Lo que me hacía falta, Alexander había chocado contra mi vida de nuevo y de una manera caótica, ahora contra lo que supone la realidad, mi realidad y era casi esperable suponer que nada bueno vendría con ello. Sí, era algo que yo quería, tenerlo así de cerca y que me reconociese como lo que soy significaba mucho para mí, aunque no lo iba a admitir delante de él, eso probablemente jamás lo haría. Ahora bien, que interrumpiera de tal manera mi sola existencia fue un llamado claro a la guerra y las secuelas que aquello trajo de por medio a la vida no solo mía sino de todos fueron muchas y cada una con un peso peor que el anterior. Su presencia no solo hizo que mí día a día se viese afectado, sino que también hizo estragos en mi trabajo y en la relación que tenía con mis amigos especialmente con Emely la cual fracaso de la nada y sin razón, aclaro solo por la presencia de un hombre, cosa que ella demostró una vez llego la noche y el tiempo de explicar con ello se formó. Emely por más
Las constantes insinuaciones que Emely le hacía a Alexander la hacían ver tan descarada que era difícil para mí asociarla a la chica tan noble que por años conocí, aquella con el corazón tan dulce que acogí y considere ser parte de mi familia y que ahora de la nada literalmente se encontraba colocándose como parte de alguna subasta vendiéndose al mejor postor.Molesta me puse de pie, yo no estaba dispuesta a ver toda aquella escena que aquellos dos quisieran montar pensando que Alexander sería igual de descarado que Emely pues él no me había dado chance de pensar lo contrario.Así que decidida me dispuse a marchar y como me aleje con prisa se me hizo casi algo rápido el alejarme del sofá y llegar justo al inicio del pasillo que da rumbo a nuestras recamaras, digo pues nuestro apartamento no es tan grande que digamos.— A donde piensas irte — grito Alexander con fuerza pretendiendo llamar mi atención.Para aquel momento yo me encontraba dándoles un tanto la espalda y así sin girarme pu
A pesar de ser un día tan movido recibir aquella invitación tan inesperada y casi de manera obligatoria por parte de Christian sin dudas alegro grandemente mi vida cuando en medio de aquellos pasillos encontré a la figura de la persona por la que ahora estaría dispuesto a mover cielo y tierra de ser necesario. Su figura entallada en aquel uniforme que delimitaba con énfasis los puntos más llamativos de todo su cuerpo la hacían ver tan hermosa y tan perfectamente curvilínea, que por un momento me hacía dudar respecto a que si realmente era ella o se trataba de otra persona quien a lo lejos yo contemplaba. La emoción que aquello me produjo me hizo caminar en su búsqueda y romper con ello su espacio personal mientras se encontraba dando la espalda hacía la dirección en la que yo me encontraba para aquel instante. Escucharme llamar por su nombre fue sin dudas sinónimo de sorpresa para ella, su mirada perpleja y su boca semi abierta me lo dejaron bien en claro una vez que descubrí su
Y tal como debía de suceder Christian y yo arribamos al tercer nivel con evidente prontitud. Una vez el ascensor se abrió y el pasillo se presento ante nuestros ojos buscar aquel apartamento indicado con el número que aquella señora dio a conocer fue mi tarea principal. Por lo cual, habiendo girado a la derecha tal y como aquella indico a unos quince metros la puerta con el número trescientos siete en la distancia se mostró. Inmediatamente la descubrí acercarme fue lo primero que busqué hacer pues la ansiedad de verla de nuevo me ganaba con creces. — Disminuye tu intensidad, no vez que actúas como loco — cuestiono de pronto mi acompañante. Christian estaba realmente incomodo con la situación era evidente, por lo que intento gradualmente detenerme, pero ya que me encontraba allí simple y llanamente yo no podía hacerlo, encontrarla era mi prioridad pues un extraño presentimiento latente en mi me inquietaba y de algún modo me hacía sentir sumamente temeroso de ella. Por lo que hab
Eran más o menos las nueve de la noche cuando Harris arribo a la carretera principal tomado por la tranquilidad que en este momento experimentaba a diferencia de lo que había manifestado momentos atras. Sí, habíamos logrado salir ilesos de aquel infierno, aunque Milena era notable que estaba bastante disgustada e inconforme con la situación. Una vez arribamos al auto prácticamente como un cuerpo sin vida se instalo en aquel asiento y allí se quedó observando por la ventana, en tanto se acomodó de manera tal que su cuerpo aparentaba reposar como en cual cómodo lecho, mientras sus ojos se perdían en la imagen que a través de la ventana del auto contemplaba. Aunque de ella no salía nada que pudiera asociar a ello yo sabía que estaba sufriendo y que muy probablemente se encontraba llorando pese a que no era capaz de divisar completamente su rostro, era lo menos que podía hacer tras ver como a quien llamo amiga durante tanto tiempo había terminado de perder la cabeza frente a ella e i
Como si nada pretendía marcharme para continuar mis tareas ya que entendía que Milena necesitaba su privacidad, cuando el roce sutil de sus dedos contra mi mano la cual alcanzo no muy bien me di la espalda me hicieron volverme para contemplarla. Con un — ¿A dónde vas? — me dejo bien en claro que mi presencia no presumía molestia para ella y probablemente incluso podía decir que había empezado a agradarle de buena manera. — Iré a terminar la cena, así que no te preocupes no te molestare por lo que puedes ducharte tranquilamente. — Que bueno que lo dices me da tranquilidad el saber que no estarás fisgoneando. Queriendo molestarme pretendió comentar aquello mientras una sonrisa se enmarcaba a lo largo de la comisura de sus labios, fue sin dudas una provocación directa pero sorprendentemente de mí no salió nada más allá que una sonrisa junto a un — dúchate bien o le diré a la abuela que aún no lo sabes hacer. — ¡Alexander!Dije aquello pretendiendo devolver el juego que no se apartaba
La vida no siempre es color de rosa, y en algunos casos nos toca sufrir, llorar y padecer vicisitudes desde a muy temprana edad a pesar de que como niños deberíamos ser protegidos, amados y resguardados de todo el mal existente en el mundo, por situaciones ajenas a nuestra propia voluntad terminamos envueltos a fin de cuentas en situaciones meramente de adultos que en realidad no nos competen y que nos marcan a punta de hierro llegando incluso a hacernos algo insensibles y en eso el joven Richmond es el mejor ejemplo de tan fatídica situación, un niño marcado por los abusos del pasado y con un gran peso en el corazón. La familia Richmond es una de las más conocidas en toda la zona de Orlando estos son dueños de una gran parte de la ciudad sin mencionar que son una de las más adineradas de toda el area, ellos poseen en la palma de su mano cuanto pudieras llegar a desear; autos lujosos, compañías, academias, bares, restaurantes, hoteles etc., todo absolutamente todo a su entera disposi
Me encuentro observando a través de la ventana desde lo alto del edificio del grupo Argoni donde se encuentra mi oficina en el piso número once, muy atento a la vista que se cierne delante de mí la cual siempre me infunde mucha calma y placer embobándome con lo hermosa que puede llegar a ser. — Señor Richmond — aquella voz resuena con bastante firmeza ante mi sorpresa, pues para aquel momento desconocía por completo que allí se encontraba otra persona junto a mí, provocando que rápidamente producto de aquello me volviese hasta el lugar de donde procedía aquel sonido. — Chris, santo cielos un día de estos terminaras matándome del susto con lo sigiloso que eres — dije tras sentirme vulnerable producto de la impresión que me produjo. — Lo siento señor. Christian Morcón a quien todos llamamos Chris es mi mano derecha, un ex militar que ahora se dedica a realizar trabajos sencillos de oficina claro hablando entre comillas.Es un hombre leal, astuto, audaz y fiel, no l