Eran las 8 de la mañana, de un domingo 6 de enero. Alondra se arreglaba sentada frente a su tocador, para salir al hospital a visitar a Ernesto, se colocaba sus aretes, cuando tocaron a su puerta.
— ¿Puedo pasar? —Álvaro preguntó.
—Claro, adelante —Alondra sonrió, al escucharlo.
La puerta se abrió y entonces vio que se asomaba una caja con una muñeca, ella no alcanzó a comprender lo que sucedía, hasta que él se dio paso, con el objeto sujetándolo con sus manos y una bolsa de regalo colgando en uno de sus brazos.
Álvaro se acercó, colocó las cosas sobre su cama, extendió su mano para ayudarla a levantarse. Una vez que ella estaba de pie, la haló hacia él, la estrechó entre sus brazos, tomándola por la cintura y la besó.
—Feliz día de reyes— Susurró en su oído.
Los ojos de Alondra se cristalizaron, recordó el último día que disfrutó de esa fec
Faltó muy poco para que Juanjo lograra salirse con la suya, por fortuna Álvaro reforzó su seguridad. Esperemos que Ernesto vuelva pronto. Saludos con cariño.
Una semana después. Era sábado el día en el que la familia Alvarado se reuniría para poner en la silla de los acusados a Álvaro, quien llegó puntual a la casa de la abuela. Estar en ese lugar fue como entrar a un funeral, todos lo miraban de manera seria, sin ninguna muestra de afecto «hay Benjamín en las cosas que me metes debido a tu ineptitud», pensó para sí mismo. Caminó por el jardín en donde se encontraba la familia reunida, pero prefirió dirigirse hasta la estancia para beber una copa de Whisky. Ingresó por la cocina, iba a salir de ahí, cuando algo llamó su atención: —Arnulfo querido que gusto verte, ¿hace cuantos tiempo que no nos veíamos? La voz de esa mujer fue demasiado familiar para Álvaro. —Quizás 5 años. Escuchó responder a Arnulfo. —¿Qué has hecho de tu vida?, querido.
Mientras tanto Álvaro estaba sentado en la gran sala de la casa, vestía de forma casual. Pantalón vaquero azul claro, camisa de botones de manga larga de algodón arremangada a mitad de los brazos y desfajado, zapatos mocasines color café oscuros, gafas de sol, metidos en el bolsillo de su camisa, lucía un reloj de marca en el brazo izquierdo. Le encantaba vestir cómodo los fines de semana que no estaba en la oficina y lo mejor de todo, le fascinaba molestar a su familia al usar ropa informal. La distinguida y apretada familia de Álvaro se encontraba sentada alrededor de él. Encabezados por Benjamín, y su madre Ana Lucía, (viuda de Benjamín Alvarado). El tío Guillermo, «hermano de su padre», en compañía su esposa Elena y sus dos hijos Alfredo y Gonzalo. Su tía Inés de las hermanas más chicas de su padre con el tío Alberto, y su único hijo Alberto junior, de tan solo 20 años de edad. El tío Arturo en compañía de su esposa Karen y sus dos hijas Alix y Ady,
«Siempre hay algo bueno en este mundo, por lo que vale la pena luchar» U.R.R Tolkien **** Los hombres que acompañaban a Juanjo, subieron las escaleras, caminaban de forma lenta, con una linterna en la mano, buscando puerta por puerta, cuando detectaban que alguna estaba cerrada bajo pasador, forzaban el picaporte y la abrían para buscar
Al día siguiente. Lo primero que hizo Álvaro por la mañana,fue llamar a su hija Paula María, escuchar su dulce voz, lo llenó de una gran tranquilidad. Luego salió a correr por la ciclo pista del residencial. Necesitaba conectarse consigo mismo, con el hombre seguro de por lo regular siempre era. Deseaba cansarse y sacar todo el cúmulo de emociones que había aún en él. Escuchar mientras trotaba a paso rápido el sonido de agua caer de las hermosas fuentes ubicadas en las rotondas, del circuito por donde andaba, lo hacían relajarse. Una vez que acabó su recorrido, ingresó al gimnasio y ahí vio a su tío entrenando, artes marciales, al observarlo, lo animó a entrar con él. Álvaro sonrió, entonces comenzaron a tirarse algunos toques. —Golpeas como niña —Arnulfo escupió. Eso hizo enarcar una ceja a Álvaro. —Per
El vendaje de su brazo izquierdo comenzó a mancharse de sangre, haciendo que ella se asustara, lo empujó tratando de alejarlo, pero él movió la cabeza negando. —No tiene importancia, fue un rozón— comenzó a desabotonar la blusa de ella, tratando de no dejarla de mirarla a los ojos, la observó morder sus labios, con las mejillas encendidas. Dio un vistazo sobre su pecho, los pómulos de Alondra se enardecieron aún más. Fue difícil saber si era por el calor de la ocasión o por lo pudorosa que era. Sacó la blusa de sus brazos, apreció lo hermosa que era, estando solo en un lindo sujetador de encaje. Alondra se sonrojó avergonzada, inclinó su rostro. Álvaro la notó temblar elevó su cara mirándola a los ojos. —Eres la mujer más hermosa que he visto. — Se enderezó para quitarse la camisa, la vio presionar sus labios. Estiró su mano y comenzó a dar mimos, ella cerró los o
Besó su cuello, recorrió con sus dedos la suavidad de la piel de sus brazos, le dirigía las fresas hasta sus labios. Cuando la veía se sentía cautivado, la miró con una veneración que ni él mismo lo podía creer. Amar de esa manera lo sobrepasaba, estaba enloquecido por su chica. Nunca en su existencia, había hecho el amor como con ella, jamás se había entregado de la manera que lo hizo a alguien. Se sentía en el mejor momento de su vida. Ella y Paula María complementaban su mundo a la perfección. —Te amo Al, eres lo mejor de mi vida. Alondra se conmovió al escucharlo. Cerró sus ojos y se acomodó en su pecho, mientras él la rodeaba entre sus firmes brazos. —Esperé por ti durante mucho tiempo. Las palabras de Alondra lo hicieron estremecerse. La estrechó con más fuerza a él. —Gracias por esperar por mí —susurró con voz inestable.
"La esperanza tiene muchos nombres, pero los locos la llamamos Amor"… Anónimo ○○○○○○○○○ «—No podemos seguir con esta fantasía—, se giró sobre su eje, dirigiéndose hacia la salida de la casa. Álvaro se quedó asombrado ante lo que acababa de escuchar, sus ojos se abrieron de par en par, «me está mandando al carajo», se dijo a sí mismo, ‘incrédulo’. Se levantó a prisa para alcanzarla, la sujetó con delicadeza por el brazo haciéndola girar en dirección a él. &nb
Tres días después. Alondra trabajaba con Álvaro en el despacho, cuando escucharon tocar la puerta en varias ocasiones, se miraron desconcertado. —Tranquila, los ladrones no tocan a la puerta. Escuchó decir de Álvaro. María se acercó a la entrada del despacho. — ¿Qué sucede? —cuestionó Álvaro. —Se trata de su madre y de su abuela desean hablar con usted. —Está bien, ofréceles algo de beber, las atiendo en unos minutos. Álvaro tocó el puente de su nariz, pensar en ambas juntas le provocó jaqueca. Se sirvió un trago de whisky lo bebió de un jalón. —Deséame suerte— Besó la frente de Alondra y salió a atenderlas. **** Alondra siguió realizando las actividades que él dejó pendiente, no tenía ni idea de cuánto tiemp