El herrero, el guardián y los durmientes ya se encuentran dentro del camarote, en aquel navío pesquero que los llevará rumbo a Goldland. El lugar es un tanto oscuro y el olor a humedad sofoca a quienes aguardan a Tom. Afuera se oye un barullo incesante de gritos de los tripulantes y los barriles de mercancías que ruedan por la borda mientras son acomodados.Thomas aguarda sentado junto a su padre sobre un banco largo de madera ubicado junto a unas de las paredes del lugar. Viktor a unos metros de ellos observa a través de una pequeña escotilla. Adrián da vueltas revisando todo lo que tiene a su alcance, cuando al levantar uno de los cuadernos que se encuentran sobre el escritorio, encuentra lo que parece ser una carta de navegación > piensa mientras lo guarda en uno de sus bolsillos. En ese momento la puerta se abre y Tom ingresa.—El barco ya está desamarrado y los remeros en sus puestos —informa al cerrar la puerta—. Tenemos viento a favor, per
Thomas trata de concentrarse en su verdadero plan, pero no puede evitar el seguir averiguando sobre el paradero de su abuelo. Sin dudas está tomando una doble misión.—¿Dónde está esa isla? ¿Por qué no fueron por ellos?Quien se adelanta a preguntar es Adrián. Él tiene la misma idea que Thomas. No es nada probable, pero solo la idea de que su padre se encuentre en aquel lugar lo llena de vida. —Volvimos —responde Viktor con angustia—. Solo que jamás volvimos a encontrar esa maldita isla.—¿Cómo puede ser? ¿No hay mapas? —Thomas sabe muy bien que tiene en su poder un mapa antiguo que indica dicha isla.—Ese no es el problema muchacho —Viktor se sienta erguido y su voz toma fuerza—. Sabíamos perfectamente su ubicación, gracias a antiguos mapas que lo indicaban. En ninguna de las seis expediciones que hicimos dimos con tal lugar. Como si su mismo nombre nos indicara que no la íbamos a encontrar. Actualmente no figura en ningún mapa. Nunca más dimos con la isla.Nuevamente el silencio lo
El navío continúa su curso hacia el puerto de Goldland, esta vez sin ningún contratiempo. El sol termina de ocultarse y en compañía de la oscuridad y las estrellas arriban a la costa.La puerta del camarote se abre y Adrián, desde el escritorio, le hace una señal a Thomas, quien rápidamente se quita los auriculares y los esconde junto al reproductor.—Bueno muchachos —dice Robert mientras el barco se detiene y se escucha como los barriles comienzan a rodar—. Por fin hemos llegado a Goldland.Los muchachos se miran con picardía, comienzan a ponerse sus abrigos y se equipan con sus armas. Después de haber limado algunas asperezas parece que vuelven a ser el dúo que eran.Juntos descienden del navío y allí los espera Viktor. Los durmientes aprovechan para dar una primera mirada a aquel entorno hasta ahora desconocido.La luz de una gran luna se refleja sobre las armaduras que llevan unos corpulentos hombres que se dirigen hacia ellos. A unos kilómetros de ellos, pueden ver a la gran flot
Antes de que llame la atención de alguien, Thomas se aferra al colgante.Como en un parpadeo, algo cambia en la biblioteca. Thomas se encuentra completamente solo. La princesa Mileena, como toda persona que se encontraba allí desaparece. El suelo comienza a temblar con gran fuerza, las estanterías comienzan a sacudirse. Uno a uno comienzan a caerse los libros en forma aleatoria. Pero no lo hacen por el temblor, sino porque son empujados por unas ramas que comienzan a crecer como desde dentro de la madera. Las ramas comienzan a entrelazarse unas con otras y en ese momento una sensación de lo más extraña llega a la mano que contiene la runa. Al igual que los enormes tallos que crecen lo hace su mano, que va aumentando su tamaño descomunalmente, al punto de hacerle perder el equilibrio por su peso, tirándolo al suelo. El golpe es duro y lo obliga a cerrar sus ojos por el dolor. Al abrirlos, todo ha vuelto a la normalidad. Se encuentra parado frente a la bella Mileena, sosteniendo la runa
Si bien el camino a casa es relativamente corto, al igual que lo fueron sus desmayos, la decisión de Robert de volver en taxi desde el instituto se lleva a cabo.Ambos viajan en el asiento trasero callados mientras el taxista los observa por el espejo retrovisor. El hecho del paso del tiempo los ha dejado totalmente desconcertados. Por más que el oráculo se lo haya advertido a Thomas, no es lo mismo vivirlo en carne propia.Desde que despertaron en Galuar habían vivido casi un día entero de viaje, conociendo gente, paisajes increíbles y criaturas aterradoras. Acá, fueron tan solo unos minutos y sus miradas son el reflejo de aquella perturbación.Thomas, que se encuentra sentado detrás del conductor, estira su brazo hasta llegar a su amigo.—El morral quedó allí —le dice preocupado.De haber llegado despiertos a Galuar, hubiera guardado el morral en aquel cajón del armario, ya que es el único medio que conocen para transportar cosas de un mundo al otro. Su idea era traer las runas a Ca
—Sí ma, no fue nada —contesta Thomas. Ahora pasan otras cosas por su cabeza como para tener que ocuparse de la preocupación de su madre.Robert se había encargado de ponerla al tanto de lo sucedido y ella ya se había puesto en contacto con el doctor Parker.—Voy a mi habitación. Quiero descansar un poco —aunque solo piensa en toda esta locura, reconoce que para su madre no debe de ser fácil la situación. Antes de subir se acerca a ella y le da un cariñoso abrazo. Margareth no puede contener sus lágrimas de preocupación.Thomas sube rápidamente la escalera, cruza la puerta de su cuarto y, luego de arrojar la mochila a un rincón, se dirige directamente hacia su consola de videojuegos. Apurado abre la tapa y comprueba que “Guerrero en las sombras” sigue ahí.No duda un instante, ya conectada y encendida se sienta al pie de su cama, como de costumbre, con la compañía de Tankian a su lado. > piensa mientras la pantalla de carga se ve en la tv.La presentación del
Thomas está en Galuar, recorriendo tranquilamente sus calles cuando escucha un chistido.—Thomas —lo llama alguien desde un arbusto. El durmiente se acerca hacia él.—Thomas, tengo algo para usted —le informa sin salir de donde está. Extiende su mano ya saliendo del arbusto con un sobre en ella. Quien lo entrega no permite verse y Thomas se limita a tomar el sobre. Es evidente que lleva algo dentro, pero no existe ninguna descripción que diga quien la envía. Solo puede ver el lacre que la cierra con un sello que muestra el emblema de Goldland.—¿Quién la envía? —cuestiona el muchacho.—Es para usted —le responde desde el arbusto.—Eso ya lo dijo, ¿Quién la envía? —insiste con la pregunta.—Es para usted —vuelve a contestar incoherentemente.Thomas introduce su otra mano en el arbusto y abre un hueco en las ramas. Dentro no hay nadie. Intenta lo mismo unos centímetros hacia la derecha y lo mismo, nadie está allí. Sin entender y con un gesto de desgano se aleja rumbo a su casa.Ya encer
Todos, incluyendo a Algodón, desvían la vista hacia la única persona que pareció moverse. Adrián detiene su arco frente a él, la cuerda aún tiembla luego de tan certero disparo.En el campo de entrenamiento el silencio es abrumador, todos habían dejado lo que estaban haciendo para mirar al durmiente, quien lleva cara de no creer ni él el disparo que acaba de efectuar, mientras Thomas continúa pensando que esa niña pudo haberlo matado en un simple entrenamiento. La de apariencia tan indefensa parece ser más letal que muchos allí.Viktor se adentra en el círculo que forman los presentes y así da por finalizado el combate.—¡Thomas y Adrián, vengan conmigo —dice el guardián— ¡Los demás continúen con el entrenamiento!Los tres caminan juntos en dirección a las dianas de tiro con arco.—La verdad me has sorprendido Thomas —lo felicita con una palmada en su espalda—. Y tú, vamos a ver si ese tiro no fue pura suerte.Al llegar al sector quienes entrenan se hacen a un lado y los tres se ubica