Robert camina orgulloso por las calles de Galuar. A su derecha, exactamente de la misma manera, va Thomas. Adrián a su izquierda y por delante, marcando el camino, se la ve a la comandante Elizabeth.
Los habitantes del pueblo los observan como si fueran la nueva atracción de un circo.
—Ignoren las miradas —les dice Roberth—. Si viviéramos del qué dirán, Elizabeth no sería la comandante.
Gran parte de la población estuvo en contra poniendo de excusa su corta edad. No aceptaban que una niña comande el ejército más grande de las afueras de Goldland, pero ella supo ganárselo, al demostrar sus grandes habilidades en combate combinadas con una gran astucia y temperamento.
Robert anuncia que antes de partir pasarán por la herrería.
—Quiero mostrarte donde trabajo —dice mirando a Thomas—. Ademá
No se escucha más que el sonido del viento agitando las copas de los árboles. A cada paso que dan aparecen más de esos ojos custodiando su andar.Aquel ascenso se siente eterno y las piernas de los muchachos están agotadas después de una considerable cantidad de escalones. Al fin y al cabo, en sus normales vidas, no hacían más que pegarse a una pantalla, cosa que ya están lamentando.Robert es el primero en pisar la planicie de la cima, aquella en donde se levanta la pequeña cueva del oráculo. Está algo agitado, pero no mucho. Si hay algo que le dio la herrería, además de sustento, es un físico en buen estado. El mismo, al verse a su edad, agradece cada martillazo dado.Los durmientes culminan el ascenso, agitados a mas no poder. Se los ve encorvados. Luego de unos pasos más se sientan en una de las rocas que delimita la planicie permitida con el resto de la naturaleza.El último llega. Viktor viene subiendo los escalones de dos en dos, dejando ver un claro y envidiable estado físico.
La calma se puede sentir en el aire. Seedtown, al contrario de Galuar, carece de muralla. Nada que delimite su territorio, salvo una marca, como un surco en el suelo.Seedtown es un pueblo de lo más tranquilo. Un lugar de gente trabajadora y humilde, dedicada a la agricultura, ganadería, pesca y tala de árboles. Para todas estas tareas la naturaleza cedió ciertos lugares para explotarlos controladamente.Los cuatro ingresan al pueblo. Nadie los recibe allí, ni siquiera tienen guardias custodiando el lugar. Pueden ver a mucha gente yendo de aquí para allá, unos pescadores cargando una red llena de lo que han podido sacar del mar, hombres y mujeres transportando sus cosechas en pequeñas y grandes carretas, por allí, a lo lejos un grupo de leñadores caminando juntos con sus hachas en mano en dirección adonde se ve un pequeño bosque. Sus vestimentas no se parecen en nada a las de Galuar. Lejos de ver alguna armadura o ropas de cueros, los pueblerinos del lugar visten con simples telas de
Thomas queda completamente impactado al ver tan delicadas facciones. Una nariz tan pequeña como una aceituna, un par de ojos grandes bordeados por unas largas y arqueadas pestañas, su pelo lacio hasta la altura de las orejas donde nacen unos bucles tan rojos como un rubí. Lo que ve le gusta y mucho, pero lo que realmente lo atrapa son sus ojos de colores diferentes. El derecho celeste como el cielo y el izquierdo color miel.Thomas queda enmudecido al ver a la joven y Mileena lo mira con una ceja levantada.—¿Qué te sucede? —cuestiona la joven—. Parecías muy hablador antes ¿Nunca has visto a una mujer? —bromea con él al ver que continúa boquiabierto. —Si… pero nunca una como tú —recién después de su respuesta se da cuenta de la connotación de su frase, la cual hace que Mileena se sonroje—. Digo… una mujer encapuchada. —intenta corregir al ver las mejillas sonrojadas de la joven. Claramente le gusta y mucho lo que ve. Esos ojos realmente lo dejaron perplejo.—Para mí también es un gus
El herrero, el guardián y los durmientes ya se encuentran dentro del camarote, en aquel navío pesquero que los llevará rumbo a Goldland. El lugar es un tanto oscuro y el olor a humedad sofoca a quienes aguardan a Tom. Afuera se oye un barullo incesante de gritos de los tripulantes y los barriles de mercancías que ruedan por la borda mientras son acomodados.Thomas aguarda sentado junto a su padre sobre un banco largo de madera ubicado junto a unas de las paredes del lugar. Viktor a unos metros de ellos observa a través de una pequeña escotilla. Adrián da vueltas revisando todo lo que tiene a su alcance, cuando al levantar uno de los cuadernos que se encuentran sobre el escritorio, encuentra lo que parece ser una carta de navegación > piensa mientras lo guarda en uno de sus bolsillos. En ese momento la puerta se abre y Tom ingresa.—El barco ya está desamarrado y los remeros en sus puestos —informa al cerrar la puerta—. Tenemos viento a favor, per
Thomas trata de concentrarse en su verdadero plan, pero no puede evitar el seguir averiguando sobre el paradero de su abuelo. Sin dudas está tomando una doble misión.—¿Dónde está esa isla? ¿Por qué no fueron por ellos?Quien se adelanta a preguntar es Adrián. Él tiene la misma idea que Thomas. No es nada probable, pero solo la idea de que su padre se encuentre en aquel lugar lo llena de vida. —Volvimos —responde Viktor con angustia—. Solo que jamás volvimos a encontrar esa maldita isla.—¿Cómo puede ser? ¿No hay mapas? —Thomas sabe muy bien que tiene en su poder un mapa antiguo que indica dicha isla.—Ese no es el problema muchacho —Viktor se sienta erguido y su voz toma fuerza—. Sabíamos perfectamente su ubicación, gracias a antiguos mapas que lo indicaban. En ninguna de las seis expediciones que hicimos dimos con tal lugar. Como si su mismo nombre nos indicara que no la íbamos a encontrar. Actualmente no figura en ningún mapa. Nunca más dimos con la isla.Nuevamente el silencio lo
El navío continúa su curso hacia el puerto de Goldland, esta vez sin ningún contratiempo. El sol termina de ocultarse y en compañía de la oscuridad y las estrellas arriban a la costa.La puerta del camarote se abre y Adrián, desde el escritorio, le hace una señal a Thomas, quien rápidamente se quita los auriculares y los esconde junto al reproductor.—Bueno muchachos —dice Robert mientras el barco se detiene y se escucha como los barriles comienzan a rodar—. Por fin hemos llegado a Goldland.Los muchachos se miran con picardía, comienzan a ponerse sus abrigos y se equipan con sus armas. Después de haber limado algunas asperezas parece que vuelven a ser el dúo que eran.Juntos descienden del navío y allí los espera Viktor. Los durmientes aprovechan para dar una primera mirada a aquel entorno hasta ahora desconocido.La luz de una gran luna se refleja sobre las armaduras que llevan unos corpulentos hombres que se dirigen hacia ellos. A unos kilómetros de ellos, pueden ver a la gran flot
Antes de que llame la atención de alguien, Thomas se aferra al colgante.Como en un parpadeo, algo cambia en la biblioteca. Thomas se encuentra completamente solo. La princesa Mileena, como toda persona que se encontraba allí desaparece. El suelo comienza a temblar con gran fuerza, las estanterías comienzan a sacudirse. Uno a uno comienzan a caerse los libros en forma aleatoria. Pero no lo hacen por el temblor, sino porque son empujados por unas ramas que comienzan a crecer como desde dentro de la madera. Las ramas comienzan a entrelazarse unas con otras y en ese momento una sensación de lo más extraña llega a la mano que contiene la runa. Al igual que los enormes tallos que crecen lo hace su mano, que va aumentando su tamaño descomunalmente, al punto de hacerle perder el equilibrio por su peso, tirándolo al suelo. El golpe es duro y lo obliga a cerrar sus ojos por el dolor. Al abrirlos, todo ha vuelto a la normalidad. Se encuentra parado frente a la bella Mileena, sosteniendo la runa
Si bien el camino a casa es relativamente corto, al igual que lo fueron sus desmayos, la decisión de Robert de volver en taxi desde el instituto se lleva a cabo.Ambos viajan en el asiento trasero callados mientras el taxista los observa por el espejo retrovisor. El hecho del paso del tiempo los ha dejado totalmente desconcertados. Por más que el oráculo se lo haya advertido a Thomas, no es lo mismo vivirlo en carne propia.Desde que despertaron en Galuar habían vivido casi un día entero de viaje, conociendo gente, paisajes increíbles y criaturas aterradoras. Acá, fueron tan solo unos minutos y sus miradas son el reflejo de aquella perturbación.Thomas, que se encuentra sentado detrás del conductor, estira su brazo hasta llegar a su amigo.—El morral quedó allí —le dice preocupado.De haber llegado despiertos a Galuar, hubiera guardado el morral en aquel cajón del armario, ya que es el único medio que conocen para transportar cosas de un mundo al otro. Su idea era traer las runas a Ca