***Olivia***
El destino o la vida siempre se encargan de sorprenderte... Añorar algo que no puedas tener es un fracaso, dado que uno tiene lo que tiene, porque decides tenerlo y no lo digo porque me molesta, lo digo porque uno tiene el poder de tener lo que quiere y no lo que sueña, puesto que un sueño se esfuma al mismo tiempo que un puro o al tiempo de un reloj. La noche es mi dulce amiga, la oscuridad, mi fiel compañera y mi destino… ¡Mi gran enemigo!
—Señora... Disculpe —a un paso de la salida del club nocturno me detengo—, descanse porque lo necesitará, ya que en unas horas será la noche de los juegos y… del invitado secreto—de reojo lo observo y no me sorprende esa sonrisa maliciosa que tiene.
—No veo porque tanta felicidad —exclamo con arrogancia.
Ponky es uno de los trabajadores del club y un lamebotas, y lo es aún más con las personas que le convenga. Repudio a las personas como él, pero lo tengo que tolerar porque se respeta en lo que se refiere a plomo.
—Pero señora, nos conviene porque el gran invitado secreto es la mano derecha de nuestro amo Lobreguez —pronuncia y yo retuerzo mis ojos al escuchar nombrar al amo.
—Ponky, no seas una lengua larga, recuerda que no se puede mencionar al amo —exclamo entre dientes tras dar media vuelta y penetrar mi mirada con la de él— no podemos nombrar al amo porque él es la oscuridad misma y, él todo lo sabe; una de las cosas que él repudia es que lo nombremos sin que lo necesitemos.
—Lo siento, señora —suaviza su voz y baja la mirada.
—Cierra el club y no se te olvide que las niñas tienen que venir una hora antes —ordeno tras penetrar mi mirada fría ante él—. Todo correrá bajo tu responsabilidad.
—Le aseguro que no fallarán —asiente y eso me da por terminada la conversación, ya que decido dar media vuelta y salir de aquí.
En este trabajo uno no puede darse el placer y el lujo de tener un carácter flexible porque nadie te tendrá el respeto que debes tener. La arrogancia es uno de mis atributos ocultos y me satisface cuando pongo a alguien en su lugar. En este mundo oscuro no existen los amigos y menos los confidentes, uno cuida y protege su pellejo porque el que busca problema, encuentra muerte.
Ah, el cansancio recibe al alba con los brazos abiertos y una oleada de aire frío me hace estremecer. Camino por las calles de mi bella ciudad Auckland y no tengo ningún temor de que algo o alguien se me atraviese en el camino porque el camino soy yo. Una y otra vez más el interminable susurro de las calles se penetra en mi cabeza preguntando una y mil veces, quien soy y qué es lo que quiero.
Soy Olivia Clark, una chica que tiene una doble vida; una es la cara de la inocencia ante la humanidad y la sociedad, la otra es una mujer arrogante, imponente y controladora. Mi conciencia me reprocha la doble vida que tengo, pero es que mi personalidad de día es una fachada para ocultar mi identidad real y de la que muy pocos tienen que saber.
De día soy la mosquita muerta que quiere sobrevivir con el único propósito de subsistir para pagar la renta, y la única manera que puedo hacerlo es horneando galletas caseras y venderlas en las cafeterías cercanas. La única persona que sabe de mi infancia y la parte inocente de mi vida es mi amiga-hermana.
Norma es la amiga, hermana y una aliada, sí, con ella puedo dormir en paz, pero siempre con la máscara, ya que no puedo confesarle el otro lado de Olivia porque mi vida es como la ruleta rusa; el peligro me ronda y así como sube, también baja.
Lo primero que hago al poner un pie dentro del edificio donde está mi pequeño apartamento es ir al tocador que está en la entrada, el mismo tocador que el guarda de seguridad usa. Todo es para cambiarme de ropa y ponerme una muda deportiva.
Ah, sé que esto cansa, pero es una manera de mantener dos vidas en una sola. Todo puede ser difícil, pero jamás imposible. La idea es que mi amiga crea que todas las mañanas tengo una rutina deportiva.
En la noche abro mis ojos cuando ella los cierra, y antes de proseguir en el cambio de máscara e identidad me tengo que asegurar que ella esté en el quinto sueño y que las pastillas de insomnio ayuden hasta el día siguiente.
Mientras ella duerme, Olivia Clarke sale a la vida de dama ingobernable. El guarda de seguridad recibe una monetización mensualmente con el acuerdo de que no diga nada y menos que haga preguntas estúpidas.
A veces me pongo a pensar que no es mala idea comprar un apartamento en el que tendría todo lo que Norma no puede ver y así poder ocultar mis cosas, mi atuendo y la máscara de la dama.
Mi excusa de llevar y tener ropa elegante en mi closet es con la justificación que es ropa ajena y que lo único que hago es lavarla y plancharla, para tener un dinerito extra. Norma se traga el cuento y se pone feliz porque es un ingreso más al apartamento.
Todos los días que entro a la misma hora al apartamento, Norma se levanta para alistarse e ir a trabajar a la cafetería que está a dos cuadras de aquí.
Cuando ella sale de su jornada laboral viene directo a cenar; quejarse, soñar y tomarse la pastilla para poder dormir como una buena niña.
—Buenos días —grito tras cerrar la puerta.
—Olivia… Te necesito —tiro las bolsas que traía en mis manos para luego correr e ir donde vienen esos gritos.
—Norma —entrando a la habitación detengo mis pasos al ver que ella está revisando mi closet.
—¿Por qué no le has llevado su ropa? —dice tras sacar uno de los vestidos que usé hace tres días.
Respiro profundo y dejo el nerviosismo.
—Norma, ah—me doy una palmada en la frente—, es que la señora Gabriela me pidió tener por unos días su ropa fina —vacilo y ella me examina de arriba hacia abajo.
—Esa vieja debería de pagarte más porque este apartamento no es una tintorería —su molestia es notoria—, Además no te paga lo suficiente para que tengas todas sus cosas en tu closet—brama.
Ah, si supieras que todo lo que ves y deseas, es más ni menos que mío.
—Por favor, Norma —suavizo mi voz y cada palabra que sale de mi boca es una súplica tras otra súplica—, no puedo darme el lujo de ser soberbia y dejar ir este pequeño trabajo—doy un paso hacia delante—. No me molesta tener las cosas de la señora—hago un emoji de tristeza—, además, me acaba de decir que puedo tomar lo que quiera y puede que me suba un poco el precio de cada prenda.
Le acabo de dar en el matado y sé que ella se babea por ponerse toda esa ropa que está en el closet.
—No… No o mejor dicho sí, pero a la vez no —ella misma se contradice y lucha contra su ser.
—Vamos Norma, escoge el vestido que deseas tener —le señalo el closet.
—No, Olivia, sabes que puedes trabajar en algo mejor y también en la cafetería —su paranoia me sorprende—. Puede que después que saliéramos del convento no tuvimos la suerte de estudiar, ya que ambas nos encargamos de subsistir y no para prepararnos como todo adolescente hubiese querido. Pufff… Y ahí comienza mi historia junto con la de Norma. Norma es una chica carismática, empática y sobre todo tiene una linda personalidad. Para ella la belleza es todo lo que una mujer debe tener. Ella es mi rubia de ojos verdes, la que no ha querido tener una relación sería porque piensa que moriré en el intento. Norma insiste que soy la chica débil, sí, la que morirá en el intento, también asegura que no tengo el carácter para vivir sin ella, aunque mi pensar es que ella no puede vivir sin mí. Para ella la soledad es una mala compañía y tu enemigo, sin duda. —Norma, hace once años que salimos de la casa hogar y sinceramente no me pone mal que ambas no hubiésemos tenido la oportunidad de tener
Veo a mi alrededor y lo raro es que todo está en su lugar; las niñas preparándose para su show, los juegos están que arden al ver la cantidad de clientes. Los grandes están jugando; apostando y ganando en el casino, otros esperando a las niñas para satisfacerse en el placer. —¿Qué pasa? —pregunto con un tono prepotente. —El invitado —tartamudea. —Ponky, desde cuando eres tartamudo —siento que perderé la paciencia con él—, no tolero los rodeos Ponky—le advierto. —El invitado vino una hora antes y… —susurra y cada vez me deja con mucha intriga. —Vete a la mierda —decido no gastar mis energías y le permito a mis pies avanzar. —Espere… Él pidió una pieza privada —me detengo en seco y sin esperar doy media vuelta hasta verle a los ojos. —Una pieza —siseo entre dientes. Ahora más que nunca tengo que averiguar quién es ese hijo de puta y, si es un vividor de mierda, que ni crea que lo permitiré. Ah, no sé por qué Lobreguez quiere que ese puto esté aquí. Doy media vuelta y hecha una f
Mis palabras son un golpe bajo para su orgullo de macho, ya que el hombre está que resopla de la rabia. Eso es un punto a mi favor, puesto que al caballero le duele que le toque el orgullo de su persona y quién puede decir de su hombría. Dicen que; “el que ríe de último, ríe mejor”. —No me diga que usted es… —se suelta a reír a carcajadas y yo no dejo de verlo de arriba hacia abajo—, pero si es una niña, cómo puede una niña encargarse de todo este lugar. ¿Hmmm…?, puede que desee que le diga mi edad, aunque no veo conveniente que la única forma de saber mi edad es insultándome y burlarse de mí. En mis veintinueve años he aprendido a conocer el tipo de persona que te lastiman y provocan por medio de palabras, de acciones, de traiciones y de las que matan. —Sí, está convencido de eso, creo que este sitio no es para usted —añado—. Ponky, puede indicarle al señor la salida mientras hago una llamada y pongo a dicha persona al tanto de lo que está sucediendo en el club—sonrío tras ver a
—El motivo de mi visita es porque mi amigo Lobreguez me ha encargado de todo este negocio —golpe bajo!—No, no puede ser posible que me estés diciendo eso —se levanta bruscamente tras dar un puño sobre la mesa—. El amo no me haría esa traición, sí, traición, porque él sabe que soy capaz de encargarme de todo y no tener a un lamebotas de mierda—vocifera con ímpetu.¿Pero qué le sucede?—Primero respétame —siseo entre dientes—. Si no fueras mujer, juro que ya te hubiera tumbado los dientes de un solo puñetazo.No soy de los hombres que soportan la altanería de una mujer, sin embargo, estoy soportando todo lo que esta mujer, me está diciendo, ¡me está volviendo loco!—No me jodas —nuevamente vuelve a dar otro puñetazo—, te equivocas si piensas que soy una persona de la que se puede dejar pisotear —se exalta—, te equivocas, imbécil.—Y cree que un pekinés como tú me intimidará —me suelta a reír.—¿Pekinés? —sus ojos se abren de golpe.—Sí, solo mírate —levanto mi dedo y le señalo de arrib
Yo conozco a Lobreguez, pero no en persona. Es mi amigo, pero jamás lo he visto. Por su seguridad no dice su ubicación y menos donde está, pero puedo decir que él todo lo sabe, aunque yo sea sus ojos.—Soy su amigo y él me atenderá, sí o sí.—Ja, ¿amigos?, jamás... Y eso es porque nadie… nadie… nadie ha visto a Lobreguez y tú sabes perfectamente que para él no existen las preferencias porque tú puede ser sus ojos y oídos, pero yo puedo ser y hacer el doble de lo que tú haces—exclama.—¿Puedo saber de dónde viene tanta seguridad? —su respuesta es un absoluto silencio—. Su silencio me dice todo.¿Quién es esta mujer?Tengo que averiguar quién es la... “Dama ingobernable”.No me quedaré con los brazos cruzados y por ello he decidido investigarla y buscar la manera de obtener su debilidad.—Puede irse y mientras tanto me pondré a trabajar porque ya he perdido mucho tiempo.—Hasta mañana, señora Clarke —alias pekinés.Si ella quiere respeto, tendrá que ganárselo porque no estoy de acuerdo
(...)Después de una madrugada de trabajo me siento cómodamente para tener un rico almuerzo. Qué raro se siente el lugar al no tener cerca la vocecilla de Norma, es que ella es incansable y toda esa energía de ocurrencias hacen que mis días cambien. Ahora que la tengo presente, espero que esté bien, siempre puede pasar la ocasión de que las personas que me pueden seguir son capaces de lastimarla sin pensarlo.Ah, no puede ser, será que al pensar en ella mágicamente aparece de la nada. Pufff, no creo que sea ella porque estas no son horas de venir.Dejando a un lado mi almuerzo me levanto del comedor al escuchar que el timbre no deja de sonar y sonar, ¿será Norma?, pero no puede ser ella, ya que tiene llaves del apartamento.Apresuro mis pasos y en solo minutos me encuentro en la puerta principal. Giro la manija.—Norma —me quedo estática al ver que la persona que está frente a mis ojos no es Norma.Intento poner las cosas en su lugar y comprender de una vez por todas la presencia de e
—Este caballero es… —me alejo un poco de él—, el novio de la señora que le lavo la ropa—¡muerta!, estoy muerta y no sé si esta mentira sea efectiva, pero lo único que me queda es intentar.—¡Hmmm…!, ¿y ella le dio nuestra dirección?, pero lo que no comprendo es porque no se cambió de ropa, “en su casa” —recalca entrecomillas—, por qué no te mandó solo la muda de ropa—enarca una ceja y sus palabras me ponen nerviosa—. ¿Y por qué te mandó al novio?, oh, mejor dime por qué su ropa tiene salsa—interroga—, sí, la salsa que está sobre la mesa —truena su lengua, asqueada de tanta mentira—, no me creo, es cuento barato y aún más al recibirlo en paños menores—alza su dedo y me señala de arriba hacia abajo.No me apeno por llevar puesto un babydoll, no lo veo muy provocador, además no es pecado que vean mis atributos. Con ver no me matará, pero si el maldito se atreve a tocarme, es ahí que se la verá conmigo.—Está bien, te diré la verdad —dejo salir un suspiro—, es que este señor vino a pagarm
***Olivia***Una hora encerrada en mi dormitorio esperando que Norma salga de su cueva con el novio, por el hecho de que no pienso aparecer de la nada. Mientras ella decida estar encerrada, yo me quedaré pensando qué estrategia debo usar y cuál será mi excusa para salir a las ocho de la noche sin que mi amiga me llene de interrogaciones.Juro por mi vida que esta salida al club no será en vano, no lo será porque el maldito me las pagará. Mierda, es que siento un odio profundo hacia él y eso nació desde que lo vi y creció desde que se atrevió a cruzarse en mi camino.—Olivia, puedo pasar —me levanto de la cama tras escuchar el susurro de Norma, cada paso que doy es un bajón para mi corazón y una tortura para mi conciencia.—Norma —suavizo mi voz, teniendo puesta la máscara de la sumisa de Olivia, lo único que puedo hacer es bajar la mirada—, lo siento—balbuceo.—Deja las ridiculeces y mejor dime quien es en realidad el caballero —pasa su mano delicada en mi quijada, la empina exigiendo