamento.

Todos los días que entro a la misma hora al apartamento, Norma se levanta para alistarse e ir a trabajar a la cafetería que está a dos cuadras de aquí.

Cuando ella sale de su jornada laboral viene directo a cenar; quejarse, soñar y tomarse la pastilla para poder dormir como una buena niña.

—Buenos días —grito tras cerrar la puerta.

—Olivia… Te necesito —tiro las bolsas que traía en mis manos para luego correr e ir donde vienen esos gritos.

—Norma —entrando a la habitación detengo mis pasos al ver que ella está revisando mi closet.

—¿Por qué no le has llevado su ropa? —dice tras sacar uno de los vestidos que usé hace tres días.

Respiro profundo y dejo el nerviosismo.

—Norma, ah—me doy una palmada en la frente—, es que la señora Gabriela me pidió tener por unos días su ropa fina —vacilo y ella me examina de arriba hacia abajo.

—Esa vieja debería de pagarte más porque este apartamento no es una tintorería —su molestia es notoria—, Además no te paga lo suficiente para que tengas todas sus cosas en tu closet—brama.

Ah, si supieras que todo lo que ves y deseas, es más ni menos que mío.

—Por favor, Norma —suavizo mi voz y cada palabra que sale de mi boca es una súplica tras otra súplica—, no puedo darme el lujo de ser soberbia y dejar ir este pequeño trabajo—doy un paso hacia delante—. No me molesta tener las cosas de la señora—hago un emoji de tristeza—, además, me acaba de decir que puedo tomar lo que quiera y puede que me suba un poco el precio de cada prenda.

Le acabo de dar en el matado y sé que ella se babea por ponerse toda esa ropa que está en el closet.

—No… No o mejor dicho sí, pero a la vez no —ella misma se contradice y lucha contra su ser.

—Vamos Norma, escoge el vestido que deseas tener —le señalo el closet.

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