La prioridad eran sus cachorros, esos que gemían en la pequeña cesta en sus brazos envueltos en un paño para que no le diera el aire frío.
Xana corría sin mirar atrás a pesar del dolor desgarrador de su interior. Después de haber dado a luz normalmente debería descansar, dormir, amamantar… bueno a sus hijos que en este caso no eran humanos sino dos pequeños cachorros de lobo, en cambio atravesaba el bosque huyendo de su pueblo que solo quería matar a sus hijos, hijos que habían sido concebidos debido a ellos mismos. Ahora querían limpiarse las manos.
Ah, estaba tan agotada de todo, desde niña siempre había sido así, su destino siempre dependiendo de los demás, y solo cuando recibió un poco de afecto aún si era ilusorio en los brazos de aquel… lobo, estimulado por el celo había sentido que su vida podría terminar tranquila, pero no… ahora estaba allí corriendo con tal de salir de aquel lugar, poner a salvo a sus hijos y no ser atrapada.
Xana no supo cuando tiempo corrió, pero tuvo que detenerse, su cuerpo no podía más. Cayó de rodillas en el suelo notando que el vestido que tenía estaba sucio, desgarrado después de enredarse en las ramas y una gran mancha de sangre, sangre que además corría por sus muslos y había dejado un delgado trillo detrás de ella.
Miró por encima de su hombro y se obligó a levantarse de nuevo y volver varios metros atrás y cubrir este con el pie corriendo las hojas para ocultarlo. No podía permitir ser encontrada, no cuando había escapado, solo había un serio problema, su actual esposo era… obsesivo no, lo que venía después.
Se había escapado y lo más probable era que él ya estuviera buscándola, pero volver a su lado no era una opción, no era un matrimonio por amor después de todo, al menos no de su lado, y él no querría a sus crías dado que serían un recordatorio de que su esposa había sido tocada por otro.
Y ella no se arrepentía. Había sido el mejor sexo de su vida, sobre todo porque había sido tratada con un cariño que hasta la había aturdida. Aún podía sentir el calor con que la había abrazado. Sacudió la cabeza olvidando aquello, solo había sido un episodio en su vida que apenas había durado influenciado por el celo del lobo.
La realidad era otra, como ahora que tenía que buscar donde quedarse.
Volver con el padre de sus cachorros sería una opción, pero este no la había ido a buscar después de ser traída de nuevo a su pueblo, tampoco es que pudiera estar cerca. Recordaba que el camino recorrido cuando había sido llevaba como tributo había tomado casi tres días. Y volver hacia atrás tampoco estaba en sus planes.
En resumen, estaba en medio de la nada con sus dos cachorros, completamente sola. Y llorar no era una opción. No cuando tenía que pensar en cómo sobrevivir.
Alzó levemente la tela mirando a sus dos cachorros y los tocó con los dedos temblantes, debía darles de comer lo antes posible, temía que fallecieran. Su corazón se apretó y caminó un poco más hasta que encontró una cueva a los lejos. Jadeó recostada contra un árbol. Necesitaba descansar un poco.
Se obligó a caminar hasta allí y cuando su cuerpo por fin pudo descansar contra la pared se dejó caer y luchó por no quedarse dormida, había perdido mucha sangre. Abrió de nuevo la cesta y acarició a sus hijos que gimieron.
Sonrió levemente. Parecían ratitas grandes, con oreja chiquitas, colita diminuta, patitas hermosas que se movían, con los ojos cerrados que tardarían días en abrirse. El pelaje de ambos era igual al ser gemelos y habían sacado casi todo el color grisaseo perlado de su padre con algunas motas doradas de su cabello. Una unión de color bastante exótica pero de seguro serían unos rompecorazones y los hijos más guapos del mundo. Sin embargo, y a pesar de que ahora eran pequeños, ella sabía lo grande que podrían ser, su padre lo era, un lobo de impresionantes dimenciones, patas gruesas, denso pelaje que se sentía suave, cálido y delicioso, una cabeza perfecta para abrazar, un lomo duro que se podía montar, y dos pares de orbes dorados penetrantes y dominantes. Estos gimieron ante el calor de su palma y alzaron la cabeza buscando comida, trayéndola de nuevo al mundo real y sacándola del recuerdo de aquel lobo, es que por mucho que quisiera ignorar los hechos, tanto como lobo como su forma similar a la humana se veía realmente bien.
***
Se sentía bien. Las manos recorriendo su cuerpo desnudo, los dedos ásperos que raspaban su piel mandando estremecimientos por cada parte de su cuerpo haciéndole gemir en medio de su soñolencia. Aquellos labios calientes dejando un trillo de besos sobre su nuca, espalda, hombros, nalgas dirigiéndose a su sexo ambiento por devorarlo de nuevo.
Era exquisita la sensación de tranquilidad que tenía y a la vez de relajación a pesar del agotamiento después del sexo… lo único en lo que ambos eran compatibles. Si, solo se llevaban bien en eso, en más nada. No pegaban ni con pegamento y aun así sus destinos parecían estar entrelazados.
Que extraño e impredecible podían ser los hilos rojos futuro, sobre todo para un lobo alfa, al que le habían otorgado una humana que tenia de todo menos sumisión. Quizás por eso desde el momento 1 no se habían llevado. Pero en el sexo… en eso sus cuerpos no ponían reparo. Se llevaban muy bien.
Tan bien que la había dejado preñada después de solo tres días de estar juntos. Y ahora ella estaba allí, con su descendencia en brazos, y no solo uno, sino cachorros gemelos, algo realmente extraño y hasta magnífico sino fuera porque ella estaba huyendo.
El sueño que estaba teniendo se fue dispersando en medio de los recuerdos borrosos.
En algún momento Xana se había quedado dormida, no sabía cuánto tiempo, pero para abrió los ojos afuera estaba amaneciendo. Se maldijo, había sido casi toda la noche. Eso era un problema. Revisó a sus cachorros y estos dormitaban después de haberse llenado, pero los despertó para que volvieran a comer y poco después se levantó con las piernas inestables.
Debía seguir su camino y ya que el lobo era el padre de sus hijos… que se hubiera responsable también. Los cachorros no se habían hecho solos.
Debía estar cerca. Era lo que se repetía Xana una y otra vez con cada paso que daba. Su cuerpo estaba llegando al límite y realmente deseaba descansar, pero eso era un lujo que no podía darse, sobre todo cuando sus cachorros dependían de ella. Al menos ya había dejado de sangrar, pero necesitaría una limpieza urgente en cuanto encontrara agua.Escuchaba un río cerca y eso le hizo palpitar su pecho. Sabía la geografía de la zona debido a sus aventuras cuando era joven y este era el límite entre el territorio humano y el de los lobos, una vez cruzara este estaría a salvo y más cerca del padre de sus hijos.Y necesitaba que fuera pronto. Sus pies se arrastraban por la tierra debido a la falta de comida y agua después de dos días y medio caminando y además alimentando a sus crías. Si a eso le sumaba que acababa de dar a luz y de la hemorragia que le siguió, solo su voluntad de madre la mantenía en pie.Avanzó con la esperanza de llegar al territorio lobuno. Desde tiempos que ella ni siqui
Los cachorros se removían incómodos en la cesta con sus patitas intentando buscar el calor de su madre. Había mucha humedad, frío y no podían sentirla cerca. Tenían hambre, ansiaban su cercanía, pero por más chirridos que hicieran no la encontraban, simplemente se rozaban entre ellos, pero no la piel de quien los había traído a la vida. La conexión entre la madre y sus cachorros era algo que no se podía comprender y estar lejos de ella solo los hacía sufrir.Chillaron y lloraron llamándola para que viniera por ellos. Aun así, no hubo rastro de su calor, hasta que sus lloriqueos fueron disminuyendo cuando una nariz grande y húmeda los rozó y los olió. Los cachorros dejaron de chillar y se giraron hacia este nuevo ser que olía muy bien y que les dio la tranquilidad que ellos querían. Al tener sus ojos sellados no podían ver quien era, pero sus olfatos no los engañaban.Se removieron y esta vez los chillidos fue de emoción. Sus patitas se removieron para tocar este hocico que los estaba
Muchos años antes. El viento soplaba frío y fuerte esa noche. Los terrenos estaban cubiertos por una gruesa capa de de niebla blanca que ocultaba cualquier rastro de vida en toda la extensión. La luz de la luna era lo único que iluminaba las profundidades del bosque. Los animales se encontraban en sus cuevas cubriéndose de la helada brisa nocturna. Un paisaje tan solitario que podría deprimir a cualquiera. El sonido de las patas peludas hundiéndose en la nieve era lo único que podía escucharse junto a algunos leves gruñidos. Los copos gruesos cubrían los dos cuerpos que se hacían paso después de un agotador día. Los músculos de ambos se notaban incluso por entre su pelaje y aunque intentaban avanzar apenas podían. Ser atrapados en medio de una tormenta de nieve después de un recorrido a todos los terrenos de la manada no era nada agradable. Aún faltaba camino para llegar a sus residencias, pero al parecer tendrían que buscar un lugar para refugiarse. Las plantas de sus patas estaban
Ambos lobos notaron que no era mentira por su olor y que ella debía haber estado allí bastante tiempo. Y al parecer tampoco les mostraba miedo.White escuchaba como ella tosía y se apretaba la capa alrededor de su cuerpo buscando más calor. Lo que era complicado ya que esta no era de una tela muy gruesa y se notaban los temblores de la pequeña. Algo dentro del alfa se removió y bajó la cabeza para acariciando la mejilla humana con su nariz. La piel se sintió realmente suave a pesar de lo fría que estaba.Fue entonces que se dio cuenta de lo que estaba haciendo y hasta él se asombró con su acción, pero, a su vez eso sacó una leve sonrisa por parte de la niña que con sus ojos llenos de lágrimas dejó se toser poco a poco tomando profundas bocanadas de aire.El alfa se separó queriendo que aquello no pareciera tan íntimo, aunque el toque de ella había erizado el vello de todo su cuerpo. Algo estaba ocurriendo y no era normal, esa humana despertaba algo en él que lo hacía reaccionar de una
Era cálido y reconfortante, a pesar del fuerte sonido de la tormenta de nieve que cada vez era más fuerte. La puerta de la cueva se fue quedando cada vez más cubierta pero no era como algo que les importara mucho a los dos lobos en su interior. Habían pasado por cosas mucho peores y solo tenían que esperar hasta que esta cesara un poco.Sky que se había acostado contra su alfa, una forma de mantener el calor no había mencionado el asunto, pero era extraño el comportamiento de White, sobre todo porque ahora estaba acostado como una bola y tanto su cola como parte de su cabeza le daba calor a la pequeña niña acostada contra su cuerpo.Y aunque muchas cosas pasaran por su mente había algo entre ellos que había que no se vieran mal. Suspiró y se recostó bajando la cabeza y cerrando los ojos. Era mejor no darle tanta importante al asunto. Mientras la manada estuviera a salvo él no tenía que intervenir.***La tormenta cesó gradualmente a medida que la noche cesó y el día fue levantando. Gr
No se volverían a ver.Fue el pensamiento de White al lado de su beta mientras ambos veían a la niña al pie de las rocas lista para cruzar. Era un camino que solo se usaba para determinados momentos y esa vez lo usaría ella. Se estremeció cuando ella miró por encima del hombro con sus dos ojos azules. Quería que fueran ideas suyas pero la expresión de la niña no era nada contenta y eso que apenas habían pasado junto unas horas.Sin embargo, no podía extender más eso. Era una humana, una simple humana, enemigo natural de los lobos y que no debía estar allí. Y ellos no se encontrarían de nuevo, sus caminos se separarían, ¿pero por qué estaba vacilando.-Vete- le ordenó White en medio de un gruñido que la hizo crisparse en su lugar y luego fruncir el ceño.-No tiene que gritarme- le soltó la niña en un puchero y mostrándose molesta se dio media vuelta y comenzó a cruzar poco a poco.White dio un paso adelante en lo que ella se alejaba y su corazón latía desbocado. Una sensación para nada
Xana preparaba el arco y las flechas cuando la luz del sol fue cubierta por un gran cuerpo. Alzó la cabeza y le gruñó con los dientes apretados.-Oye niña salvaje no me saques los colmillos- el hombre grande y fornido, de piel morena y cabeza rapada le sacudió el cabello a ella- ¿Piensas venir con nosotros de nuevo?Xana sonrió.-Claro, acaso la mejor cazadora de tu grupo no soy yo- ella bromeó sonriéndole, aunque no era mentira. Desde edad temprana había desarrollado una habilidad física para cazar y defenderse que hasta podía competir con los mismos hombres del pueblo. Era por eso que en vez de estar en caza limpiando y cociendo se iba con ellos muchas veces hasta días para traer la comida a la mesa.Ans era el encargado de dirigir la caza. Un hombre entrado en los 50 que la había entrenado desde que se había dado cuenta de sus habilidades. Sobre todo, después de volver viva de estar perdida durante una brutal tormenta de nieve y regresar sana y salva, aun siendo una pequeña niña. D
Entrenada para este tipo de situación, Xana estaba más que preparada, pero eso no significaba que fuera complicado. La sangre corría por su brazo entumecido de dolor ante las heridas de las garras en este, y no solo allí. Después de varios minutos otras heridas más se habían sumado a su cuerpo, entre ellas una en su vientre y otra en su muslo.Por suerte no eran tan graves, aunque le preocupaba la pérdida de sangre, esta se estaba tornando peligrosa. De igual forma, el cuchillo en su mano se había encargado de también herir la piel del felino que parecía no querer retroceder. Maldijo intentando no tambalearse. Los colores a su alrededor amenazan con mezclarse y sabía que si flaqueaba todo estaría terminado, el jaguar iría directo por su cuello.Apretó el cuchillo en su mano y tensó su cuerpo. Frunció su ceño y mantuvo la mirada sobre el felino cuando este nuevamente atacó. Xana se corrió a un lado donde la garra de él arañó por encima de su clavícula peligrosamente cerca de su cuello