Capítulo diecisiete

Bartolomé seguía a aquel hombre. Procuraba ser lo más sigiloso que pudiera. En cierto modo, le causaba bronca por haber sido uno de los que tiró contra él. No sabría decir quién le dio en el brazo, pero seguía resentido por ello. Esa fue una motivación extra para seguirlo, aunque sabía que debía concentrarse en Enrique Octavo.

Las cuadras pasaban. El pecho de Bartolomé en cualquier momento estallaría. No podía controlar la ansiedad. La caminata parecía eterna.

Ni siquiera sabía por qué lo estaba siguiendo. Después de todo, no sabría si ese hombre tendría relación directa con Enrique Octavo. De esa manera, quienes se tirotearon con él no eran comunistas. Le intrigaba saber qué tenía Enrique Octavo con él, si estaban relacionados.

Finalmente, aquel hombre entró a una farmacia. “Farmacia franco-inglesa” era el nombre que se lucía en el cartel central del local. Bartolomé se puso una boina negra que guardaba en el bolsillo de su campera, y unos anteojos
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