Son las cuatro de la mañana. En Calm River transcurre una noche tan fría como oscura, ya que los nubarrones negros no dejan pasar los rayos de luna.
Elizabeth se encuentra en la cama de su hermano, debido a que su habitación se ha transformado, momentáneamente, en el cuarto de huéspedes con Sophia durmiendo allí.
En la habitación de Thomas no ingresa ni un haz de luz y lo único que se alcanza a ver en la negrura son esos redondos y bellos ojos que tanto le adula Mathew, que últimamente, lo único que hacen es que suelten lágrimas.
No puede dormir. Tiene los ojos abiertos a mas no poder y en su mirada se hay tonos de preocupación por lo que acontece.
Al momento había dormido tan solo unos momentos, pero hace unas horas que no puede conciliar el sueño.
En su cabeza hay un gran desorden. Demasiadas preocupaciones. Una niña de tan solo quince a&ntild
Ya donde los Tindergar, Robert se encuentra junto a los muchachos sentados en la gran mesa. Margareth y Sophia están en la cocina preparando una infusión caliente de hiervas.—No sé en qué estaban pensando estos dos —dice Sophia mientras acomoda unas tazas sobre una bandeja de hierro.—No lo sé, pero debemos ser mucho más cautelosos —agrega Margareth—. No podemos permitir que se nos vaya de las manos —le susurra al oído.—¿No te parece raro que estén los dos juntos como si se conocieran? —cuestiona Sophia.—¿Después de todas las cosas que hemos vivido en el reino, hay cosas que te siguen pareciendo extrañas? Sin dudas Margareth ya está curada de espanto o eso es lo que cree.El tiempo transcurre velozmente y en Galuar ya está cayendo el sol.<
Desde una ventana, puede verse a Elizabeth transitar la calle principal de Calm River.Recién sale del colegio y como ya es habitual se dirige al hospital del pueblo.En ella, habitan las mismas ganas de ver mejor a su hermano, como en los diez días que quedaron atrás.Con paso apurado y bastante abrigada avanza. Hoy se la ve diferente. Una sonrisa en su rostro y a ritmo de sus auriculares, denotan que hoy tiene más ánimo. Sin contar que se ha puesto uno de sus abrigos favoritos, un Montgomery largo hasta las rodillas de color azul marino, con gorro y guantes de lana a tono.Si hay algo que la motiva a esperar el invierno no es precisamente el frío. Siendo tan friolenta como es, prefiere mil veces el calor, pero estas temperaturas tan bajas le permitían lucir sus prendas favoritas.Como buena adolescente, en realidad gran parte de la humanidad se siente indefensa frente a un mundo lleno de prejuicios
Largo rato tuvieron que esperar para que los dejen solos, igualmente lo aprovecharon para llenar sus estómagos. Ya los han dejado tranquilos, con el televisor sobre una mesita ubicada entre ellos a los pies de la camilla, los cables desenredados y conectados, cuando por fin encienden la consola. —Tenemos que prestar mucha atención a todo —la adrenalina brota por los poros de ambos cuando comienza la presentación del juego. Nunca la habían visto, ya que cuando jugaron juntos la saltaron debido a la ansiedad por jugar. Las imágenes transcurren a una velocidad frenética, aquella presentación no es más que pantallazos de diferentes imágenes, al ritmo de una música épica. Las pupilas de los dos están dilatadas a mas no poder, sus ojos tratan de captar con detalle todo lo que pueden. Algunas de las imágenes son guerreros peleando, vestidos con ropas similares a las que vieron en Galuar, mientras que otras son paisajes en donde abunda la naturaleza.
Robert camina orgulloso por las calles de Galuar. A su derecha, exactamente de la misma manera, va Thomas. Adrián a su izquierda y por delante, marcando el camino, se la ve a la comandante Elizabeth.Los habitantes del pueblo los observan como si fueran la nueva atracción de un circo.—Ignoren las miradas —les dice Roberth—. Si viviéramos del qué dirán, Elizabeth no sería la comandante. Gran parte de la población estuvo en contra poniendo de excusa su corta edad. No aceptaban que una niña comande el ejército más grande de las afueras de Goldland, pero ella supo ganárselo, al demostrar sus grandes habilidades en combate combinadas con una gran astucia y temperamento.Robert anuncia que antes de partir pasarán por la herrería.—Quiero mostrarte donde trabajo —dice mirando a Thomas—. Ademá
No se escucha más que el sonido del viento agitando las copas de los árboles. A cada paso que dan aparecen más de esos ojos custodiando su andar.Aquel ascenso se siente eterno y las piernas de los muchachos están agotadas después de una considerable cantidad de escalones. Al fin y al cabo, en sus normales vidas, no hacían más que pegarse a una pantalla, cosa que ya están lamentando.Robert es el primero en pisar la planicie de la cima, aquella en donde se levanta la pequeña cueva del oráculo. Está algo agitado, pero no mucho. Si hay algo que le dio la herrería, además de sustento, es un físico en buen estado. El mismo, al verse a su edad, agradece cada martillazo dado.Los durmientes culminan el ascenso, agitados a mas no poder. Se los ve encorvados. Luego de unos pasos más se sientan en una de las rocas que delimita la planicie permitida con el resto de la naturaleza.El último llega. Viktor viene subiendo los escalones de dos en dos, dejando ver un claro y envidiable estado físico.
La calma se puede sentir en el aire. Seedtown, al contrario de Galuar, carece de muralla. Nada que delimite su territorio, salvo una marca, como un surco en el suelo.Seedtown es un pueblo de lo más tranquilo. Un lugar de gente trabajadora y humilde, dedicada a la agricultura, ganadería, pesca y tala de árboles. Para todas estas tareas la naturaleza cedió ciertos lugares para explotarlos controladamente.Los cuatro ingresan al pueblo. Nadie los recibe allí, ni siquiera tienen guardias custodiando el lugar. Pueden ver a mucha gente yendo de aquí para allá, unos pescadores cargando una red llena de lo que han podido sacar del mar, hombres y mujeres transportando sus cosechas en pequeñas y grandes carretas, por allí, a lo lejos un grupo de leñadores caminando juntos con sus hachas en mano en dirección adonde se ve un pequeño bosque. Sus vestimentas no se parecen en nada a las de Galuar. Lejos de ver alguna armadura o ropas de cueros, los pueblerinos del lugar visten con simples telas de
Thomas queda completamente impactado al ver tan delicadas facciones. Una nariz tan pequeña como una aceituna, un par de ojos grandes bordeados por unas largas y arqueadas pestañas, su pelo lacio hasta la altura de las orejas donde nacen unos bucles tan rojos como un rubí. Lo que ve le gusta y mucho, pero lo que realmente lo atrapa son sus ojos de colores diferentes. El derecho celeste como el cielo y el izquierdo color miel.Thomas queda enmudecido al ver a la joven y Mileena lo mira con una ceja levantada.—¿Qué te sucede? —cuestiona la joven—. Parecías muy hablador antes ¿Nunca has visto a una mujer? —bromea con él al ver que continúa boquiabierto. —Si… pero nunca una como tú —recién después de su respuesta se da cuenta de la connotación de su frase, la cual hace que Mileena se sonroje—. Digo… una mujer encapuchada. —intenta corregir al ver las mejillas sonrojadas de la joven. Claramente le gusta y mucho lo que ve. Esos ojos realmente lo dejaron perplejo.—Para mí también es un gus
El herrero, el guardián y los durmientes ya se encuentran dentro del camarote, en aquel navío pesquero que los llevará rumbo a Goldland. El lugar es un tanto oscuro y el olor a humedad sofoca a quienes aguardan a Tom. Afuera se oye un barullo incesante de gritos de los tripulantes y los barriles de mercancías que ruedan por la borda mientras son acomodados.Thomas aguarda sentado junto a su padre sobre un banco largo de madera ubicado junto a unas de las paredes del lugar. Viktor a unos metros de ellos observa a través de una pequeña escotilla. Adrián da vueltas revisando todo lo que tiene a su alcance, cuando al levantar uno de los cuadernos que se encuentran sobre el escritorio, encuentra lo que parece ser una carta de navegación > piensa mientras lo guarda en uno de sus bolsillos. En ese momento la puerta se abre y Tom ingresa.—El barco ya está desamarrado y los remeros en sus puestos —informa al cerrar la puerta—. Tenemos viento a favor, per