Narrador.
Fernando pasó por alto el sonrojo de Itziar y se dedicó a mirar por el gran ventanal de cristal, como siempre sumido en sus más profundos pensamientos.
“Loreley” era lo único para lo que tenía cabeza, a pesar de sus fuertes ocupaciones. Como ahora que debía volver a abrir el casino que su padre en medio de su enfado le había hecho cerrar, por el hecho de que le retiro todo el fondo financiero que tenía para mantenerlo a flote, pero las cosas no suceden para mal porque en esta ocasión ya su mente de joven libertino e inmaduro ha cambiado y en vez de derrochar su fortuna en mujeres, coches y noches de fiestas locas, piensa en hacer crecer su propio negocio sin apegarse al familiar, puesto que de los errores se aprende y tener que ir a fingir ser un empleado a un lugar como esa hacienda lo hizo ver que el mundo no era un cuento de colores como siempre creyó, sino que la vida es real y es bastante difícil para quien no valora lo que tiene.
Itziar vio su espalda ancha y no se limitó más al deseo que la impulsa, se acercó a Fernando y lo abrazó con fuerza desde atrás, provocando que él se tensara.
—Itziar sabes que no me gustan las muestras de afecto, por favor aléjate— pidió con irritación, pero no la alejó con la brusquedad que siempre acostumbra.
— Sabes que te amo, Fer, porque no me das una oportunidad de demostrarte que puedo ser la mujer indicada para ti.
—No Itziar, entiendes que, si hago algo así, solo saldrás herida, te aprecio y no te voy a utilizar como mi desahogo—, le dejó claro, pero ella negó con los ojos brillosos por las lágrimas que se estaban acumulando en las cuencas de sus ojos.
—Déjame a mí correr el riesgo de salir lastimada, por favor, de ese modo me sentiré menos mal que ahora— rogó sabiendo que no es digno de una dama, pero es su primer amor y no sabe de qué otra manera romper ese hielo que no la deja llegar a él.
—No Itziar, no estás consciente de lo que dices; créeme muy pronto me lo vas a agradecer, eres una chica demasiado buena, no me sentiré bien saber que solo perderás tu tiempo y desgastaras tu energía en busca de hacer que te quiera como mujer.
—Nunca dices nada, siempre estás en silencio, ni siquiera sé contra qué debo luchar por tu amor. La señora Josefa me quiere a tu lado, apenas ayer me dijo y me pidió tener en cuenta que debo cuidarte.
» Que eres un hombre muy importante y debes vestir original y lucir mejor que todos, eso solo se lo diría una suegra a su nuera y eso es lo que ya soy para ella, aunque no lo veas, todos me quieren a tu lado —, a Fernando no le extrañaron esas palabras, entonces sé salió de su agarre; dio la vuelta para mirarla a los ojos y sostuvo sus manos.
— No te confundas Itziar, esas no son tus ocupaciones; eres mi amiga, no alguien que se deba ocupar de mi imagen o de mí como persona.
Ella palideció y empezó a jugar con sus dedos, aunque se ilusionó mucho cuando habló con Josefa, debía poner los pies sobre la tierra, entonces con voz débil le respondió:
— Bueno; es que la señora Josefa me dice que debo estar preparada para casarme contigo. No te preocupes, no le pongo caso a sus palabras, bien me dejaste claro que no quieres nada conmigo; sin embargo, lo que me preocupa es que no te veo querer nada más que el trabajo—, le dijo y aunque ciertamente le dolería si apareciera alguien más, no sabe cómo se sentirá en el momento que vea a otra mujer, pero quería saber si Fernando tiene a alguien más en su corazón para que actúe tan misterioso y para que se muestre sin emociones, incluso en una salida a cenar que tuvieron notó que no era a la única a quien no volteaba a mirar porque vio varias mujeres que lo miraban coqueta y era como si a él no le importará nadie a su alrededor y aunque la trata bien no es en plan de amor, sino de amistad, o de hermana, como él lo ha dicho varias veces.
— Mi madre quiere manejar las vidas de las personas, no deje que influya en ti—, le aconsejó y ella asintió, entonces fueron interrumpidos por alguien que se aclaró la garganta. Ambos miraron a la entrada de la habitación y era Joaquin que estaba mirándolos con ojos inquisidores.
Fernando frunció el ceño y movió la cabeza de medio lado como si en ese momento pensara en algo y notando el espacio dijo: — Ahora vienen a mi aposento, es que no tengo privacidad—, Joaquin sonrió y señaló a Itziar.
— Tu amiguita no conoce eso, te persigue a todos lados, parece tu sombra—, así se expresa Joaquin de su amor frustrado Itziar quien no le presta asunto porque siempre está detrás de Fernando: su mejor amigo y contrincante en el amor; sin embargo, prefiere no confesarle que la mujer por la cual suspira no lo mira por su culpa.
— Eres un celoso resentido que no soporta que sea amiga de Fer, eso es, ¡envidioso! — le grito Itziar a Joaquin cabreada por su comentario. Siempre causaba ese efecto en ella, cada que decía una palabra que a ella le desagradaba y es que Itziar no soporta la presencia de Joaquin, aunque ni ella misma sabe por qué.
Media hora después, Alfonso y Loreley iban dentro de la camioneta rumbo al hotel cinco estrellas donde se llevaría a cabo la fiesta y Alfonso llevaba claro su propósito que era acercarse a José Luis Alcántara para pedirle por favor que no le quite sus tierras.
Mientras que Loreley iba pensando en el desagradable momento que tuvo cuando Alfonso prácticamente la quiso obligar a tener relaciones sexuales, puesto que después de haber estado con otro hombre no se siente capaz de corresponderle como su mujer y menos después de que el pisoteara su moral delante de su familia y amigos.
A pesar de que después de la intromisión de Fernando en su vida no fue más que otro fracaso amoroso, se replantea la idea de si verdaderamente lo que sintió en todos estos años por Alfonso fue amor verdadero o simplemente la ilusión de un mundo perfecto al lado del hombre que la conquistó, mostrándose romántico, pintándole un mundo que al final no fueron ciertas, ya que todas las promesas que le hizo se olvidaron en muy poco tiempo y resultó siendo un infiel, vicioso y maltratador que ahora no le causa más que repulsión.
—Bienvenidos, señor y señora Morales, – les dio la bienvenida, un empleado que estaba en la entrada del gran salón de fiesta del hotel cuando miró su invitación.
Con su habitual aire de grandeza y pasándose una mano por su cabello rubio bien peinado, Alfonso, asintió al saludo cordial del hombre y siguió con Loreley de brazo, quien dejaba que él la guiara. Razón que sentía sus pies pesados, antes rogaba por asistir a fiestas y recepciones como esa, pero en esta ocasión no quería estar allí.
Ingresaron al salón, Alfonso notando el espléndido lugar y a ella, por el contrario, le importaba un comino la decoración, o el derroche de extravagancia que había, entendía que no esas personas que habían organizado dicha fiesta solo buscaban mostrarles a los invitados lo adinerado que son.
«Presuntuosos» masculló para sí misma.
— Señor y señora Morales, déjenme guiarlos a su mesa—, pidió una mujer joven vestida con un traje azul que parecía ser enviada por el hombre que los recibió en la puerta. Ella los guió hasta la mesa que les tocaba, todo estaba bien organizado.
«Necesito ver al CEO, solo él me puede ayudar» pensó Alfonso con mucha agitación. Estaba allí con esa razón y no poder ver al único hombre que podía ayudarle le estaba desesperando.
El lugar y el ambiente se tornaba tedioso para Loreley, miraba a su alrededor viendo caras desconocidas, todos vestían despampanante, luciendo sus costosas prendas mientras tomaban de sus copas y las mujeres no paraban de cuchichear unas con otra. Estaban parados en una de las mesas de dos colores, blanca por fuera y con un centro rojo, se aferraba a ella porque ya Alfonso tenía el cuello como una jirafa buscando a José Luis, pero no lo encontraba hasta que vio a unos conocidos y quiso ir a saludar.
— No te muevas de aquí— le advirtió con una sonrisa falsa en los labios y se acercó a ella dejando un beso que, por supuesto no respondió, sino que viró los ojos con fastidio.
Ese parecía su momento de escapar una vez más de las manos de ese troglodita, sin embargo, notó que él no se alejó mucho y regresó tan rápido como pudo, poniendo una sonrisa pésima, e iba a decir algo, pero no logro hacerlo porque en ese instante una mujer empezó a hablar a través de un micrófono anunciando al nuevo CEO del conglomerado.
Aunque Fernando moría por salir antes esperó calmado el momento en que lo anunciaron y cuando salió dejando que sus invitados los vean, Loreley se quedó perpleja y no supo en qué momento dejó de respirar mientras que Alfonso creyó ver a un fantasma.
— Los dejaré con nuestro CEO Fernando Alcántara, heredero universal del conglomerado Alcántara—, anunció la mujer a su lado, dejándole el podium libre para que él pudiera decir algunas palabras, mientras su padre lo observaba con orgullo desde la primera mesa, esa que Alfonso no vio en cuanto llegó por más que lo buscó.
Fernando vio a Loreley entre tantas personas, era inevitable no hacerlo, pues, aunque negara, la esperaba con ansias locas, esa mujer se le había metido en el alma, la odiaba y la amaba con la misma intensidad, de lejos no podía detallar su figura ni su expresión, pero seguido expresó algunas palabras de bienvenida a sus clientes, fue en busca de Itziar, despertando en Loreley un mal sabor de boca.
—No debe importarme—, se dijo Loreley en un tono muy bajo que no era audible, apenas movió los labios al hacerlo y Alfonso seguía mirando fijamente a Fernando; notando sus movimientos, como saludaba a las personas que se le acercaban y tragó seco, sin saber cómo ha sucedido eso que de ser un empleado. Ese hombre pasó a ser el hijo del hombre más acaudalado de ese país, un gran y poderoso empresario que lo aplastará como a una simple mosca si se lo propone.
Lo que más le enfureció fue que los sicarios que había contratado para deshacer de Fernando les mintieron al decirle que él estaba muerto y ahora estaba allí, frente a él muy vivo.
Se preguntó en su fuero interno, “¿qué haré?”, estaba perdido en todos los sentidos, porque no sabe si ese hombre ahora quiere vengarse por todas las humillaciones que le hizo pasar cuando él lo creyó su empleado o por el hecho que envió a esos matones a asesinarlo.
«No debo temer» entonces recordó un detalle que estaba olvidando y fue que le pidió a sus hombres que le dijeran que fue Loreley: la persona que los envió a hacerle daño, de modo que sonrió, ya que tiene era un punto a su favor.
Aunque claro tiene que ayudar, no le puede pedir a su enemigo, y menos al hombre que le follo la mujer.
«Me sobra dignidad, prefiero quedar en quiebra» reflexionó y luego apretó los puños a cada lado sintiendo enojo porque ahora Fernando es mucho más poderoso que él y sintió envidia, se acercó a Loreley y la sujeto de la cintura, antes de decirle con malicia, — tal parece que fuiste el experimento sexual de un niño de ciudad rico y presumido que quería divertirse con una señora de pueblo. No dudes que haya hecho una apuesta en tu nombre y justamente la ganó, le abriste las piernas con tanta facilidad que ni una meretriz recibiendo el pago por sus servicios.
Loreley miró a los lados notando que todos los presentes estaban enfocados en el nuevo CEO y tiró su bebida en la cara de su esposo.
—No eres el indicado para darme discursos sobre la moral que eso ni en el apellido te va pedazo de imbécil.
Narrador.Mostrándose a la altura, Fernando saludaba a todos los presentes, aceptando las felicitaciones de cada uno de los clientes. Sin dejar de mirar a Alfonso y Loreley con furia por destruirlo en ese momento, pero sabía que debía mantener la calma porque debía mostrarse arrogante y soberbio para hacerle ver tanto a ella como a él que no logran humillarlo y que siempre fue un juego para él. Aunque sí sintió el desprecio de ella cuando lo golpearon y le dijeron las palabras que ella le mandó a decir.Recuerdo:— Esta es la respuesta de la patrona— dijo el hombre y luego se acercó a él. Agarró bruscamente la moña sedosa de Fernando y casi desprendiéndole el cabello de la coronilla. Le susurró imitando el tono de voz de Loreley, pero sin dejar de reírse con burla, — que iluso eres pobre infeliz, pensaste que una mujer como la patrona dejaría a don Alfonso por irse con un pobre diablo como tú que no eres capaz de darle un digno plato de comida de esos a los que ella está acostumbrada.
Narrador.Alfonso no sabía cómo reaccionar, sin pegarle por esa propuesta indebida o si darle una trompada por aclararle lo que ya sabía, y aunque desde que lo vio supo que había sido el causante de su ruina, escucharlo de su boca lo llenaba más de furia.—¿Tanta falta te hace una hembra en tu cama que necesitas a la mía? — espetó Alfonso con irritación.Fernando se echó reír chistoso, provocando qué Alfonso sintiera aún más molestia.—Nunca me ha hecho falta tener alguien que caliente mi cama y no le cuento cómo porque terminará enamorado de mí— se relamió el labio inferior pausadamente y Alfonso lo miraba buscando algo interesante que haya causado que Loreley dejará repentinamente de amarlo para encapricharse con Fernando. —No parece — respondió Alfonso sin detenerse de mirarlo fijamente.Fernando alzó una ceja cuando vio el escrutinio de Alfonso en él y le causó gracia adivinar lo que estaba pensando — ¿no vio a Itziar?, ella estaría dispuesta no solo a calentarla, sino a morir
NarradorItziar no quería perderse nada que tuviera que ver con Loreley y con Fernando, aunque el muy claro le había dejado saber que no la quiere como mujer, sino más bien como a una hermana menor, pero no quería a esa mujer que le parecía que no es más que una perversa y no la quiere cerca de Fernando.«Presiento que ella es la causa de su sufrimiento, por esa razón nunca habla» reflexionó, añadiendo internamente que Loreley era la culpable de todo, incluso de que Fernando la rechazará. De modo que prácticamente corrió de vuelta al salón a grandes zancadas donde vio que Loreley fue detenida por Josefa, la madre de Fernando.«Qué pretende esa gata» rabió apretando fuerte los dientes.— Hola señorita, disculpe que la haya detenido—habló Josefa con mucha educación haciendo que Loreley detuviera sus pasos y aunque no la conoce le sonrió con amabilidad a pesar de no estar en su mejor momento, ya que su ánimo anda por los suelos, han sido demasiadas emociones por una noche, la cual se ha
Narrador.—No vengas a hacerte la dolida que sabes bien que te he dado todo, incluso a ese mocoso que ni siquiera es mi hijo, lo adoptamos pudiendo tener hijos propios, pero tú te encaprichaste con darle un hogar a ese huérfano y luego me pusiste obstáculos con la excusa tonta debemos esperar que Luisito sea más grandecito — él imitó la voz de Loreley — a veces pienso que todo fue una estrategia tuya para no dañar tu cuerpo de modelito.—Yo nunca te pedí nada, tú fuiste quien, para engatusarme y enredarme en tu cuento bonito, me pediste casarnos sabiendo que deseaba un hogar para ese niño, pero ya eso no me es justificación por qué para esa fecha ya eras marido secreto de Nancy así que déjame tu número y mejor larguémonos de aquí.—Si nos vamos tu lindo hijo se quedará sin hogar y no quedará de otra que regresarlo al orfanato por qué no tendremos el mismo estilo de vida, así que piensa en cómo vas a convencer a tu amante—Loreley sintió que la sangre hizo ebullición en su cabeza y luego
Loreley percibió que sus nervios estaban por traicionarla, evitaba llorar para no verse débil, sin embargo, estaba a punto de hacerlo. «Él no puede creer que ganó. Si lloro pensará que me está doliendo» se hablaba a sí misma dándose fortaleza. Enfocada en su propósito giró la cabeza hacia atrás mirando con intención hacia la puerta por encima de sus hombros, sopesando la manera de salir corriendo. Aún estaba expuesta porque ahora sus pechos estaban a la vista de Fernando, pero prefería irse de ese modo a terminar entregándose a él. Se decía que la vergüenza de ser vista con los pechos al aire por personas que no la conocen y que solo la verán en ese momento, sería más fácil de superar que entregarse a Fernando bajo esos términos; porque eso sí dejaría marcada su alma, y no podrá perdonarse nunca. Servir de producto de transacción entre el hombre que ama y el que considero amar durante años sería la humillación más grande que recibiría una mujer. Observó el cheque en sus manos y l
Narrador.Alfonso reunió a todos sus empleados exigiendo que salieran los culpables de haber ayudado a Fernando a dañar su cultivo y a poner un químico que enfermó a sus reses y Patricio, el encargado de la alimentación de los vacunos, se tensó, él fue uno de los que recibió una buena cantidad de dinero y temía a que los pocos que se quedaron, lo delataran también si eran descubiertos por Alfonso, ya que en la reducción de personal la mayoría se fueron por temor a que llegara ese momento. Nunca pensó que Alfonso se pudiera enterar, de modo que vio las caras de cada uno de sus compañeros con una firme advertencia y tras cavilar que podrían delatarlo sin importar la evidente amenaza en sus ojos decidió hablar primero: —Jefe, debe investigar a Rafael, — el peón a su lado abrió los ojos de golpe, aún aturdido por qué no esperaba dicha traición de un hombre que lo llamaba compadre desde hace más de 15 años —él me dijo que tenía dinero. —Decías ser mi compadrito, y me culpas injustamen
Narrador. En cuanto Loreley estuvo lista, se paró al pie de la escalera mirando hacia el gran vestíbulo con la elegancia que es parte de su persona y como de costumbre Alfonso al verla sonrió satisfecho, puesto que su esposa siempre se ve hermosa con todo lo que se ponga. — Luego me preguntas por qué no quiero dejarte ir es que cada día te ves más bella — la elogió y ella en vez de sonreírle como antes lo hacía; solo puso los ojos en blanco fastidiada y encontrando cursi la manera tan patética de su esposo al pretender volver a enamorarla. «Imposible ya no lo soporto ni, aunque me baje el cielo». Caviló con disgusto dando pasos firmes al pisar cada escalón. — ¡Mamá! —Luisito gritó eufórico por el tiempo que llevaba sin ver a Loreley, ya que Alfonso le había pedido a la niñera mantenerlo alejado, sin que Loreley supiera, de modo que al ver que la niñera no había cumplido con su orden la vio con una mirada cargada de furia amenazante. — Señor…, – quiso justificarse, pero él la si
Narra Loreley. Cuando llegamos a la hacienda, Alfonso se encontraba totalmente ebrio, y con cada paso que daba tambaleaba de un lado a otro al mismo tiempo que intentaba tocarme, y sentía que cada parte de mí que él lograba tocar me dejaba sucia. Me asqueaba percibir su tacto tanto que ansiaba morir en ese preciso momento. Entonces empecé a evadir su toque, pero era imposible porque el malnacido estaba empeñado en manosear todo mi cuerpo y sin importar lo recia que sea yo él duplica mi fuerza por mucho. —Te quiero hacer el amor Loreley, no soporto que me trates como lo haces ahora, necesito que mi esposa vuelva a ser la mujer que era antes de que ese muerto de hambre viniera a arruinarlo todo. Aplasté los labios para no puntualizar porque no debía tratar de utilizar ese calificativo para intentar insultar la existencia de Fernando, ya que claro quedó que puede ser un calculador, pero no un hombre insignificante y de clase baja como Alfonso siempre lo señalaba; no obstante, mejor