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Debía estar cerca. Era lo que se repetía Xana una y otra vez con cada paso que daba. Su cuerpo estaba llegando al límite y realmente deseaba descansar, pero eso era un lujo que no podía darse, sobre todo cuando sus cachorros dependían de ella. Al menos ya había dejado de sangrar, pero necesitaría una limpieza urgente en cuanto encontrara agua.

Escuchaba un río cerca y eso le hizo palpitar su pecho. Sabía la geografía de la zona debido a sus aventuras cuando era joven y este era el límite entre el territorio humano y el de los lobos, una vez cruzara este estaría a salvo y más cerca del padre de sus hijos.

Y necesitaba que fuera pronto. Sus pies se arrastraban por la tierra debido a la falta de comida y agua después de dos días y medio caminando y además alimentando a sus crías. Si a eso le sumaba que acababa de dar a luz y de la hemorragia que le siguió, solo su voluntad de madre la mantenía en pie.

Avanzó con la esperanza de llegar al territorio lobuno. Desde tiempos que ella ni siquiera había nacido los humanos y lobos habían llegado a un pacto y la invasión de cada territorio estaba prohibida para no llegar de nuevo que ese mismo río fuera de color carmín.

Mucha sangre se había derramado en el pasado, tanta por ambos lados que nadie se atrevía a romper de nuevo el pacto que se había llevado a cabo y donde los lobos, siendo los victoriosos solo habían exigido una cosa… un tributo hacia ellos. Una mujer humana que sería devoradas como recordatorio que ellos eran superiores.

Y ella… hacía poco tomado el lugar del tributo… solo que no había sido devorada, sino terminada preñada por precisamente el alfa de todos ellos al ser llevada durante el celo de él. Y por muy peligrosa y hasta tenebrosa que había sido la experiencia allí estaba ella volviendo al mismo lugar donde todo había comenzado.

Después de tomar un respiro contra un árbol y avanzar medio kilómetros más al fin lo vio entre los arbustos y árboles. Una sonrisa cansada apareció en sus labios. Había llegado al rio.

Se encaminó hacia allí y se dejó caer de rodillas y aguantando la cesta con una mano contra su cuerpo, estiró la otra y comenzó a tomar agua saciando por fin la sed infernal que la estaba atormentando. Tosió por lo rápido que tomó y después jadeó.

Sintió a los cachorros removerse dentro de la cesta y los acarició haciendo leves sonidos con la boca que había encontrado que ellos se calmaban con estos.

-Ya estamos llegando. Aguanten un poco más- sonrió y miró el rio buscando una forma fácil de cruzar, pero no y el agua se movía de forma peligrosa. Tragó en seco. Recordaba que al ser llevada varias partes del trayecto había sido peligroso, sobre todo este. No quedaba más remedio, debía cruzar para poner a salvo a sus hijos.

Así que respiró, se llenó de valor y comenzó a avanzar sintiendo como el agua fría poco a poco comenzaba a mojar sus tobillos… cuando escuchó un sonido detrás de ella que le heló la sangre. Miró por encima del hombro completamente asustada y el rostro pálido.

No podía ser, acaso… maldición.

Apuró el paso, pero era complicado cruzar, sus cachorros los aferró a su pecho, casi en su cuello, y daba paso tras paso hasta que el agua llegó a la mitad de su tórax. Se estremeció ante la fuerza que tenía el movimiento del agua que casi la arrastraba y el suelo del río estaba rocoso, resbaloso y era complicado avanzar, mas no podía rendirse, sus cachorros dependían de ella.

Escucharlos gemir como si tuvieran miedo erizó a Xana y se llenó de más convicción dando paso tras paso quedando casi exhausta cuando logró cruzar comenzado a llegar a la orilla, no era muy ancho el río por suerte.

Solo que el lado de los lobos era un poco más profundo y alzó los brazos poniendo la cesta en la orilla y la corrió hacia atrás dejando a los cachorros en una posición a salvo. Xana puso cada mano en el borde para impulsarse hacia arriba encontrando en este marcas de pata de lobo que habían quedado plasmadas allí. Debía haber pasado alguno hacía poco. Y su interior se removió. Ver esa huella fue como electrizante, como si supiera de quien era y había varias que se alejaban.

Una sonrisa apareció en sus labios. El padre de sus cachorros estaba cerca. Si gritaba seguro que la oiría e iría por ellos. Así que subiendo por el borde hacia arriba abrió los labios para llamarlo cuando algo se enredó alrededor de su cuello, lo apretó y tiró de ella hacia atrás.

De estar junto a sus cachorros ahora era arrastrada por el medio del rio por algo que casi la estaba asfixiando. Y al ser tirada de nuevo hacia la superficie sin darle tiempo a respirar algo fue introducido en su boca y algo la tiró al suelo bruscamente y un peso descomunal sobre ella que la hizo perder el aliento y casi desmayarse.

¿Qué había pasado?

¿Qué estaba pasando?

-Acaso crees que podías escapar de mi tan fácilmente Xana- una voz familiar la hizo quedarte tiesa y abrir los ojos tanto que le dolieron.

Ella miró hacia arriba y aunque la imagen era difusa por la falta de oxígeno los rasgos de su esposo eran inolvidables. Ese cabello negro rizado con ese par de orbes mucho más negros en un rostro atractivo.

-Fue difícil seguirte el rastro a pesar de que estás recién parida, pero te lo dije- él se arrodilló al lado de ella y le tocó la mejilla con el dedo- Siempre serás mía. Aún si todos te quieren separar de mi lado.

Xana frunció el ceño y a pesar del dolor se removió con fuerza gruñendo para liberarse, golpearlo y correr con sus cachorros, pero le era imposible. Uno de los hombres que habían ido con él, mucho más robusto y fuerte la tenía tan bien sujeta que sus huesos crujían con sus movimientos amenazando con moverse. No le importaba, necesitaba soltarse e ir con sus hijos a como fuera lugar.

Y esto no le gustaba a su esposo que simplemente la agarró del cabello y le alzó la cabeza a la mujer estirando el cuello de esta. Si no fuera por el paño en la boca de Xana un gemido de dolor hubiera salido sin dudas.

-Tranquila, te llevaré de nuevo al pueblo, no tienes nada que hacer con esos lobos- miró por encima del hombro- y ya no tendrás que tener en cuenta a tus cachorros, ellos terminarán como debió ser al inicio.

Eso alteró mucho más a Xana pero un fuerte golpe cayó sobre su nuca y esto no pudo evitar que su mundo se pusiera completamente negro. Su mirada se fue opacando llena de lágrimas mirando a lo lejos… a la cesta donde estaban sus cachorros.

El hombre miró a su esposa inconsciente en el suelo. Se había aferrado a la conciencia con dientes y uñas, pero estaba agotada, solo era cuestión de tiempo.

-Señor, no creo que podamos acercarnos a los cachorros- uno de ellos le dijo. Sabían las consecuencias de cruzar y tocar el territorio sin permiso.

Este se levantó y se corrió el cabello hacia atrás.

-Olvídalo, meternos en problemas con los lobos solo será contraproducentes. Además, esas son crías mitad lobo solamente, morirán sin su madre en pocas horas- soltó con desprecio- Pensar que esa atrocidad salió de ella, debí matarlos cuando estaban en su interior, solo no lo hice para no causarle daño, pero el destino está escrito, Xana es mía- sonrió con prepotencia- Nos vamos de regreso y llevemos a mi esposa a mi habitación de confinamiento, al parecer tendré que entrenarla. Y no podrán saber a donde fue ella. Fue bueno que haya venido al rio, así su rastro se verá afectado- soltó una carcajada.

Y se llevaron el cuerpo inconsciente y herido de la mujer dejando a su descendencia detrás.

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