Narrador.Alfonso reunió a todos sus empleados exigiendo que salieran los culpables de haber ayudado a Fernando a dañar su cultivo y a poner un químico que enfermó a sus reses y Patricio, el encargado de la alimentación de los vacunos, se tensó, él fue uno de los que recibió una buena cantidad de dinero y temía a que los pocos que se quedaron, lo delataran también si eran descubiertos por Alfonso, ya que en la reducción de personal la mayoría se fueron por temor a que llegara ese momento. Nunca pensó que Alfonso se pudiera enterar, de modo que vio las caras de cada uno de sus compañeros con una firme advertencia y tras cavilar que podrían delatarlo sin importar la evidente amenaza en sus ojos decidió hablar primero: —Jefe, debe investigar a Rafael, — el peón a su lado abrió los ojos de golpe, aún aturdido por qué no esperaba dicha traición de un hombre que lo llamaba compadre desde hace más de 15 años —él me dijo que tenía dinero. —Decías ser mi compadrito, y me culpas injustamen
Narrador. En cuanto Loreley estuvo lista, se paró al pie de la escalera mirando hacia el gran vestíbulo con la elegancia que es parte de su persona y como de costumbre Alfonso al verla sonrió satisfecho, puesto que su esposa siempre se ve hermosa con todo lo que se ponga. — Luego me preguntas por qué no quiero dejarte ir es que cada día te ves más bella — la elogió y ella en vez de sonreírle como antes lo hacía; solo puso los ojos en blanco fastidiada y encontrando cursi la manera tan patética de su esposo al pretender volver a enamorarla. «Imposible ya no lo soporto ni, aunque me baje el cielo». Caviló con disgusto dando pasos firmes al pisar cada escalón. — ¡Mamá! —Luisito gritó eufórico por el tiempo que llevaba sin ver a Loreley, ya que Alfonso le había pedido a la niñera mantenerlo alejado, sin que Loreley supiera, de modo que al ver que la niñera no había cumplido con su orden la vio con una mirada cargada de furia amenazante. — Señor…, – quiso justificarse, pero él la si
Narra Loreley. Cuando llegamos a la hacienda, Alfonso se encontraba totalmente ebrio, y con cada paso que daba tambaleaba de un lado a otro al mismo tiempo que intentaba tocarme, y sentía que cada parte de mí que él lograba tocar me dejaba sucia. Me asqueaba percibir su tacto tanto que ansiaba morir en ese preciso momento. Entonces empecé a evadir su toque, pero era imposible porque el malnacido estaba empeñado en manosear todo mi cuerpo y sin importar lo recia que sea yo él duplica mi fuerza por mucho. —Te quiero hacer el amor Loreley, no soporto que me trates como lo haces ahora, necesito que mi esposa vuelva a ser la mujer que era antes de que ese muerto de hambre viniera a arruinarlo todo. Aplasté los labios para no puntualizar porque no debía tratar de utilizar ese calificativo para intentar insultar la existencia de Fernando, ya que claro quedó que puede ser un calculador, pero no un hombre insignificante y de clase baja como Alfonso siempre lo señalaba; no obstante, mejor
Narra Loreley. Ahora no quería despertar, sin embargo, de un momento a otro Fernando desapareció de mi alucinación o sueño, puesto que no sabía de qué manera debía nombrar lo que me estaba pasando. Volví a mi realidad una vez que abrí los ojos quedándome pasmada en cuanto sentí a Alfonso a mi lado totalmente desnudo, restregando su hombría entre mis glúteos y con sus dedos dentro de mi cavidad vaginal. —¡Aléjate desgraciado! — le exigí removiendo sin tener idea de cómo me había desnudado o de cuando vino a este dormitorio. Con su otra mano me tenía abrazada y con una pierna subida sobre las mías inmovilizaba mi cuerpo. —Coopera amor. Mira nada más lo húmeda que estás por mi— celebraba un triunfo que claramente no le pertenece y me irrita saber que me encontraba excitada por el sueño que he tenido y él estaba aprovechando para regocijarse y sentirse muy macho cuando no me provoca más que asco. —Tú nunca has logrado ponerme tan cachonda, no hagas fiestas con piñatas ajenas. No nec
Narra Loreley. Una semana había pasado desde que salí de mi infierno, aún recuerdo todos los obstáculos que me puso Alfonso para dejarme ir, pero claro, como no ponerlo si me traicionó como el desgraciado que es, y yo caí redonda en su trampa, aunque no pude ver lo obvio igual no me quedaría a su lado. Aun conociendo sus mañas creí que simplemente me dejaría ir sin más y ahora los días con mi niño están contados, y aunque me encuentro lejos de chihuahua, eso no es impedimento para que el servicio infantil me quite a mi niño. Todavía revivo el momento en que iba sacando mi equipaje y el de mi hijo de esa hacienda, Alfonso se acercó a nosotros, unió sus manos y empezó a aplaudir mientras berreaba como animal: —¡Bravo, bravo, bravo!, la mujer se siente super poderosa y volverá al rodeo con su amante. Te advierto que ese hombre nunca te tomara en serio, y perderás la oportunidad que te estoy dando de volver a casarnos— fingió estar pensativo y agregó: —Piénsalo Loreley si sales de aquí
Narrador.Loreley se quedó con el aliento helado al ver que ese hombre parado enfrente suyo es la causa de que cada noche tenga sueños eróticos y a la vez el causante de un dolor sórdido que no desaparece de su pecho y odió en ese instante encontrarlo atractivo a pesar de que Fernando solo debe provocarle odio y desagrado por lo perverso que ha sido con ella. Y su subconsciente le jugaba una mala broma al hacerle notar que Fernando se ve hermoso con esos flequillos que caen sobre su frente y esa actitud fría que demuestra.«¿Qué hace él aquí?», inquirió en silencio; una pregunta que para empezar debía hacérsela a él, y cuando al fin fue capaz de poner en orden sus pensamientos.«Esta mujer no conoce de límites, de seguro quiere plata e investigó mi dirección», pensó Fernando suponiendo que Loreley estaba ahí para sacarle dinero e instintivamente se pasó la mano por la pequeña cicatriz que se le creó luego del gran golpe que ella le dio la última vez que se vieron.Fernando volvió a re
Fernando Alcántara es el playboy más cotizado de México, su capacidad para embaucar mujeres y llevarlas a la cama lo hacen el soltero más cotizado y buscado por féminas que desean pasar un buen rato probando suerte con el millonario. Acostumbrado a derrochar en grande como el desvergonzado que le vale un comino lo que diga su padre, crea un gran alboroto en su propio casino. Su padre cansado de que su heredero no sea capaz de mantener la buena reputación de la familia y siga siendo la comidilla de la alta sociedad y el centro de atención de los paparazzi; le da un ultimátum…: —toma el control de la vicepresidencia de la empresa, o lo deshereda y deja a cargo de esta al jefe corporativo.Enfadado por la coacción de su progenitor; decide casarse sabiendo que si contraía matrimonio con una mujer de inferior estatus al suyo, la junta directiva no aceptaría que él tomara el liderazgo de la empresa, pero su locura no le salió tan bien como esperaba, ya que la mujer con quien firma un acuerd
Narrador.Mirándose al espejo estaba Fernando, mientras intentaba poner debidamente su corbata, fastidiado por no lograr contener la impaciencia, soltó un bufido de pura molestia y era que hoy después de un largo tiempo la volvería a ver, y la venganza que ha estado esperando con anhelo ha empezado.—Loreley …, te haré pagar con sangre el dolor que he sentido por culpa de tu maldito amor— sentenció con la vista fija al espejo como si ella se encontrara frente a él, pero a la vez muy molesto con su propio reflejo, odiaba verse a sí mismo y pensar en lo estúpido que fue al enamorarse de alguien que no merecía su amor; después de haber tenido a tantas hembras entre sus brazos y no dejarse hechizar de esa manera tan fácil como le fue a Loreley conquistar a un libertino innato como lo es él. —No volveré a caer en tus juegos, juro que esta vez no lo logrará, ni, aunque me supliques te dejaré entrar en mi corazón— masculló rompiendo el espejo con su puño cerrado antes de que su mente le jug