Un par de días después Azul y Alondra se encontraban en el CAM cada una tomando terapia por su cuenta, ya que desde la primera vez que fue Azul a visitarla comenzó a viajar con frecuencia, para allá, pasando por lo regular entre cuatro o cinco días con ella.
Escuchando las necesidades de las personas que acudían víctimas de tantas situaciones de maltrato, además de situaciones económicas complicadas decidieron hacer algo para poder apoyarlos.
Cuando ella iba a visitarla trabajaban en ello, aunque Alondra ya había comenzado a enseñarles a preparar repostería se veían limitadas por la falta de dinero. Ya que deseaba poder emprender un negocio para ofrecer empleo.
—Puedo buscar patrocinadores —Azul propuso a su amiga.
—No es mala idea, así podríamos equipar el lugar —respondió Alondra.
—Dios.
Alondra escuchó decir a Azul.
— ¿Qu
Álvaro está a un paso de llegar a Alondra. Esperemos que sea así y nada obstruya ese momento. Saludos.
Álvaro se alejó para hacer un par de llamadas tardando unos minutos, en cuanto las concluyó regreso con ellos. —Hice una reservación para ir a cenar, por favor Azul acompáñanos —solicitó. —Está bien. Una vez reunidos en el restaurante que Álvaro acababa de adquirir, se dirigieron a una sección privada. —¿Cómo es que sabes en dónde se encuentra? —preguntó Ernesto con angustia. —Ella me contacto hace casi un año. —Azul presionó sus labios en una línea—yo… comencé a visitarla desde entonces. —¿Andrés lo sabe? —Álvaro cuestionó teniendo ciertas dudas. —No, por supuesto que no, no debe enterarse, por favor —suplicó la joven mirando a los presentes. —No te preocupes él no lo sabrá, ¿cómo has hecho para ir y venir, sin que lo note? —preguntó Aline. —Andrés casi no está en casa, viaja mu
Alondra estaba reunida con sus compañeros de terapia, se encontraban en sesión, sin embargo, había algo en ella que desde que despertó, una sensación de profunda nostalgia la invadió. Toda la mañana en la oficina permaneció ensombrecida por la tristeza, habló poco interactuando de forma escasa con sus compañeros. Emilio la observó extrañado al ver sus ojos apagados, pero desde la última vez que había estado en su casa ante su rechazo, prefirió mantener la distancia. Pensó que haciendo eso quizás ella fuera quien lo buscaría, pero se dio cuenta que se equivocó. Alondra lo saludaba de la misma manera que lo hacía a diario al igual que a todos. Eso lo desconcertó haciéndolo perder la esperanza que albergaba de comenzar una relación con ella. Durante la terapia grupal no fue la excepción tampoco compartió nada, solo se dedicó a escuchar sobre los avances que habían tenido sus compañeros. Al salir
De inmediato se movió con agilidad, corriendo hacia ella para sostenerla entre sus brazos y evitar que se diera un fuerte golpe. En cuanto la estrechó dirigió su mirada hacia su rostro en ese momento observó la capa de sudor que la cubría. Caminó cargándola hasta su cama, al recostarla, la joven comenzó a reaccionar, quejándose debido a la alta temperatura que tenía, además de los grandes ataques de tos que recurrían. Situación que a Álvaro preocupó. A continuación, volvieron los delirios de los que ya había estado emergida desde que llegó al hotel y se recostó. Justo como cuando enfermó en la casa de él. Balbuceaba cosas que él no comprendía, además de observarla tratando de respirar con dificultad. Álvaro tomó de inmediato el teléfono, para solicitar que un médico la asistiera. Mientras llegaba corrió a la ducha para humedecer una toalla facial y colocársela sobre su frente. Se sintió tan impotente al no poder au
Estiró su mano para recibir el medicamento, mientras él destapaba la bebida, colocó las pastillas en su boca y dio un trago. Se recargó sobre las almohadas cerrando los ojos. Álvaro se sentó en el sillón que estaba frente a la cama, observándola. Alondra cambió de posición intentando buscar un mejor ángulo para que no retumbara más el dolor que tenía. Se acurrucó en la cama, en ese momento sintió como le colocaba una cobija. —Cuando te vayas cierra bien. Álvaro sonrió al escuchar la forma tan amable que tuvo para correrlo. —Descansa— Besó su frente. La piel de la joven se enchinó al sentir sus labios sobre ella. Minutos después, no pudo evitar abrir los ojos para revisar si se encontraba aún ahí y así fue, estaba sentado en ese sillón, recargando la cabeza sobre el respaldo dormitando. Entonces cerró los ojos y durmió profundo.
Ernesto caminaba por la colonia Polanco de la ciudad de México, estaba por subir a su auto, cuando dos sujetos se aproximaron a él, aprovechándose de que se encontraba, en penumbras debido a la hora en que salía de su trabajo. El joven los observó acercarse por los vidrios de su auto de inmediato se alertó. —Mira hermano un niño bonito —uno de los sujetos externó al otro, quien se limitó a observar. — ¿Qué quieren? —Ernesto cuestionó en tono seco. —De ti nada, solo deseo que le hagas llegar un mensaje a alguien. Ernesto lo miró desconcertado. —Dile a ella que estamos aquí— El hombre giró para retirarse. Ernesto se volteó para abrir rápido su auto. Entonces el sujeto regresó y lanzó su puño sobre el rostro del joven quien se fue de espaldas; a continuación, el tipejo lo tomó por las solapas de su traje y lo aventó en dirección al suelo, de inmediat
—No se pueden subestimar las amenazas de nadie. —Arnulfo lo observó serio—, no creo que se hayan confundido—. Podría ser un mensaje dirigido para Alondra— Se quedó pensativo—, aunque el modus operandi, no coincide con la gente de Juanjo, habrá que ponerte vigilancia. —Me frustra que esos desgraciados estén libres como si nada. —Aline frunció el ceño indicando molestia. —No, no lo creo—Ernesto comenzó a rememorar lo sucedido. — ¿Por qué lo piensas? —Tenían un acento extranjero, como el de… —Volteó a ver a su madre—, no sé cómo no lo recordé antes. —Resopló con preocupación. Farah cerró los ojos al hacerse verdad sus sospechas, sabía que esto iba más allá de la amenaza de ellos, su pecho dolió al conocer de quién se trataba, inhaló con profunda nostalgia sin poder decir nada. —Tienes que levantar una denuncia para que los detengan. —Arnulfo pidió al
Azul manejó durante dos horas y media por la carretera deseando alejarse de su verdugo. Ya no soportaba más que la tocara o la presionara, para que ella hiciera lo que él deseaba, sin lugar a dudas reconoció que desde hacía mucho tiempo ya no sentía nada por él. Mientras conducía las lágrimas escurrieron por montones. Recordó la reunión a la que había acompañado a Andrés, se sentía tan ajena a todo, por más que trató de adentrarse a la conversación de las esposas de sus compañeros, sus eran frívolas y banales la hacían ver en repetidas ocasiones, el reloj para salir de ahí. Caminó en dirección a la terraza a tomar un poco de aire, sacó su móvil observado una foto de Daniel, tenía tantas ganas de escuchar su voz, pero hacía un par de semanas que él no respondía a sus llamadas ni a sus mensajes, eso ocasionó en ella un gran dolor. Deseaba tanto verlo, entonces volteó en dirección a donde se enc
Ciudad de México. Farah se arreglaba para esperar la llegada del teniente, cuando tocaron a su puerta corrió a abrirla pensado que se trataba de él, pero fue sorprendida por sus hijos. —Veo que te sorprendimos. — ¿Por qué Dalii? ¿Por qué tuvieron que golpearlo? —preguntó furiosa. —Deseábamos que te llegara el mensaje que traemos de nuestro padre, tu marido. —Haidar la tomó por el brazo presionándola con fuerza. —Ese hombre ya no es nada mío. —Farah se soltó de su agarre, haciendo un movimiento brusco. —No puedo creer lo que dices— Haidar la miró atento a los ojos, con la cara, llena de irá. —Pues velo creyendo. —Farah acercó su rostro al de Haidar, devolviéndole la mirada. —Sabes que él nos envió, para acabar con esos bastardos que son tu deshonra —Haidar escupió. &nbs