Agarré la mano de Laura y sonreí en automático, ella me miró un poco sorprendida por mi acción pero ignoré aquello y me acerqué a sus labios para besarla y darle los buenos días. A pesar del susto, me sentía de muy buen humor luego de sus palabras, era una gran noticia.
— Preciosa, dile a quien haya venido a avisarte que me busca el señor, que me espere unos cinco minutos.
Volví a besarla y me levanté semidesnudo en carrera a lavarme la cara para luego vestirme, Laura se veía un poco sorprendida pero solo se encogió de hombros y salió de la habitación. En menos de diez minutos estaba ya bajando hacia mi oficina, Vittorio y Bruno se encontraban acompañando al hombre. Llevaba una gabardina gris y en su mano cargaba un sombrero un tanto grotesco, supuse que era para que su rostro no se notara demasiado. Se dio la vuelta y
A la mañana siguiente fui directo a la habitación de Laura, ella se encontraba sentada en la mecedora mirando hacia la ventana, la saludé pero no recibí respuesta, ni siquiera volteó a mirar quién había entrado. Me acerqué con cierto sigilo, fue cuando ella habló.— Los mafiosos son todos unos cavernícolas, ninguno sabe comportarse a final de cuentas —musitó meciéndose.— ¿Me estás diciendo cavernícola?— A ti y a todos —espetó dirigiendo su mirada hacia mí—. Siempre tienen una excusa a su favor por sus actos, sea algo justificado o no. Responden siempre con la violencia. Tienes razón, los Napoli seguramente se habrán encargado de mi hermano y por ello no lo has encontrado, pero por esa misma razón, quiero que todo el altercado quede en el pasado.
Quería arrojar todo contra el suelo, pero sería un comportamiento innecesario e inútil para aliviar el enojo que sentía, el problema es que no sabía si me encontraba enojado conmigo mismo, con Laura o con el joven desmayado frente a mí. Salí de la habitación cerrando de un fuerte portazo y dejar encerrado de nuevo al hombre, Vittorio se despertó del susto y se asustó aún más cuando me vio frente a él. — ¿Por qué te quedaste dormido? ¡Laura entró y vio al tipo todo mutilado! — Jefe, me tomé el té y realmente no sé qué pasó, me quedé dormido luego de tomarlo, creo que me relajó demasiado. — ¿Quién te trajo el té? — La señorita Laura, pero ella llevaba rato conversando conmigo, yo fui quién mencionó que quería un té. — Eres un idiota. Mejor me largo de aquí, ¡y no te duermas más hasta finalizar tu turno! Me quedé afuera vigilando toda la noche, quizá el enojo no me permitía pegar los párpados. Sabía que no era la mejor decisión, hubiese querido descansar un poco pero no podía hacerl
Me quedé perplejo a lo que me encontraba mirando sintiendo como, una vez más, mi corazón iba destrozándose lentamente, pero a la vez, con tanta rapidez que sentí que transcurrió mucho menos de un segundo. No sabría cómo explicarlo. Solo sabía que sentía cada movimiento que hacía mi corazón y que aquello me dolía con intensidad, con braveza. Incluso el dolor del disparo en mi brazo había mermado ante el hecho de perder a la que fue mi madre adoptiva.De nuevo me sentía como una escoria, un líder patético que no podía defender a nadie.No dudé ni me tardé en acercarme a ellas. Mi reacción fue tomar a Laura entre mis brazos para que ella encontrase algún tipo de alivio aunque yo también me sintiese destrozado. No pude soportar demasiado, tener a Laura llorando en mi pecho y ver a Luz sin vida, más mis hombres y unos de mis perros también lograron que dejara fluir mis emociones junto a ella. La abracé con fuerza con la zurda mientras tomaba un brazo inerte de mi querida anciana. No pude d
Había pasado ya tres días desde aquella terrible noche, no sentía algún tipo de mejoría y en ocasiones entraba en negación, negaba que ella ya no estaba ni estaría nunca más a nuestro lado, que no la vería como a mi madre, al menos hasta que el día de mi muerte llegase, si es que en verdad existía una vida después de la muerte. Ese cielo o infierno del que tanto hablan, no es lo que dice la Biblia, al menos lo que leí. El día dos que se mencionaba en la carta ya había llegado, y era claro que no le había mencionado a Laura nada respecto aún de ese sobre que había recibido cuando llegamos del cementerio. Ella seguía en un estado bastante depresivo y poco hablaba con cualquiera en la casa, prefería estar sola mirando al vacío, comía rara vez, eso era algo que realmente me preocupaba. Yo, por mi parte, intenté distraerme con mis tres perros restantes; jugaba un poco con ellos cada que sentía que iba a recaer en el dolor.Dante era el más juguetón, Venus era juguetona pero ante cualquier
El último día de la supuesta tregua con los Napoli había llegado, me sentía bastante preocupado respecto a lo que podría suceder el día siguiente, así que mi semblante lucía bastante tenso ante los demás. En horas de la mañana conversé con lo que quedaba de mis hombres, éramos ciento cincuenta y ahora solo quedábamos sesenta y cinco dispuestos a dar batalla, y eso, contando a los novatos que lograron sobrevivir aquella noche y siendo novatos, no tenían la suficiente experiencia que se necesitaba para luchar contra los Napoli.En el caso de las mujeres de la casa, casi ninguna tenía a dónde ir, la inmensa mayoría hizo mención que llevaban prácticamente toda su vida trabajando en esa casa y no sabrían a dónde ir para establecerse a otro lado, o sus familiares no querían saber nada de ellas por el tipo de trabajo que habían tenido por tanto tiempo o incluso por generaciones, así que era muy difícil que las recibiesen luego de tantos años. Muy pocas dijeron que podrían pasar unos días con
Por más que seguí buscando creyendo que ella no había salido de casa, convenciéndome a mí mismo de que ella seguía cerca de mí, no la encontré. Sin embargo, me resultaba inconcebible que ella hubiese escapado sin que absolutamente nadie la viera, ni siquiera fue visto el final de su sombra, ni siquiera un pequeño rastro de su andar y la dirección que tomó. Nada. Volvía a sentirme frustrado y un bueno para nada, suponía que ella tramaba algo pero jamás me imaginé que planeaba entregarse a los Napoli, aun así, debí quedarme con ella en todo momento al suponer que algo no marchaba bien y que tramaba algo que resultaba ser peligroso. Le fallé, y por sobre todo le fallé a Luz en proteger a su niña, ahora no sabía qué sería de su destino… y del mío, de nuestro futuro. Bruno se mostró abrumado y un poco callado toda la noche mientras la buscábamos, lo único que indicaba a cada momento era que no la había visto salir, igual sus compañeros de guardia, los tres quizá pensaron que los golpearía
Mantuve aquella carta conmigo durante todo el día, observando con recelo la firma del jefe Napoli, me causaba indignación que, en vez de utilizar su nombre, colocase una especie de seudónimo para generar más intriga a sus enemigos. Pues era claro que eso hacía, solo buscaba provocar una especie de psicoterror para mantener al margen y precavidos a los ajenos a él y su entorno, siendo evidente que aquello le producía una gran fuente de diversión.Y se trataba de aquel mismo hecho el motivo por el que me generaba tanta duda y amargura, su poca capacidad para ser un hombre honesto y claro, era nula. Tan nula que ordené a mis hombres vigilar con fiereza durante esa noche y madrugada, ya que no me confiaba para nada de los Napoli y de la palabra de su absurdo líder. Bruno y sus dos compañeros novatos se dedicarían a tomar un descanso mientras que todos los que no habían realizado ningún tipo de vigilancia anteriormente tomarían el turno para hacer aquello con mucha más precaución.Luego de
¿Acaso era algún tipo de ilusión o realmente me encontraba viendo a Laura sentada en el sillón del líder de los Napoli? La miré desconcertado mientras que ella me observaba en silencio con una sonrisa llena de completa picardía, como si se hubiese salido con la suya, aunque efectivamente eso había sucedido. Lucía un poco diferente a como me acostumbré a verla a diario, y es que además de su vestimenta evidentemente distinta, era que su cabello estaba corto, a nivel de su mentón. Puede todo el mundo llamarme estúpido, pero se veía sexy… demasiado. Se había vestido con las mismas características que el gordo Ricci me había dado en nuestras múltiples reuniones sobre el líder Napoli. Una camisa, pantalón y sombrero blancos, este último tenía una cinta de color negro que lo bordeaba por completo. No llevaba un saco, pero lo tenía en un perchero colgado a un par de metros de ella, igualmente de color blanco. Tenía una corbata negra, sus guantes de cuero y debajo del escritorio podía ver su