Whistler, Canadá
Álvaro observaba la luna, desde la ventana de la habitación donde se estaban hospedando. Giraba un centavo, sobre su mano, la cual tenía un valor muy significativo, pues la llamaba la moneda de la suerte, ya que su abuelo se la había obsequiado. Se encontraba muy preocupado por Arnulfo. Colocó una de sus manos sobre su rostro. Miró su reloj como lo había estado haciendo durante las úitimas horas, siendo las 4:40 am.
— ¿Qué sucede?
La voz de Alondra, lo sacó de sus pensamientos.
—No puedo dormir.
—Te observé durante la reunión mirar hacia tu reloj, varias veces. Sé que algo te preocupa, no eres de las personas que estás, pendiente del tiempo, además tu mirada me lo dice todo. —Alondra lo escuchó exhalar. — ¿Es sobre Juanjo, verdad?
—Así es, estoy esperando noticias de mi tío.
Alondra se acercó hacia Álvaro, colo
Uno más que cae ¿Qué destino le esperará a Benjamín? ¿Qué hará Álvaro cuando se entere? No olvides comentar en la reseña, por favor.
San Felipe del Agua, Oaxaca. Horas antes de la captura. —Híncate —Arnulfo ordenó, apuntando a su cabeza. — ¿Estás bien? —. Se dirigió al agente al que había disparado Juanjo y se comenzaba a reincorporar. —Sí, señor —respondió, abriendo la chamarra que cubría su chaleco antibalas. — ¡Híncate! —volvió a gritar. —Arnulfo se acercó oprimiendo la herida que tenía en el hombro Juanjo, al no hacer lo que él le ordenó. —Será mejor que acabes en este preciso momento conmigo, porque si no lo haces, no habrá vida que te alcance para esconderte de mí— Juanjo lo miró con toda furia que tenía contenida. —Mira infeliz. Si yo te matara en este mismo instante, sería como premiarte y yo no premio a los bastardos, como tú— El teniente le sostuvo la mirada. —Desde la cárcel, yo podré seguir operando, con toda
Álvaro caminó entre la blanca nieve, durante un buen tiempo, tratando de encontrar la tranquilidad necesaria, para poder pensar con claridad; sin embargo los recuerdos de aquellos 2 terribles años que vivió, pesaban más. Esa marca que había en él, ensombreció el momento. Luego de percibir que le faltaba el aire se sentó en una banca. Desde ahí comenzó a evocar cada momento que tuvo que pasar, desde los años de soledad, tras descubrir la infidelidad de Amanda. Luego de algunas sospechas sobre la actitud de ella, la llevó a investigarla, entonces Edmundo descubrió la aventura que vivió con Benjamín. Le costó tiempo reponerse, fue cuando buscó protegerse con una dura coraza, además de tomar distancia con la familia y con el mundo. Después de eso recordó la angustia al saber a su hija en peligro, hasta tener que abandonar a la mujer que había llenado un gran vacío en su vida. —Te desprecio tanto, Benjamín—Álvaro inhaló
Whitsler, Canadá. Paula María, abrazaba a Nala, desde la sala de la casa de Silvia, esperando con ansias poder ver a su familia. — ¡Papá! —la pequeña, corrió al verlo entrar, quien la recibió entre sus brazos y la cargó. Álvaro aspiró el dulce aroma de su hija, quedándose unos minutos abrazándola. — ¿Te sucede algo, papi? —No cariño— La miró con nostalgia. Agradeció a Silvia y su familia por haberse hecho cargo de su pequeña, y se retiraron hacia la cabaña. Tocó a la puerta de su abuela quien se encontraba más tranquila, entonces dejó a su hija y a Nala, con ella. Al ingresar a la habitación observó a Alondra sentada en el suelo, recargada sobre la pared, abrazada a sus rodillas. Álvaro sintió que se le partió el corazón, al ver a su chica, así. Se acercó a ella colocándose en cuclill
Alondra acababa de subir a su habitación después de escuchar de boca del teniente Arnulfo, que ya no había que temer. Con sentimientos encontrados se sentó sobre su cama, recargando su cabeza sobre la cabecera, liberó un par de lágrimas que tenía contenidas. —Nunca se podrá borrar el daño que causaste, Juanjo. Ni con tu muerte. —Tomó un pañuelo desechable de la mesa de noche, para limpiar su rostro. Álvaro ingresó a la habitación, la observó que estaba con los párpados cerrados, sujetando una cadenita que traía sujeta a su cuello. — ¿Todo bien, mi bella? La joven abrió su acuosa mirada. — ¿Y esas lágrimas? —Álvaro se acercó a ella. —Recordaba a Nora. Ni estando muerto Juanjo, ella podrá regresar. Jamás podré volver a tener una conversación o un abrazo de mi amiga. Hace ya casi 3 años de su partida y a mí me sigue haciendo mucha falta. —Sollo
Temetzontla, Tlaxcala. Una semana después. La familia Alvarado y Edmundo viajaron a horas de la madrugada hacia la ciudad de Tlaxcala, luego de 2 horas y media de viaje, llegaron al pueblo que se encontraba en la cima de una montaña. Eran las 7:30 am, siendo principios del mes de noviembre. Al transitar por las precarias calles de ese poblado, pudieron observar la densa neblina por todos lados. Edmundo condujo muy despacio al no tener una completa visibilidad.Al descender del auto, Alondra tomó de la mano a Pau y Álvaro ayudó a su abuela a salir. Miraron con tristeza la sencilla casa de la familia de su amiga. La mirada de la joven se cristalizó. —Las cosas van a mejorar de aquí en adelante, te lo prometo. —Álvaro besó la frente de su novia. — ¿Por qué estamos en este lugar, que hace tanto frío? —Pau inquir
Álvaro bebió un sorbo de aquel delicioso café que Yesenia, les preparó. —Me gustaría que nos permitiera apoyarlos —él mencionó—. En todo lo que requieran. — ¿Acaso están intentando limpiar culpas? —Esperanza externó. — ¡Mamá! —Yesi exclamó avergonzada. Edmundo se atragantó al escucharla, entonces comenzó a toser. — ¡Claro que no! —Doña Ofe respondió ofendida—, no somos de esa clase de personas —mencionó. —Esperanza sino habíamos venido a visitarlos, es porque la vida de Alondra corría peligro —Álvaro informó—, ese infeliz, secuestró a mi hija, para alejarla a Al, de mi lado—. Vivimos un infierno. Los ojos de Perita se abrieron de par en par al escucharlo. —No lo sabía. —Se puso de pie. —Ustedes nos importan —Alondra dijo—. Lamento mucho que pareciera que no era así, pero las cosa
Penal de Santa Martha Acatitla. Alondra se encontraba acompañada de Ernesto y Álvaro, esperaba sentada en el área de visitas. Sus manos sudaban, ante el nerviosismo, su corazón palpitaba frenéticamente, mientras sentía una descarga de ansiedad en el interior de su estómago. La primera en entrar fue Doña Luisa. Alondra la observó acercarse, fijó su hostil mirada en la joven y después en Ernesto. — ¿Qué demonios hacen aquí? —cuestionó. —Venimos a comprobar que estas en el lugar adecuado —Ernesto respondió con resentimiento. —Pues ya me vieron, así que ahuecando el ala. —Palmeó con sus manos. —Ni estando aquí dejas de ser perversa —Alondra comentó—. No comprendo porque no te estás arrepentida, por lo menos un poquito de todo el mal que has hecho, Luisa —pronunció. —No lamento haber terminad
—No me tengas miedo, soy tu tía. —La mujer intentó retirar un mechón de cabello del rostro de la pequeña, inclinándose a su altura. Cuando la mano de Alondra, la sujetó por la muñeca impidiendo que la acariciara. —No se te ocurra tocar a mi hija —refirió, sintiendo la furia instalarse en ella. — ¿Perdón? —la mujer se enderezó para encarar a Alondra. — ¿Tu hija?, ¡veo que estás tan loca cómo esta vieja! —se dirigió a Doña Ofe. Entonces Alondra sin dudarlo, lanzó una bofetada sobre el rostro de la mujer. —Llévese a mi hija, doña Ofe por favor, que esta mujer y yo vamos a aclarar las cosas de una vez por todas. Una vez que la abuela, salió con Pau de la mano, llamó de inmediato a Álvaro para avisarle lo que sucedía. —Esa niña, no es nada tuyo. No te atrevas a llamarla de nuevo hija. Ella es hija de mi her