En silencio me acerque hasta la mesa donde ocupe el lugar que me correspondía, el cual por cosas de la vida quedaba justo al frente de donde se encuentra Milena pudiendo ver con mejor claridad aquellas expresiones que resaltaban en su rostro quien con entereza reflejaba la alegría manifestada en ella al conversar con Christian y Manuel. Allí disfrutamos de todo lo preparado por las manos de María junto a las demás que llevaron a cabo su labor para poder tener tan valioso presente ante nosotros. Cada uno de aquellos bocadillos conformaban un singular manjar que con facilidad despertaban los sentidos de quienes le probarán y tras formarse cual marco ameno proveniente de la conversación que allí se había instalado terminamos de ingerir aquellos alimentos antes siquiera de habernos dado cuenta. Milena por todos los medios posibles evitaba el hecho de observarme a pesar de yo entrometerme en la conversación en alguno que otro momento, quería que me mirara, quería perderme en aquello
Al salir del sendero principal que da desde la casa hasta la carretera con la que conecta aquella, siguiendo un camino algo estrecho y un tanto arenoso aislado de derecha a izquierda por arbustos, alguno que otro cactus y enormes cocoteros a orillas del camino se encuentro oculto casi al final de aquel el famoso pueblo pesquero que curiosamente para ser tan pequeño estaba totalmente lleno de vida. No muy bien los locales notaron como el auto se acercaba se juntaron próximos a donde nos detuvimos con suma emoción ya que aparentemente el señor Manuel era conocido en aquel lugar. Antes de abandonar el auto aquel nos indicó — pueden salir y saludar mientras yo por un momento iré a hablar con un viejo amigos para ver si nos puede alojar por esta noche. Manuel no espero una respuesta solo nos miró y habiendo notado nuestros ojos atentos salió del auto y se alejo. Christian y yo de igual manera al verlo distanciarse salimos de su interior en tanto no muy bien lo hicimos los niños no
Tres días han pasado desde mi llegada a Flor del Este, tres días han transcurrido desde que puse un pie en estas tierras luego de estar casi un año sin volver a este lugar al que tanto atesoro, el cual desde la llegada de Alexander se ha vuelto bastante caótico salvo hoy ya que aquel no se encuentra merodeando. Desde ayer cuando el abuelo junto a Christian y a él abandonaron este lugar no eh sabido nada de su paradero, pero imagino que probablemente los tres estén relativamente bien ya que de haberles sucedido algo alguien del pueblo pesquero hubiera aparecido con noticias hacía ya un buen rato, ya que en toda la redonda los unos y los otros somos relativamente lo más cercano a la civilización que hay pues la ciudad más cercana se encuentra casi a una hora de donde nos localizamos. Por lo cual mi día ha transcurrido con completa tranquilidad en compañía de Ivanty a quien eh estado cuidado con mucho empeño más con la intención de mantener mi mente ocupada para no pensar demasiado.
No había nada en el mundo para aquel momento que me importase más que encontrarle. Ivanty era demasiado preciado para mí como para perderle de una forma tan absurda y no iba a ser ni este el día ni mucho menos la hora en que eso ocurra. Con cuidado fui haciéndome paso por entre aquellas aguas vigilando cada una de mis pisadas, sabía que si pasaba algo podría llegar a salir fácil de allí ya que sabía nadar, pero eso no quita que entrar en aguas desconocidas no sea un peligro, lo es y este rio en específico era uno al que abierta y conscientemente me estaba arriesgando. Lo bueno de todo, en todo caso era que el nivel del agua me cubría meramente a nivel de las rodillas así que con las piernas podía llegar a pelear fácilmente contra tal elemento. Ya me encontraba alejada algunos metros cuando de pronto escuche una voz gritar detrás de mí — Milena, sal de ahí ¿Qué es lo que pretendes? Estás loca. — No es evidente, iré por Ivanty. — ¿Cómo? No, sal de ahí ahora. — No. — Milen
La tormenta se volvía cada vez peor cada gota que caía podía llegar a ser comparada con cual proyectil que impactaba de forma directa en la piel provocando de vez en cuando algo de dolor.La verdad me negaba a creer que yo pudiera llegar a tener tal mala suerte, no era posible pues sabía que no merecía lo que estaba sucediendo así que una y otra vez me interrogaba acerca de cómo yo había terminado allí envuelta en tantos problemas a consecuencia entre dientes refunfuñaba cuales palabras de desagrado que iban completamente dirigidas en contra de Alexander. A lo lejos empezamos a divisar el canal quien se encontraba teñido por un leve color marrón no quería hacer suposiciones, aunque era inevitable ya que el panorama no pintaba nada bueno la verdad, ya con tal vista aun en la distancia pensaba que nada podríamos extraer de tal situación, así que sin mediar palabra alguna nos acercamos esperanzados siendo ilusos al fin. El lago se encontraba completamente alborotado, el nivel del ag
Alexander tras ver cómo me desvanecía no sabía qué hacer ni cómo actuar, el miedo que aquel sentía podía percibirse salir a través de sus poros, aunque no lo demostrase abiertamente, así que antes de que me pudiera darme cuenta aquel ya se encontraba arrodillado a un lado de mí. Digo que tal vez quizás algo vio, algo que le haya por lo menos doblegado un poco el corazón pues una vez ya a mi lado llevo sus manos hasta mi rostro colocándolas una a cada lado de mis mejillas e hizo que lo viera a los ojos. — Aguanta un poco más por favor Milena, solo un poco más, no te puedes rendir. Tras escucharlo abrí mis ojos y terminé fijándolos completamente en los suyos, en aquellos color miel en los cuales podía llegar a ver que aun emanaban aquella necesidad de amor que una vez vi mientras éramos niños, sin dudas aquel pequeño en él aun dormía, solo y desamparado. Sin importar lo que estuviese pasando o lo que nos allá conducido a tal dilema aquel tenía razón yo no me podía rendir, a
Finalmente la paz llego entre ambos la tranquilidad nos arropo mientras que cada uno se disponía a permanecer sentado frente a la hoguera semi encogidos por la incidencia del frío mientras este hacía estragos sobre nuestros cuerpos.Un tanto alejados el uno del otro permanecíamos mientras que el sonido de la lluvia ligado a los rayos y truenos que golpeaban constantemente la bóveda celeste nos mantenían alerta, era un temporal sumamente horrible como nunca nos había quizás tocado vivir a ninguno de los dos. El silencio que entre ambos había surgido comenzó a ser especialmente abrumador e incluso un tanto incomodo cosa que no me gustaba para nada puesto que en medio del silencio las ideas más extrañas y absurdas pueden llegar a surgir por lo que empecé a cuestionar a Alexander de una forma particular para cambiar el ambiente tan pesado que hasta el momento se experimentaba. — Ya dime, cómo fue que lograste encender el fuego. — No te lo diré. — Anda no seas malo. Alexa
Aquel no dudo en fijar sus ojos en mi a causa de las expresiones que yo había formado en mi rostro situación a la que reacciono dibujando una sonrisa con evidente desconcierto. — ¿Qué haces? — con curiosidad le cuestione. — Pues me quitare la camisa para poder abrigarte. — No es necesario, no la necesito. — Segura, estás temblando bastante. — Segura, solo quédate hay quieto no es necesario que hagas nada más. Eh de ustedes imaginarse que, aunque pronuncie aquellas palabras aquello no detendría a Alexander pues lo que yo temía de alguna forma sucedio. Tranquilamente me encontraba admirando el bailoteo de las llamas mientras de vez en cuando arrimaba un poco los pies hasta a una roca cercana a la hoguera con la esperanza de poder calentarme que la verdad no me di cuenta cuando Alexander acorto la distancia entre nosotros pues tras un simple descuido me rodeo con sus brazos y me llevo de espalda contra el suelo. — Suéltame. — Sabes de sobra que no lo haré. —