Alexander tras ver cómo me desvanecía no sabía qué hacer ni cómo actuar, el miedo que aquel sentía podía percibirse salir a través de sus poros, aunque no lo demostrase abiertamente, así que antes de que me pudiera darme cuenta aquel ya se encontraba arrodillado a un lado de mí. Digo que tal vez quizás algo vio, algo que le haya por lo menos doblegado un poco el corazón pues una vez ya a mi lado llevo sus manos hasta mi rostro colocándolas una a cada lado de mis mejillas e hizo que lo viera a los ojos. — Aguanta un poco más por favor Milena, solo un poco más, no te puedes rendir. Tras escucharlo abrí mis ojos y terminé fijándolos completamente en los suyos, en aquellos color miel en los cuales podía llegar a ver que aun emanaban aquella necesidad de amor que una vez vi mientras éramos niños, sin dudas aquel pequeño en él aun dormía, solo y desamparado. Sin importar lo que estuviese pasando o lo que nos allá conducido a tal dilema aquel tenía razón yo no me podía rendir, a
Finalmente la paz llego entre ambos la tranquilidad nos arropo mientras que cada uno se disponía a permanecer sentado frente a la hoguera semi encogidos por la incidencia del frío mientras este hacía estragos sobre nuestros cuerpos.Un tanto alejados el uno del otro permanecíamos mientras que el sonido de la lluvia ligado a los rayos y truenos que golpeaban constantemente la bóveda celeste nos mantenían alerta, era un temporal sumamente horrible como nunca nos había quizás tocado vivir a ninguno de los dos. El silencio que entre ambos había surgido comenzó a ser especialmente abrumador e incluso un tanto incomodo cosa que no me gustaba para nada puesto que en medio del silencio las ideas más extrañas y absurdas pueden llegar a surgir por lo que empecé a cuestionar a Alexander de una forma particular para cambiar el ambiente tan pesado que hasta el momento se experimentaba. — Ya dime, cómo fue que lograste encender el fuego. — No te lo diré. — Anda no seas malo. Alexa
Aquel no dudo en fijar sus ojos en mi a causa de las expresiones que yo había formado en mi rostro situación a la que reacciono dibujando una sonrisa con evidente desconcierto. — ¿Qué haces? — con curiosidad le cuestione. — Pues me quitare la camisa para poder abrigarte. — No es necesario, no la necesito. — Segura, estás temblando bastante. — Segura, solo quédate hay quieto no es necesario que hagas nada más. Eh de ustedes imaginarse que, aunque pronuncie aquellas palabras aquello no detendría a Alexander pues lo que yo temía de alguna forma sucedio. Tranquilamente me encontraba admirando el bailoteo de las llamas mientras de vez en cuando arrimaba un poco los pies hasta a una roca cercana a la hoguera con la esperanza de poder calentarme que la verdad no me di cuenta cuando Alexander acorto la distancia entre nosotros pues tras un simple descuido me rodeo con sus brazos y me llevo de espalda contra el suelo. — Suéltame. — Sabes de sobra que no lo haré. —
Quizás por el miedo o quizás por la incomodidad que causa dormir en aquel suelo, termine despertándome antes de lo pensando encontrándome así con la imagen de que Ivanty se encontraba particularmente haciendo berrinche lo que provocó que de igual manera yo terminase contemplando a Alexander. Al verle allí dormido me dedique a observarlo y porque no, la verdad tenía la completa intención de disfrutar aquella imagen en silencio y por lo mismo tomar de aquel momento todo lo que pudiera rememorar. En silencio contemple su absoluta pasividad y la sin igual tranquilidad que este reflejaba al descansar, su figura digna de cual sublime dios griego era indudablemente mágica ante mi mirada por lo que se me había hecho fácil para mi entender justo en aquel momento el por qué tantas mujeres le han de perseguir. No voy a mentir la tentación de tenerle cerca pudo incluso más que la voz de la propia razón que se aloja en mi con indudable fuerza, así que con un sutil movimiento de apoco me acomode
Alexander estaba inquieto, aparentemente no estaba muy complacido con la idea de tener que irnos una vez que vio aquellas letras inscritas en la pared. — Milena sé que no soy de tu total agrado, pero... — dijo mientras fingía emanar una cálida voz de terciopelo mientras se disponía a mirarme — te pido un favor, antes de marcharnos quisiera que en algún momento tú y yo volvamos a este lugar, me agradaría mucho repetir esto nuevamente contigo. — ¿Y porque yo? En todo caso no soy relevante en este asunto. Aquel tomo una actitud algo exigente y me dio a entender que realmente yo no tenía voto respecto a tomar una decisión en cuanto a aquel tema concierne a pesar de que yo estaba completamente implicada, así que tras acercarse a mí lo dejo bien en claro. — Vendrás conmigo y punto porque yo lo digo, así que espero que cuando valla a por ti en aquel momento, estés lista para regresar. Su altanería e intento evidente de querer controlarme me hizo sentir enojada y sumamente molesta. — Tu
— ¡Alexander, Milena! ¡Alexander, Milena! — gritos incesantes se empezaron a escuchar un tanto ahogados por la distancia, gritos que no eran apagados aun a pesar del sonido que aquel cuerpo de agua emitía tras aquel elemento chocar contra las rocas cercanas en su incesante batir, aun se encontraba rebelde y era fácil de percibir. — ¡Alexander, Milena! ¡Alexander, Milena! — varias voces masculinas gritaban sin cesar nuestros nombres pues buscaban por todos sus medios dar con el lugar en el cual nosotros nos encontrábamos, aquellos estaban desesperados y era notable la angustia venir de ellos pues era enteramente perceptible en sus voces. — Los escuchas Milena ya viene la ayuda. Alexander musitó aquello mientras en su rostro se dibujaba una cálida sonrisa, expresión que de alguna forma u otra proporciono calma a su alma que hasta ahora se mantenía probablemente inquieta, sus ojos en consecuencia de aquello no tardaron en iluminarse y por ende le brindaron de nuevo luz a su persona.
Cuando finalmente nos habíamos quedado completamente solos me atreví a tomar la palabra ante ella algo alterado. — ¿Qué haces Milena? Como puedes echarte la culpa así, si yo fui el responsable, a mi es que deberían de reñirme, no a ti. — Por favor cálmate Alexander, solo quería ayudarte. — Pero no lo entiendes, no merecerías eso y es lo que me duele, porque me defendiste, esto no debió de ser así. — Si te entiendo pero, te lo debía y por cierto gracias por cuidarme. Milena no muy bien recalco aquello con el rostro totalmente serio aunque un tanto pálido sin mostrar la más mínima expresión se dio la vuelta pretendiendo así marcharse, aquella quería alejarse probablemente ahora sintiéndose complacida habiendo cumplido con su cometido. Ella ya se había distanciado por algunos pocos pasos cuando de la nada se detuvo, al verla así y como sus manos temblaban un poco desde la distancia algo en mi decía que aquello no era nada normal, así que rápidamente me acerque a ella y pud
Hace un rato ya que me encuentro rondando por la caballeriza algo pensativo, e inquieto tras salir huyendo de aquel pasillo, sintiéndome el hombre más tonto e inservible sobre la faz de este mundo. Cabizbajo peleando contra mis propios demonios allí me encuentro algo melancólico — realmente soy un idiota — recalco una y otra vez sumergiéndome aun más en mi propia desgracia. Es tanto el ruido en mi cabeza que aquello me produce que no puedo estar quieto por lo que constantemente me encuentro en movimiento, por ende rápidamente paso de estar de pie a acomodarme sobre la superficie de un viejo troncó que se encontraba justamente al frente de la cuadra donde se encuentra Ivanty cosa que repito alguna que otra vez. En tanto aquel animal probablemente al escuchar como yo renegaba de aquella forma, tal vez debido a que reconoció mi voz o simplemente se sintió atraído hacía aquellos sonidos provenientes desde el exterior que ante mi nula sospecha asomo su cabeza por encima de la pequeña